ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Un palio

DESDE el jueves, en el cubierto y enmonterado patio del Ayuntamiento donde habitualmente se muestran las maquetas de las derribadas puertas de Sevilla, quedará expuesto un paso de palio. Un paso de Virgen completo. Completísimo. Un paso que lleva un palio magnífico, de terciopelo granate, bordado en oro por Esperanza Elena Caro en 1942, quien siguió las trazas del anterior de Juan Manuel Rodríguez Ojeda. Con unas bambalinas de malla que los que entienden aseguran que son las que se mueven con más gracia de toda Sevilla. Y tiene en el centro de su techo una gloria que da gloria verla, y que representa a las virtudes teologales de la Fe, la Esperanza y a la Caridad, según diseño de Ignacio Gómez Millán.

El palio que se va a exponer en el Ayuntamiento tiene unos faldones inconfundibles, también bordados por Esperanza Elena Caro, en 1946, y que, como el palio todo, los han copiado otras cofradías en media España y en parte de Sevilla. No, mérito artístico indudablemente tiene de sobra este palio que se expondrá en el Ayuntamiento, en esta museitis que nos ha entrado de la Expo a esta parte, que hasta que no convirtamos a Sevilla parque temático de sí misma no vamos a parar.

El palio en cuestión tiene tal mérito que cada una de sus partes compiten con las otras en belleza y armonía, en riqueza devocional y en valor artístico. Los varales son magníficos. Fueron iniciados en 1930 por el orfebre Cayetano González y se terminaron en 1936 gracias a sus discípulos Emilio Landa, Francisco Bautista y Juan Fernández, que continuaron su obra. Y si buenos son los varales, mejor es la peana, con diseño de Joaquín Castilla Romero y realización del orfebre Francisco Bautista Lozano, quien subarrendó la ejecución de su relieve central de la Anunciación a Emilio García Armenta.

Quienes se acerquen al Ayuntamiento para ver el paso de palio quedarán impresionados por su candelería, realizada por Manuel Seco Velasco en 1955, con un total de 90 piezas escalonadas y divididas en ocho tandas que guardan forma zigzagueante. Las piezas mayores tienen una altura de 95 centímetros y pesan seis kilos cada una, mientras que los candelabros que recogen las velas rizadas miden 30 centímetros, con un peso de 600 gramos. Cada uno de los candelabros lleva grabado el nombre de un donante de los que respondieron a la llamada de la iniciativa personal del Fiscal 2º, don Manuel Távora de los Reyes.

Muchos curiosos se fijarán en el mítico llamador, realizado también por Manuel Seco Velasco en 1955, que aunque hubiera podido representar a la Cruz del Campo, que es más de aquí, representa a San Miguel matando con una lanza a un dragón. Famoso dragón que por el que matan y mueren los aficionados al martillo, con tal de poder tocarlo con título de propiedad, aunque luego digan displicentemente que lo llevan como cualquier otro de su corrida de los siete días de la Semana Santa, sin que el hermano mayor ni la junta le digan que por allí se va al Pumarejo, que es lo que más me extraña.

¿Por dónde iba? Ah, sí, por el llamador del dragón. Si mítico es el llamador, espectaculares son las maniguetas, diseñadas por Joaquín Castilla Romero y labradas por Juan Fernández Gómez en 1940. O los candelabros de cola, también según dibujo de Joaquín Castilla Romero, labrados por los orfebres Landa, Fernández y Bautista, que enriqueció Juan Fernández Gómez con 50 hojas repujadas y cinceladas, y a los que en 1954 Manuel Seco Velasco agregó dos brazos más a cada uno de ellos. Por no hablar de la imagen de la Virgen del Pilar de la delantera, presente desde el centenario de la Guerra de la Independencia y que en su forma actual es un exvoto donado por don José Alonso Luque en memoria de su hijo, muerto en la batalla del Ebro, y realizada en 1942 por el orfebre Francisco Bautista Lozano.

¿Para qué seguir con las jarras de entrevarales o de la delantera, o con los respiraderos, si todo en este palio es perfección y armonía? Pero no se crean eso que dicen, que en el Ayuntamiento van a exponer el palio de la Macarena. Mentira. Van a exponer un palio, que no es lo mismo. Porque, por completo y perfecto que sea, sin la Verdadera Madre de Dios el palio de la Macarena es como un pasito de cruz de mayo.

 

Segunda parte de este artículo: "Fajines por lo civil"

 

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