ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Jerez la Valiente en el Rocío

LOS Hermanos Reyes no tienen quien les escriba un palimpsesto. Le dijeron al Simpecado: «Al salir de Triana/ ya no te espera/ una Infanta de España/, gran rociera». Al pasar ese Simpecado por Villamanrique se podría escribir tal palimpsesto: ya no le esperan las gafas de sol de Doña Esperanza de Borbón vestida de flamenca, ni la chaquetilla corta de Don Pedro de Orleáns Braganza a caballo. Al pasar Triana ha tenido que haber un impresionante silencio de palmeras en el Palacio de la Condesa de París, sólo roto por los altos pájaros, por alguna secreta lágrima de una vieja cocinera que al oír tamboriles escribiría sobre su pañuelo el más noble memorial de ausencias de Doña Esperanza y Don Pedro.

Y junto a los centenarios chaparros, cerca de la Raya, soñando Altezas Reales e Imperiales con Triana y Villamanrique, los espurgabueyes quizá le hayan contado la historia a Tomás, el viejo vaquero de Gato, el que se crió en La Cascajera, donde su padre era el vaquero de don José María Ybarra Gómez-Rull, el mejor criador de yeguas árabes que hubo. Pues quizá viviera Tomás de muchacho en la aldea, en 1933, la primera presentación de Jerez, que ahora evoco, cuando veo entrar en el Rocío las cintas moradas en sus sombreros de ala ancha, los carros de mulas que recorren un Coto donde cada garza y cada ciervo llevan aún el recuerdo de un verso de Toto León. Llega Jerez este año estrenando hermano mayor, el caballero calatravo don Felipe Morenés y de Giles, marqués de Villarreal de Burriel, y yo recuerdo cuando en 1933 fue el Rocío el que estrenó Hermandad de Jerez. El mismo año que en Sevilla, 1932, La Estrella se echó a la calle, Jerez se echó al Rocío. Con todos los vientos de la Historia en contra. «Que llueva o que ventee o que haga frío», como en la copla: en la España laica y republicanota, Jerez fundó su Real Hermandad del Rocío. En la Bodega La Constancia de González Byass, don Antonio León y Manjón, Conde de Lebrija (sobrino de tía Regla León, la de la casa de los mosaicos romanos de la calle Cuna), fundó el 17 de abril de 1932 la Hermandad de Jerez, con el Marqués de Bonanza, el Conde de Casares, el Marqués de Torresoto, don José María Reales, vecino de Almonte, el Padre Yllanes, los Isasi, los Díez, el Conde de Villacreces. Una auténtica Maestranza Jerezana al servicio de la Reina de las Marismas, en tiempos tricolores en que estaba perseguido todo apoyo a la Institución Monárquica.

En 1933, Jerez hace su primer camino. Es un pequeño grupo de treinta hermanos, que recorren las tierras albarizas camino de Bonanza, donde cruzan el río hacia la Rocina, atravesando un Coto aún no estatalizado, pernoctando en Palacio. Evoca Julio Domínguez Arjona, como un viejo guarda marismeño de las esencias rocieras, que al frente de los romeros viene pidiendo novelistas el fundador de la hermandad, el Conde de Lebrija, que por su edad viaja en un faetón tirado por cinco mulos, cuyos cascabeles aún podemos oír bellamente por dunas y humedales. Como podemos aún ver, en sepia, que acompaña a los romeros un carro cuya única carga es una sola bota de vino, arropada con esterones: «la bota del caballo».

Y cuentan que en aquel sábado del Rocío se inició una costumbre que hoy perdura en muchas hermandades de los pueblos de la Andalucía: honrar a la bandera de España. En la presentación, un caballero de Jerez llevaba al estribo, como la más querida insignia de la hermandad, una vieja bandera monárquica, roja y gualda, la proscrita, la prohibida. Como la alfonsina que ondeaba a media asta en el Palacio de Villamanrique la tarde que despedimos al rociero Don Pedro, y que me evoca ahora aquella otra tarde. En la que al pasar ante la antigua ermita de la Virgen con fachada de azulejos, el rociano jerezano se alzó sobre los estribos de su montura en que portaba la bandera y gritó: «¡Viva España y Jerez!». Cuentan que desde entonces se incluyó la Bandera española entre las insignias de las hermandades rocieras. Todo fue, querido Felipe Morenés, gracias a vuestro Jerez de sombreros con cintas moradas, del que tan poco se habla en el Rocío. Claro, ¿cómo se va a hablar de Jerez la Valiente en este acomodaticio y pesetero Rocío de aduladores que entregan la Medalla de Oro de la Hermandad Matriz al presidente del partido del aborto y la eutanasia, sólo porque hace con nuestros impuestos lo que debe hacer ante la mayoría absoluta de la devoción rociera?

 

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