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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Andalucía, espurgabuey electoral

 
En plan «como sé que te gusta el arroz con leche, por debajo la puerta te echo un ladrillo», como ya se barrunta la Cuaresma, yo ahora cojo el tamboril y la flauta que dejé en Villamanrique tocando la Marcha Real en memoria de Don Pedriño, y vámonos que nos vamos a la marisma. ¿No hablan del cambio climático? He aquí sus consecuencias. El tiempo está tan loco, que en vísperas de Semana Santa, aquí hablamos de la marisma de la Blanca Paloma. Para ir he consultado un mapa lírico: las «Coplas y romances del Bajo Sur» de mi recordado poeta sanluqueño Antonio León Manjón. De esa cartografía poética, he extendido la hoja que la mira topográfica del corazón de Toto levantó con sus evocaciones de escopeta, perro, caballo y romería: «Recuerdos y cantares del Coto de Doñana». Y en esas coplas busco un pájaro, para tomarlo como metáfora de la eterna coincidencia de las elecciones andaluzas con las generales.
Me embeleso con las coplas de Toto, cuyo nombre rimaba con Coto, buscando el pájaro en cuestión. Hallo garzas, águilas perdiceras, el silvón y la garceta, el negrete, la pardilla, la ansareta. Labancos, malvasías, zarapitos, rabudos, martinetes, carretones, moritos, blanquinegras urracas, «volando y pegando gritos,/y brincando entre las vacas». Una maravilla de este lírico Adán sanluqueño, que parecía que en sus versos puso nombres tan bellos a las aves del paraíso marismeño. Hasta que, por fin, encuentro el pájaro que busco, y además como sacado de los fríos de estos amaneceres de neblina. Dicen los versos de León Manjón:
¿Los carámbanos en vuelo?
Son bandas de espurgabueyes surcando el cielo.
Yo sé por qué surcan el cielo esas bandas de espurgabueyes. No conozco otra cosa que el espurgabuey, también llamado garcilla bueyera, el «bubulcus ibis» de los zoólogos. Lo veo sobre las vacas marismeñas, castañas, coloradas, con sus blancas plumas encampanadas sobre el lomo, al pasar por La Madre, con la estampa de la ermita de la Reina de las Marismas reflejándose en sus aguas, junto a las bravías yeguas de la saca, cuando voy camino de la playera Colá de la Higuera por la carretera matahombres, cuya muerte absurda y evitable es ofrendada por la Junta a mayor honor y gloria de sus amos y señores los linces.
Allá veo a los espurgabueyes caminando sobre el lento andar ungulado de las vacas marismeñas. ¿Pájaros parásitos de las vacas? En absoluto. Si Pemán viviera y tuviera a su lado al Séneca, le diría:
—Don José, la que tienen los espurgabueyes con las vacas marismeñas es lo que sus cuñados de Madrid llaman una «joint venture» y sus cuñados de Jerez, «unión temporal de empresas».
Pero Pemán murió, nadie defiende su memoria y entran en su hímnica como el Mariscal Soult en la iglesia de la Caridad. Y El Séneca ya no está en la Viña del Cerro. Pero aquí está el tío, para hacer el artículo del espurgabuey del 9 de marzo. No conozco otra cosa que esta perfecta metáfora de la eterna coincidencia de las elecciones andaluzas con las generales. Mucho presumir de autonomía y de Estatuto, pero Andalucía es el espurgabuey que camina sobre el lomo de la vaca del poder central. Ni la vaca protesta del espurgabuey, porque le quita las garrapatas y le da las mayorías absolutas, ni el espurgabuey protesta de la vaca, porque a su lento paso le levanta los cigarrones, de los que vive, los fondos europeos y las subvenciones. Así nos tienen a los andaluces estos señores del PSOE cada vez que hay urnas: de espurgabueyes de las malas pulgas que pueda tener la para ellos vaca sagrada del poder central. Hacen coincidir las elecciones generales y las andaluzas como el espurgabuey coincide siempre sobre el espinazo de la vaca que lo hace andar. Muy lentamente, pero anda. Y muy cómodamente. En Madrid cambian las vacas, pero aquí siempre seguimos teniendo el mismo espurgabuey, precisamente el que cuando lo mandaron no quería venir a la marisma andaluza ni muerto. ¡No cobra trienios ni ná el espurgabuey que el 9-M aspira a seguir cómodamente encalomado sobre la vaca que nos hace avanzar con esta lentitud a la que, encima, llaman modernización!
 
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