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 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Al rico disparate sevillano

 
HABLABA el otro día de eso de «la Macarena de Triana» que decir suelen los de por ahí cuando hablan de Sevilla, Con las barbaridades que se escriben sobre Sevilla podía hacerse un nuevo libro de las pesadillas, como el que con tanto éxito ha publicado mi dilecto y prologado Fernando García Haldón. Muchos topicazos sevillanos nacieron de los viajeros románticos. Esos cronistas del XIX tienen la culpa de que los extranjeros que llegan se extrañen cuando comprueban que los sevillanos no vamos por la calle vestidos de toreadores, y que las sevillanas no llevan navaja en la liga, sino muchas pircin en el ombligo. Mas sigue habiendo viajeros postrománticos que ¡escriben cada disparatón sobre Sevilla!
Un lector me envía el último hallazgo para la Antología del Disparate sobre Sevilla. Es la clásica revista de promoción turística que te encuentras en el bolsillo delantero de tu asiento en los aviones, algo así como el «Paisajes» del Ave. La revista se titula «Europa» y la edita con su mejor intención la compañía Air Europa. En su número 52, y con una llamada en portada, «Sevilla, capital de amores», publica en su página 30 y siguientes un amplio reportaje, «Sevilla, refugio de pasiones», con texto y fotos de Manena Munar. Que tiene un ver. Y, sobre todo, un leer.
Arranca con El Tenorio, relacionándolo con Mañara, como marca el tópico. Y tras citar a Zorrilla e ignorando los precedentes literarios del mito de Don Juan, se centra en el Barrio de Santa Cruz. Dice que Doña Inés vivía precisamente en La Hostería del Laurel, la del amigo Márquez: no sé si a pensión completa o sólo alojamiento y desayuno. Y que Zorrilla se hospedó allí para escribir El Tenorio. Cuando todos sabemos que ese restaurante es de ayer por la mañana, obra del decorador Juan Carlos Alonso.
Pero lo mejor es cuando habla de «Las Plazas (sic) de Santa Cruz». Dice: «La que da nombre al barrio es la plaza de la Cruz, donde se encuentra una enorme cruz de hierro del s. XVII, resto de lo que fue la iglesia de Santa Cruz». Pues no, mire usted: de la derribada iglesia no queda nada, más que el solar donde en vísperas de la Exposición del 29, en la folklorización turística de la Judería, abrió esta plaza el Marqués de Vega Inclán. Donde por iniciativa de Don Santiago Montoto se colocó la Cruz de la Cerrajería, del rejero almonteño Sebastián Conde, que estuvo en la esquina de Sierpes con la calle de tal nombre, y que, retirada y tras dar muchos tumbos, terminó allí.
El reportaje se da una vueltecita por el mejor cahíz, y destaca «la plaza del Triunfo, con edificios como la Diputación Provincial que guarda celosamente el Archivo de Indias.» ¡De lo que se entera uno con estas revistas! Ya saben: el Archivo de Indias está en la Diputación... que ya no es Diputación tampoco. Vamos, en la Casa de la Provincia. Y luego dice: «Desde la calle Mateos Gago se observa la emblemática Giralda, antigua mezquita durante la época de Almohad, convertida en campanario de la Catedral de Sevilla». O sea, que tan poco iban a misa los moros de la época de... ¿quién será este Almohad?, que cabían todos en las rampas de la Giralda como mezquita. Y sigue: «El sonido del barrio es el del trote de los percherones tirando de las carrozas que recorren el barrio con parsimonia». ¡Oooooooole! Ya saben, ni milores, ni manolas, ni caballos cruzados. Los caballos de los peseteros son percherones; y los coches, carrozas. Como las de la Cabalgata, pero con percherones en vez de tractores.
Y al final, las clásicas recomendaciones de hoteles y restaurantes. De todas ellas, me quedo con la del Hotel Los Seises. Del que dice: «Se llama así en honor a los dieciséis niños cantores que cantaban en el altar mayor de la Catedral». Dieciséis justitos. Ni uno más ni uno menos. ¡Ooooooooooole!
Pues nada, les dejo, que voy a seguir al pie de la letra las recomendaciones de la revista de Air Europa. Me voy ahora mismo a la Diputación para visitar el Archivo de Indias, y luego tomaré una carroza tirada por un percherón para ir a ver cómo cantan los dieciséis niños seises en el altar mayor de la Catedral. Menos mal que la revista no pone que son precisamente los famosos Dieciséis Niños de Ecija, que cuando dejaron el trabuco, arrepentidos, les dio por el cante.
 
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