No sabe la ONU en la que se ha metido encargándole la decoración de la cúpula de su palacio de Ginebra a Barceló, lo cual es una absoluta contradicción. Si se trataba de la cúpula de Ginebra, se la tenían que haber encargado a Larios o a Beefeater, nunca a Barceló, que es de la competencia: suena a ron, no a Ginebra. A ron dominicano de los que anuncian en los programas deportivos de la radio. Este Barceló no ceja porque es de los artistas de la ceja: de los que le hicieron la campaña electoral a ZP para cobrarla en especie. De los progres Visa Platino, que muestran su solidaridad con la clase trabajadora haciéndose un casoplón con las subvenciones que trincan, según inveterada costumbre de la Izquierda Caviar.

Barceló es especialista en estropear cosas. En Palma de Mallorca ha cobrado la millonada de turno para estropear la catedral gótica, que los que han visto la mamarrachada que ha hecho allí vienen con las manos en la cabeza. Ha cogido el gachó y como se las da de ceramista...

—Adiós, Niculoso Pisano...

Como se las da de ceramista, ha repellado el interior de la catedral de Palma todo de barro, en plan Grutas de las Maravillas, porque al tío le gusta una estalactita más que a Del Nido una biografía autorizada. Y lo que era la preciosa catedral gótica de Palma lo ha dejado en Palma...toria.

Barceló no sólo estropea catedrales, sino que se hincha con los carteles de toros. En una ciudad que hay al Sur de la Península Ibérica existe la costumbre de que renombrados artistas progres sean encargados por una partida de carcas de mucho cuidado para que les hagan un cartel taurino vanguardista todos los años, y así puedan pasar por lo que no son y tengan previo pago de la millonada de su importe la coartada de la modernidad. Esos carteles anuncian los toros, que son los que mantienen ricos potricos como corporación a los referidos encargantes, que a nivel particular están casi todos tiesos como la mojama. Hizo el cartel un sudamericano que pinta señoras gordas, y no pasó nada. Hizo el cartel un moderno de Tarifa (no precisamente plana) que hace una pintura como de barraca de feria o del tren de los escobazos, y no pasó nada. Pero, hijo, hizo el cartel Barceló y se armó la mundial. El cartel era para verlo. Representaba una tapa de la nueva cocina: el pinchito de toro, pero con patas de nécora. Todo ello sobre un fondo amarillo, con la mala suerte que da el amarillo. Un amarillo caca de niño chico. ¿Y qué pasó? Pues que la temporada de toros, siempre triunfal en aquella ciudad del Sur de la Península Ibérica, no pudo resultar peor. En aquella tierra riente y alegre, donde siempre luce el sol, en el año que los festejos fueron anunciados con el cartel de Barceló se suspendieron hasta 7 espectáculos, 7, por causa de la lluvia, como si aquello fuese Santiago de Compostela o la sierra de Grazalema.

Tras lo cual se demostró científicamente que este tío es gafe. Prueba de ello es que el turismo se ha venido abajo y las compañías aéreas que allí operan han quebrado una tras otra en cuanto hizo su mamarrachada en Mallorca. Y se suspendió medio abono cuando anunció los toros en esa ciudad meridional. Así que tenga ciudado la ONU, que con la cúpula de Ginebra pintada por el del nombre de ron puede estallar de un momento a otro la III Guerra Mundial. La crisis misma que tenemos en todo lo alto, que dicen global, seguro que es fruto de este tío gafe, en cuanto ha puesto su mano para trincar en la ONU. Reescribiendo para ello el discurso del Loco Amaro. Que España se gaste en mamarrachadas de este tío gafe el dinero del Tercer Mundo es como el discurso famoso del Loco Amaro. El cardenal de Sevilla le preguntó un día al Loco Amaro qué le parecían las costosas obras con que estaba hermoseando el Palacio Arzobispal. Y Amaro respondió: «Todo me parece muy bien; está haciendo Su Eminencia un milagro que sólo hizo Jesucristo, pero al revés. Porque Jesucristo convirtió las piedras en pan, y Su Eminencia convierte el pan de los pobres en piedras». Barceló, con la cooperación necesaria de este Gobierno derrochón y manirroto, aventaja a aquel cardenal: convierte el pan de los pobres del Tercer Mundo en mamarrachadas con estalactitas.