ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Cómo acabar con las catenarias

EN los años 80 hubo un «boom» de la Feria, y todo Madrid se llenó de academias donde enseñaban a bailar sevillanas... de Chamberí. Ahora vivimos el «boom» de la Semana Santa. Las 400 páginas que ha dedicado ABC a la gran fiesta religiosa (vamos, al solsticio de primavera, que dijo el otro) lo demuestran. La Semana Santa está de moda desde hace unos años, entre los sevillanos y los que no tienen la fortuna de serlo. Una moda, quizá, parecida a la que tuvo en los años que rodearon a la Exposición Iberoamericana de 1929, cuando la fiesta religiosa se impuso como atractivo turístico a unos visitantes de guía Baedeker y habitaciones con artesonado mudéjar en el derribado Hotel Madrid, ahora Cortinglés de la Magdalena.

La similitud de ambas modas la encuentro en un dato: acaban de inventar la «caseta de Semana Santa». Del mismo modo que los sitios de relevancia social en la plaza de los toros cambiaron a partir de 1940, y lo importante no era estar en un palco, sino en barrera, así también ha ocurrido en Semana Santa. Los palcos de la Plaza de San Francisco, donde antes se iba a hacer sociedad, donde había que estar si querías ser alguien en Sevilla, son ya tan institucionales como los de la plaza de los toros, donde sólo los maestrantes o las autoridades conservan los suyos, porque la gente que son y están (en taco) ocupan las barreras. En Semana Santa, igual. Ya no hay que estar en los palcos de la Plaza: hay que estar en La Campana. Y no en un palco, sino en un balcón. Lo que el otro día Enrique Miguel Rodríguez calificaba de «caseta de Semana Santa». Empezó por el flamenco balcón de Lele, con una antología de la saeta permanente y Manolo Mairena de plantilla; siguió por el famoso balcón de Lopera, y este año se ha constatado que a los balcones no les afecta la crisis de la burbuja inmobiliaria, guantadas hay por coger un «balcón vip» con orgánica al rociero modo.

En este «boom» hay desde hace más de una década una señal evidente: las cofradías nuevas en lista de espera para llegar a la Catedral... tras ser ovacionadas en su primera estación a la Campana. Problema con el que tendrá que pechar el sucesor de mi admirado Manuel Román, a quien dedicaba ayer Alvaro Ybarra un justísimo artículo laudatorio, que suscribo desde su capitular a su punto final. Como también tendrá que abordar el sucesor de Román la pendiente ampliación de la carrera oficial, que es como lo del Charcolapava, pero con los nazarenos de cuatro en fondo. En este punto tengo mucha esperanza en que quien suceda a Román en ese disputado balcón de la Campana que es el palquillo del Consejo. Visto lo visto, ampliando la carrera oficial podríamos acabar de una vez y para siempre con las horrorosas catenarias del tranvía. Gracias al «boom» de la Semana Santa, el alcalde ha quitado las catenarias en media carrera oficial: desde los palcos de la Plaza a la Puerta de San Miguel. Ahí está la solución. Por favor, que las cofradías no entren por la Puerta de San Miguel. Que sigan Avenida adelante, hasta la Fuente de los Meones. Y que allí reviren (como ahora se dice) hacia la calle San Fernando. Y así, pum, pum, a paso mudá si hace falta, hasta la Enramadilla. Hagamos estación de penitencia a la Santa, Metropolitana y Patriarcal Viapol, y listo. Así hay sitio de sobra para que la gente vea las cofradías sin necesidad de tanta sillita de campimplaya dando por saco, y se puedan abrir 300 o 400 «balcones vip» más. Y así nos deja el alcalde de catenarias toda la calle San Fernando y la Pasarela como tenían que haber estado siempre: como la palma de la mano.

En el otro «boom», el de los años 20, se editaban muchas revistas de Semana Santa, que se mantuvieron hasta los 50 y que deberían estudiar en la Facultad de Comunicación. Venían a ser lo que radio y prensa cofradieras hoy. Una de esas revistas era «Pasionarias y Claveles». Quién habría de decirnos que la realidad superaría al arte hemerográfico, y que tendríamos en los periódicos las fotos del Cristo de la Buena Muerte por la calle San Fernando, tituladas «Catenarias y Claveles»... o lirios. De ahí mi ruego al sucesor de Román en el poder gregoriano: lleven la carrera oficial hasta la Enramadilla, por favor. Ustedes, cofrades de Sevilla, son los únicos que hasta ahora han tenido poder para acabar con las catenarias dichosas.

 

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