ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Moviola de Segura, Bueno y Amigo

Bajo esta limpia y áurea luz de noviembre que deja a Sevilla como en un Domingo de Ramos otoñal, que hace que estrenes la vista de la Giralda con una claridad nueva, estaba la otra mañana en la calle Sierpes delante de Casa Ruiz, esperando que Isabel hiciera un mandado en la tienda que está donde Virgin Records pegó el barquinazo del siglo. Me puse a mirar Las Cuatro Esquinas de San José, con sus loteros diciendo ya el pregón de la Navidad, y mirando el empaque antiguo de la calle pensé:

—¿Cuántas veces habrá pasado por esta esquina el Gran Poder de madrugada, camino de la Catedral?

Eché las cuentas sin calculadora y no tenía dígitos suficientes en el ábaco de la memoria. ¿Doscientas, trescientas veces? Por eso cuando vemos al Señor en la calle, como anoche por San Vicente, Don Vicente, Vicente y Vicentillo (más bien por Vicentillo), sin saberlo tenemos dentro de la memoria la moviola de la historia de la ciudad, de lo que han sentido y vivido anteriormente generaciones y generaciones y más generaciones de sevillanos.

En Sevilla se equivocó el presocrático. En Sevilla no sólo te puedes bañar dos veces en el mismo río: es que te puedes bañar, lavar la cabeza, afeitar y cortar las uñas de los pies. Todo vuelve a suceder igual que siempre ha ocurrido. Sevilla da tradiciones como Estepa mantecados y Puente Genil, carne de membrillo. A poco que sepas de Historia de la ciudad, todo te suena a viejo conforme se va produciendo como la mayor novedad del mundo. Las novelerías nos apasionan tanto porque, en el fondo, son repeticiones de historias que sabemos cómo acaban, porque hemos visto muchas veces esta película en la eterna moviola de Sevilla.

Esto de la sucesión del cardenal Amigo Vallejo en la sede de San Isidoro, por ejemplo, ya lo hemos visto al menos dos veces los maduretes y puretones del lugar. La sucesión de los arzobispos es como una muñeca rusa. Segura traía dentro a Bueno Monreal, quien a su vez traía a Amigo Vallejo. Y cuando hemos abierto la lacada madera de la figura de aquel muchacho franciscano de Valladolid que vino de Tánger y que, tan guapo, a Bernardeta Vázquez Parladé le parecía el Pájaro Espino de la tele, nos hemos encontrado con la figura de Asenjo Pelegrina. Lo que le han hecho a Amigo Vallejo es una película que ya hemos visto en este salón y que ahora volvemos a contemplar en la moviola. Mutatis mutandis, es lo mismo que cuando con calzador llegó de Vitoria un obispo aragonés, Bueno Monreal, con la bula pontificia bajo el brazo, nombrado por Pío XII, a propuesta de Franco, como arzobispo de Antioquía de Pisidia, in partibus infidelium, y administrador apostólico de Sevilla, in partibus fidelium capillitorum, sin consultarle a Segura, a quien el Caudillo se la tenía jurada desde que no lo dejó que entrara bajo palio en la Catedral ni que pusiera en sus muros la Cruz de los Caídos. En aquella Sevilla hubo dos grandes y contradictorios antifranquistas: Queipo y Segura. Queipo murió y tembló la tierra, como había anunciado en sus charlas. A Segura por poco lo mata el sofocón de verse relevado a la fuerza por un franquista Bueno Monreal al que no dejó residir en Palacio y tuvo que irse a vivir al Seminario de San Telmo.

En la moviola de la Historia, Bueno Monreal protagonizó luego la misma película, en un «remake». Como él de Vitoria, llegó de Tánger en 1982 aquel fraile franciscano tan alto y tan listo, cogió el báculo Magefesa famoso y se puso a pegar baculazos en la diócesis, mientras Pepito Buena Vida, como llamaba Sevilla a Bueno, quedaba el pobre, enfermo, hemipléjico, para ver las cofradías en un balcón de la esquina de Palacio, hasta su muerte en 1987.

En esta película que es siempre la misma, el papel que interpretó primero Bueno Monreal y luego Amigo Vallejo lo encarna ahora Asenjo Pelegrina. Del que no puedo aún decir nada, porque no tengo el gusto de conocerlo. Bueno, sí puedo adelantar algo: Asenjo Pelegrina tiene un nombre de árbitro de fútbol que no se puede aguantar. Esperemos que el colegiado Asenjo Pelegrina arbitre bien el partido. De momento los curas han agotado en Sevilla los alzacuellos y las obras completas de Rouco, de Cañizares y de Don Marcelo. Chaves no tendrá ya la complicidad de un amiguito en la plaza que lleva el nombre de La de Per Me Reges Regnant. Ay, la moviola...

 

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