ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Aquí sólo se pulen a Pulido

Santa Justa y Rufina a cada lado de la Giralda, o San Isidoro y San Leandro el de las yemas de charlita con el Santo Rey en el Casino Los 40 del escudo de la ciudad, a ambos lados del poder, a babor y a estribor, teníamos en Sevilla a dos Pulidos. Dos Antonios Pulidos, para ser más exactos. Para que luego me vengan diciendo que eso de la ciudad dual, la apolínea y la dionisíaca, es un tópico que me inventé en la «Guía secreta de Sevilla».

Hasta la tarde del escándalo de la dictatorial e injustificada suspensión de la corrida cuando más sol hacía en el Arenal, con los toreros y con Fenicia en contra (Fenicia es como Adolfo Rodríguez llama a la pesetera empresa Pagés en su «Clarín» de RNE), Sevilla era hasta cierto punto una pulidocracia. Un Antonio Pulido presidía lo más importante que hay en Sevilla durante los días de Feria: la plaza de los toros, donde todo el mundo quiere entrar de gañote. Y otro Antonio Pulido presidía lo más importante en materia de hallares y de mardito parné que hay en Sevilla antes de Feria, en Feria y después de Feria: Cajasol, donde todo el mundo quiere tener un amigo para que le peguen un pasavolante a los plazos de la hipoteca, que está la cosa mú achuchá con la medalla del terror, «hoy hay más crisis que ayer, pero menos que mañana».

De los dos Pulidos de la pulidocracia, ya sólo nos queda uno: el de Cajasol, al que deseo vida larga y feliz en su presidencia. Al Pulido de los toros se lo ha pulido la Junta, como Saturno devoró a sus hijos. Tras el escándalo de época, una destitución que ha hecho época. Demetrio pegó el demetriazo y se pulió a Pulido de un plumazo. No sé si le mandó el motorista con el sobre del cese, o le mandó al ayuda del mozospás, que es mucho más experto que el motorista en cuestión de repartir sobres a los trincones.

No puedo tener más que palabras de elogio para el delegado en Sevilla del Gobierno de la Junta. Ante el clamor del cabreo de una afición que en el abono ha tragado todo lo que tenía que tragar y un poquito más (que son las tres pedradas de las juampedradas), lo menos que podía hacer Demetrio es lo que ha hecho. «Hagamos lo que hay que hacer» debería ser el lema de acción política en la Junta, en el Ayuntamiento, en el Gobierno de la nación. En una España donde el principio de autoridad está en crisis, donde los alumnos les pegan a los profesores y donde a todo el que hace lo que tiene que hacer le llaman de momento «fascista» y después ya veremos, el delegado del Gobierno ha actuado de un modo ejemplar. Viendo la cara de prepotencia de Pulido (no el de Cajasol, el otro), parecía que a quien iban a destituir, encima, era al Cid. Bueno, al Cid, a Minaya Alvar Fáñez y hasta a Babieca, con el auxilio de la fuerza pública. Quien a hierro mata a hierro muere, y Demetrio ha mandado la fuerza del poder al que les mandó los guardias a las cuadrillas y ordenó a la UIP escoltar la pizarra de la suspensión como si fuera la antorcha olímpica y el Tíbet estuviera en el tendido 12.

Dicen que una plaza de toros, y más la de Sevilla, es un redondo espejo de la realidad política nacional. Ojalá. Ojalá lo que ha hecho el delegado Demetrio con Pulido fuese lo que hiciera habitualmente el delegante Chaves ante todo error político en que los contribuyentes salimos perjudicados. Citando la jurisprudencia del ferrocarril de Caracol el del Bulto, esa presteza de Demetrio contra Pulido quisiera yo haberla visto en Chaves contra la consejera de Justicia y los responsables políticos del «caso Mari Luz». Esa contundencia de Demetrio con Pulido quisiera yo haberla visto en Chaves cuando el desastre de Aznalcóllar o, sin ir tan lejos en el tiempo, cuando el «New Flame» en «aguas de Gibraltar», como dijo el otro. Esa contundencia de Demetrio quisiera yo haberla visto en Chaves cuando en Marbella estaban los malayos llevándose hasta la arena de la playa y la Junta miraba para otro lado.

¿A quién han cesado aquí desde que Chaves está en el poder? Pues al presidente de los toros en Sevilla, y pare usted de contar. No Passsa Nada. Ojalá el cese de Pulido fuera una inmensa metáfora del poder en Andalucía, en España y en Sevilla. Hablando de Sevilla: ¿se imaginan que el de las facturas falsas hubiera sido Pulido? Pero como no fue Pulido, pues nada, que siga el Murillo de turno presidiendo la parte seria de este espectáculo cómico-taurino-musical llamado poder político.

 

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