ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Primo Nolaco, primo Noloco

COMO don Antonio Hernández Lanau me cateaba siempre en Matemáticas en Portaceli, yo no sabía que el 2 era un número primo: el número de primos aparecidos hasta ahora en el Ayuntamiento. El tercero tiene que estar al caer, para que suene a Benítez Carrasco con voz de Gabriela Ortega: «Uno, dos y tres,/tres primos trincando/y uno es de Internet».

Para los que están en el poder tienen de bueno los primos que mientras hablamos de ellos no nos ocupamos de asuntos más importantes, como la cantidad de crímenes que está habiendo. ¿Cuando han asesinado a tantas criaturas en Sevilla, que si La Pará, que si La Juliana? Entretenidos con los primos, no decimos que en las rebajas no se vende una escoba, y que nadie se va de veraneo, porque no hay un duro. Y que el centro, mucho dar barzones la gente, pero comercialmente está muerto. Nunca quise caer en la trampa de los primos. Pero este Segundo Primo es ya de una poca vergüenza tan grande... Yo sabía que Lolo tenía muy poquita vergüenza (política), pero resulta que ahora también tiene árbol genealógico.

—¡Adiós, duquesa de Alba, que no quieres ná con nadie!— le dirán los compañeros de Bellavista que le han quitado la calle a Alvar Negro para ponérsela al camarada padre de otro camarada.

Cuando escribo, ahondan en el árbol genealógico de Lolo para ver si el primo es el primo o no es el primo. Tanto presumir de rojerío, y éste ha acabado como un maestrante cualquiera: buscando en su árbol genealógico. Este es capaz de probar los cuatro apellidos para que metan a Lolo de maestrante y pueda ir a los toros como si fuera a Cuba: de gañote. Primo que yo me creía que era de los Nolacos, pero no: es de los Nolocos. Desde luego que Nolaco...noce a la Vergüenza; pero también es Noloco: Noloco...noce al Primo. Siempre pasa igual. Somos primos de nuestros primos si es para bien y para trincar. Si en vez de una bacalá hubiesen descubierto que a un Silva le han dado el premio Nobel, hubieran dicho los dos:

—Claro que sí, Silva es primo mío. Todos los Silva somos primos. Los Silva venimos de Portugal. Hubo unos Silva que tiraron para Toledo y otros que vinieron a Sevilla, pero todos somos primos.

Como se trata de usted ya me entiende, éstos nolacos van de Noloco:

—¿Silva? Pues no-lo-conozco, ése no es primo mío. Mira mi ejecutoria de nobleza progre, mira mi árbol genealógico...

Yo me creía que los progres no tenían árbol genealógico, que eso era de las pergaminos de Pineda y de los perdonavidas del Aero. Que los comunistas se aviaban en todo caso con la maceta genealógica. No se privan de nada. Aunque profesan de agnósticos, niegan sus castas todas como San Pedro antes de cantar el gallo. Que dice mi Apoderao (que es Cruz Pro Ecclesia et Pontifice) que San Pedro fue el primer nolaco de los nolocos, porque después de negar tres veces que conociera al fundador del negocio, en cuanto que faltó el dueño lo hicieron director general de la empresa, qué poca vergüenza más grande. San Pedro Apóstol tenía que haber sido San Pedro Noloco, no Nola(s)co, San Pedro Noloco. Porque dijo que no-lo-co-nocía, a Cristo. Qué carrerón hizo el muy falso: «Sobre este menos-da-una-piedra no tendré más remedio que levantar mi Iglesia».

Me temo lo peor con la maceta genealógica, digo, árbol genealógico de estos progres de mierda. Lo más probable es que el primo no sea primo de su primo. Me pongo lo que sea a que va a resultar que el tal Silva de quien es primo es de Pepe Luis Vázquez Silva. O de Luisa Silva Mendaro, mi querida Lúa Casa Ulloa. O de Antonio Silva de Pablos, el de la Expo de Zaragoza. O de Manuel Román Silva. Ten cuidado, Manolorromán: has dejado las puñalás del Consejo, pero como eres Silva, tienes todas las papeletas para que te larguen este mochuelo. Porque los verdaderos primos somos nosotros, los sevillanos, que nos tragamos todos los primos que van descubriendo. Pero como los primos son de los nuestros, No Passssa Nada. ¡Ay, si el primo fuera tuyo, Zoido, la que te iban a liar!

 

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