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El Recuadro   

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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Monumento al Mudo de Santa Ana

 
SEVILLA, como saben, tenía la enfermedad de la monumentitis. Conocen sus síntomas: tres amigos y dos compadres, en sobremesa simpática con copa de balón, hablan de Mengano, de sus méritos, de lo mucho que Mengano ha hecho. Hasta que alguien va y dice:
-¿Y por qué no le hacemos un monumento a Mengano?
Y se lo hacen. ¡Vamos que si se lo hacen! Sevilla es la ciudad del mundo donde más monumentos a Mengano se han levantado en los últimos tiempos...y los que están en lista de espera. Cronista hay, como Juan Miguel Vega, que dice que el Paseo Colón lo han puesto con más esculturas de Lladró que el mueblebá de un americano rico que acaba de volver de vacaciones en la Costa Brava. Domínguez Arjona añade que hay una frontera imprecisa entre la monumentitis y el mueblebá, que convendría delimitar. Lo cual es complicado, porque la monumentitis ha cursado —como dicen los médicos— en esculturitis. No tienen más que ir a la Plaza Nueva, a La Alameda o a La Alfalfa, y si resisten el sopitipando que puede darles viendo lo que han hecho allí, observarán que la moda ahora es llenar Sevilla de escultoronas gordas y retotollúas, así como el picador de Botero del cartel taurino. Y nada digo del mueblebá en forma de falla infantil que han plantado en La Pescadería, el supuesto monumento a Clara Campoamor. Me sigo preguntando qué puñetas tiene que ver Clara Campoamor con Sevilla, con La Pescadería y con la Costanilla de San Isidoro como para que le pusieran allí un monumento, cuando en La Alfalfa no lo tiene El Espartero.
Cuando más arreciaba la moda de poner monumentos a la gente, dije aquí de guasa que un día le iban a poner un monumento a los Santizos, por lo bien que encienden las candelerías, y otro al Mudo de Santa Ana, por lo bien que lleva la manguilla, vulgo cruz parroquial alzada. A los Santizos no sé, a lo mejor está al caer en Torreblanca. Pero el Mudo de Santa Ana, si no su monumento, sí tiene ya su escultura. Su busto. Y no una escultura no figurativa, modelo Alfalfa o modelo Alameda, de las que luego pintarraquean los niñatos, sino figurativa. Vamos, que ves el busto que el escultor Enrique Lobo Lozano ha hecho del Mudo de Santa Ana, tan exacto, tan real, tan verídico, tan expresivo, que si no fuera El Mudo de Santa Ana, te daban ganas de decir:
— Nada más que le falta hablar...
Pero igual que aquella otra escultura de un cartujo en la famosa anécdota de la visita al Museo de Sevilla, no habla en el busto de Lobo Lozano porque es ni más ni menos que el querido, el popular, el entrañable y trianerísimo Mudo: Francisco Rodríguez Moreno, el ayudante de sacristán de Santa Ana, el mayor defensor del Negro del paso del Cristo de las Tres Caídas en la hermandad de la Esperanza. Gloria bendita de Triana. Si hubiera una modalidad deportiva olímpica de maratón portando cruces parroquiales en procesiones y cofradías, el querido Mudo de Santa Ana habría ganado para Triana todas las medallas de oro que España no suele, porque no puede. Aún estamos a tiempo de mandarlo a Pekín con la manguilla, que seguro que acaba con el cuadro. ¿Cuántos kilómetros habrá andado en Sevilla durante toda su vida el Mudo de Santa Ana alzando una cruz al abrir una procesión o el cuerpo de nazarenos de un paso de Virgen, precisamente en estos tiempos en que muchos toman por carca, facha y políticamente incorrecto cuanto significa esa Cruz que humildemente porta nuestro Francisco Rodríguez Moreno?
De los personajes populares de Sevilla nos quedaban hasta ahora únicamente retratos literarios, monumentos narrativos o líricos. Romero Murube le levantó su monumento de palabras a Don Antonio el Betunero de La Gavidia. Yo se lo alcé a Vicente el del Canasto o a Antoñito Cofradías. El Mudo de Santa Ana puede aventajarlos, y aparte del monumento del cariño vivo que le tiene Triana entera y toda Sevilla, ojalá quede honrado para la eternidad en la Catedral de Triana con ese busto. Pues alzando una cruz parroquial, en silencio, humildemente, El Mudo sí que ha proclamado por Sevilla y por Triana mejor que muchos predicadores la Palabra de Dios. Si al Mudo no se le oye es porque habla la verdad de plata de Dios en la cruz que, si lo perpetuamos en su busto de la Real Parroquia, seguirá llevando para siempre, delante de una gloria de tambores y cornetas que anuncian a Dios o a su Madre.
 
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