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Como
todo se pega, menos lo bonito, lo de «ciudadanos y
ciudadanas, españoles y españolas» ha llegado a las bodas.
Estaba un amigo hace unos días en el banquete nupcial del
casamiento de un sobrino lejano y llegó la hora ritual de la
tarta, cuando el novio empuña la tizona y la novia pone cara
de salir en el vídeo que está haciendo uno con coleta y
pendiente en la oreja. El novio estuvo con la espada certero
y decidido, como Jaime Ostos en sus buenos tiempos, puuuum,
¡tarta cortada! Si no pelo, sí tocó nata al cortar piso bajo
y entresuelo del dulce rascacielos. La novia puso una
perfecta cara de vídeo. Y fue en ese momento cuando atronó
el salón de bodas el grito que aún tiene lleno de
perplejidad al amigo que me lo ha contado. Ese invitado del
novio, sudoroso, en mangas de camisa, ya puestecito de
copas, dijo lo de siempre, pero en versión políticamente
correcta:
-¡Vivan el novio y la novia!
Cuando mi relator me lo refirió, le dije:
-Pues menos mal que no gritó «¡viva el ciudadano novio y
viva la ciudadana novia!».
A lo que me apostilló, muy en la pomada, en la onda y en el
megamogollón de esas 70 palabras, 70 que según Víctor García
de la Concha forman el riquísimo léxico de nuestros
escolares:
-No creas que está mal planteado el nuevo vítor nupcial. Tal
como están las cosas, si dices «¡Vivan los novios!», alguien
puede creer que en lugar de Luis y Pepita por la Iglesia,
los que se están casando son un escaparatista y un agente
comercial colegiado, por lo civil.
-Pues en algunos sitios habrá sonado ya en ese plan «¡vivan
las novias!» cuando se haya casado una señora con otra...
-Sí, pero como decía El Beni: mú poco, casi ná...
Y tan poco. Creíamos que iba a haber bulla a las puertas de
las oficinas del Registro Civil para tramitar licencias de
bodas de personas del mismo sexo, los llamados contra natura
«matrimonios». Y según los datos que han citado quienes
recurrirán la constitucionalidad del paripé, solamente se
han celebrado en toda España 27 bodas raritas de éstas. Lo
que demuestra lo de siempre: que este Gobierno se las pinta
solo para inventar problemas que no existen. ¿Qué porcentaje
representan 27 bodas sobre los matrimonios de verdad, de
hombre y mujer, que existen en España? Pues algo así como
representan los cuatro votos mal contados de ERC frente a
los diez millones de votos del PSOE y los otros diez
millones del PP. Pero del mismo modo que manda en España el
cartuchito de votos de Carod y de sus chicos uniformados con
la camisa negra de los gángsteres de Chicago, en materia
matrimonial mandan esas 27 bodas. Que ojalá sean pronto 27
bodas y un funeral: el funeral por una reforma del Código
Civil que niega la Naturaleza, la Constitución, el sentido
común y hasta la gramática española. En su dictamen, la Real
Academia recordó que matrimonio es la unión de hombre y
mujer.
¿Y tanto han liado para sólo 27 bodas, 27? Demostración que
esto interesaba muchísimo... a Manolo, Bartolo y Zerolo. Tan
poquita afición hay a la celebración de bodas homosexuales,
que no hay riesgo de que si gritamos «¡Vivan los novios!» en
la boda de Luis y Pepita ocurra en el banquete lo que
describió genialmente el notario Pablo Gutiérrez Alviz. Que
en caso de que tengamos que ir a una de esas bodas raritas,
y en el banquete nos sienten, como suele ocurrir, en una
mesa donde no conocemos a nadie, en vez de lo clásico de
«¿por quién viene usted invitado, por el novio o por la
novia?», nuestro comensal nos pregunte:
-¿Por quién viene usted? ¿Por el calvo del traje gris perla
o por el de la levita beige y el pedazo de bigote?
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