ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La tribu de los indios cachimbas

LOS primeros descubridores que exploraron el Polígono Sur o las peatonalizadas parameras del Casco Antiguo encontraron a su paso profusamente apalancados en asociaciones de vecinos, centros cívicos, juntas de distrito y delegaciones y empresas municipales a unos indígenas hasta entonces no conocidos, de los que nos dejaron en sus crónicas cumplida e inquietante noticia: la tribu de los indios cachimbas. Los cachimbas son nativos que pueblan actualmente los organigramas municipales desde el paralelo del Sector Sur hasta el meridiano de La Alameda, donde ejercen su demagogia y se pegan la vida padre. Son individuos aparentemente normales y corrientes, pero que la doblan más bien poco. El explorador Giovanni Ignatius di Zoido, famoso descubridor de bacalás y de primos, sostiene que el cachimba tiene una especial habilidad para colocar a todos los de su tribu. Tú le das una cabaña a un indio cachimba y a los cuatro días tiene colocados allí de asesores, jefes de área, directores de hectárea y gerentes a una buena porrá de ellos, la tribu entera.

El indio cachimba tiene especial orgullo de serlo. Los hay cazadores de subvenciones, agricultores del PER y pescadores en río revuelto, pero por encima de todo se sienten cachimbas: «Yo ser indio cachimba y a la Tribu Cachimba me debo, no a mi socio que me da de comer», suelen afirmar con toda desfachatez los individuos más nolacos de esta tribu, la estirpe de los lolos, indios cachimbas con más cara que espalda, según las mediciones de los antropólogos que les han echado la vista encima, pues lo más normal es que los lolos cachimbas ni estén ni se les espere, pues andan siempre por Cuba defendiendo las libertades y un mojón pá ti.

Cuando Juan Contribuyente, el famoso conductor español del XVI, fue a tomar posesión de la plaza de aparcamiento que había pagado y que aún no se había comenzado a construir, se encontró con los indios cachimbas, y en el relato de su viaje hizo pormenorizada descripción de estos aborígenes. Así sabemos de su afición por la bici y su correspondiente carril, y de su aversión por el automóvil, excepto en su variedad de coche oficial, al que el indio cachimba es tela de aficionado. El indio cachimba lleva en su carcaj una escasa provisión de votos. Los cronistas de Indias (y de Indios) señalan que suelen ser 25.772. Pero no veas el rendimiento que les sacan para el colocamiento de cazos para trincar, como socios de gobierno de lo que haga falta. Los cachimbas son llamados por ello indios cazoletas o indios mangoletas, y algunos los relacionan con los antiguos egipcios, por las posturas que adoptan con sus brazos y manos para trincar la tela marinera del telón del sueldazo oficial que les ponen sus socios, a los que suelen tener cogidos por los que tapa el taparrabos.

El cachimba es un gran defensor de la peatonalización. Investigaciones recientes de la Rosamar University han confirmado que los cachimbas, en el siglo XVII, peatonalizaron alamedas amazónicas enteritas, que rodearon de bolardos, inaugurando solemnemente varios veladores en sus políticas de sostenibilidad y de lucha contra el cambio climático, que les quita el sueño. A eso de las 4 o las 5 de la mañana todos los indios cachimbas se despiertan, porque han perdido el sueño a causa del cambio climático... por los cojones.

Los filólogos de lenguas indígenas sostienen que la voz «cachimba» es una degeneración de «cá chamba», ya que esta tribu, a lo largo del siglo XX, ha tenido cada chamba que no veas. Empezaron cortando las cabezas de los zares y extirpando las libertades en sus dominios, a pesar de lo cual pasaron por salvadores del proletariado, toma ya. Después vino lo de Paracuellos del Jarama, pero eso no va a examen de Memoria Histórica. Y cuando el Muro de Berlín se les cayó encima, no los deslomó. Pero la mayor chamba la han tenido en el Puerto y Puerta de las Indias, donde con su cartuchito de votos mandan tela gracias al famoso Pacto de los Perdedores, vaya chamba la de los cachimbas. Que tienen su paraíso en Cuba, pues en Rusia ya no venden ni una escoba. Por lo que es normal que si vas a la cabaña de un gran jefe cachimba y preguntas por él, te digan: «El camarada está en Cuba». ¡Qué chamba tiene el cachimba, que siendo tan totalitario como Stalin o Hitler y tan fascista como Castro o Pinochet siempre se las avía para ser considerado por los canis y los progres como más democrático que la leche que mamó!

 

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