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Si
la lógica no está también de vacaciones en La Mareta (aunque
igualmente las interrumpa en el verano de su supremo gafe)
supongo que a lo del Cougar Puma en Herat se aplicará el
protocolo de la demagogia progre que se siguió al pie de la
letra en ocasiones anteriores, como el Prestige, la presencia
española en Irak, el 11-M o el accidente del Yakolev.
Supongo, por tanto, que cuando usted esté leyendo estas
líneas, las ciudades de España, sus calles todas, estarán
llenas de los clásicos letreros del «Queremos saber».
Supongo que no habrá tertulia radiofónica, editorial de
periódico adicto al régimen, mesa de debate televisivo ni
artículo de opinión de truchimán políticamente correcto donde
no se exprese la inmediata necesidad de que el Gobierno
informe de lo que en verdad ha ocurrido en Herat y se traiga a
las tropas de vuelta, que allí no se nos ha perdido nada.
Supongo que, movido por esta corriente de opinión del buen
rollito, el ministro de Defensa o portavoz aun más autorizado
del Gobierno comparecerán de hora en hora, y si es de treinta
en treinta minutos mejor, para informar sobre el resultado de
las investigaciones a pie de obra y minuto a minuto.
Supongo que en su teléfono móvil habrá recibido usted a estas
horas decenas de mensajes cortos alusivos, textos naturalmente
espontáneos, nunca emitidos desde despacho oficial alguno, en
los que se hagan preguntas fundamentales como: «¿No quedamos
en que no iba a haber un solo soldado español más en una
guerra que no es la nuestra?», «¿Qué pleno del Congreso de los
Diputados autorizó la presencia en Afganistán de los militares
muertos por la Patria?».
Supongo que esto de «militares muertos por la Patria» no lo
dirá absolutamente nadie (¡huy, lo que he puesto!).
Supongo que la identificación de las víctimas se hará de modo
que dentro de nada el ministro cesará, como es tradicional en
estos casos, a media cúpula de Defensa y a parte de la otra
media.
Supongo que durante la celebración del funeral con diecisiete
banderas de España (una por cada autonomía) cubriendo otros
tantos féretros de otros tantos militares que dieron la vida
por ella, la organización tendrá en cuenta que sus familiares,
viudas y huérfanos puedan increpar convenientemente al
Gobierno políticamente responsable de los hechos.
Supongo que el equipo médico habitual de los pancarteros y
pegatineros, encabezados por el/la Bardem de turno y con el
correspondiente acompañamiento de ramoncines, guayómines,
aragones, victormanueles y otros perceptores de subvenciones
culturales leerá los comunicados de costumbre, tomará las
pancartas de reglamento contra la presencia de tropas
españolas en los chirlos mirlos y se pondrá las pegatas de
rigor con las clásicas leyendas de «Nunca más un Afganistán».
Supongo que, a falta de premios Goya, para la propaganda de
estas tesis pacifistas serán aprovechados por los mencionados
y asimilados todos aquellos pregones municipales de fiestas
que en estos días pronuncian cual Bien Pagá, en los que
pedirán la inmediata retirada de nuestras tropas.
Supongo que el ministro Bono será declarado prófugo o réprobo,
algo esdrújulo, por el Congreso de los Diputados, y que los
familiares de las víctimas, amablemente invitados a pasar,
podrán insultarlo a la puerta de su propio despacho.
Supongo que desde el talante y el diálogo se conseguirá la
dimisión de todos los responsables políticos, así como el
inmediato repliegue de nuestros soldados.
Quizá sea mucho suponer. Supongo que de todo tendrá la culpa
Aznar. Aunque a los soldados los mandase ZP a Afganistán el
pasado día 12, en una misión exactamente igual de humanitaria
que la de Irak. Y, si no es Aznar, será La Cierva. Por haber
inventado el autogiro.
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