ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Guajardo, saque ya el cartel

Históricas o inventadas ayer por la mañana, en Sevilla hay una serie de tradiciones que podíamos considerar como reinados civiles. Relevancias y preeminencias sociales que duran un año, al modo de efímeros reinados.

Pongo ejemplos.

Salir de Rey Mago en la Cabalgata supone, como su mismo nombre indica, un cierto reinado civil. El constructor o el nuevo rico que suelta la tela para salir de Rey Mago tiene una especie de reinado, desde el día que lo proclaman como tal en el Alcázar hasta que, al año siguiente, la Docta Casa busca a otro pagache que colme su vanidad saliendo ora de Melchor, ora de Gaspar, ora especialmente de Baltasar, que es lo que más gusta. A los mayores, salir de Rey Subsahariano; a los pequeños, pedirle los juguetes al Rey Subsahariano. Y digo subsahariano porque eso de Rey Negro es políticamente incorrectísimo. Los Reyes Magos del Ateneo tienen, pues, un mandato. ¿Parecido al de Miss España, dice usted? Pues sí: parecido al de las Misses, que son las guapas oficiales del Reino hasta que al año siguiente proclaman a otra.

Otro reinado efímero sevillano, de duración anual, es el del pregonero de la Semana Santa. Desde un día de otoño, un señor particular, abogado, médico, agente comercial colegiado, raras veces escritor, por nombramiento del Consejo deja de ser cuanto es para convertirse en el pregonero. Va y viene, lo traen y llevan, lo agasajan y le entregan prendas mil, y su mandato, además, se prolonga mucho más allá de su discurso en el teatro, durante toda la propia Semana Santa, levantá va y levantá viene, durante las procesiones de gloria del mayo mariano, en el Corpus, en la Virgen de los Reyes y hasta que sale la Reina de Omnium Sanctorum, que es cuando ya nombran al sucesor, todo el mundo se olvida de él y comienza el reinado del mandato del nuevo, al que ahora es a quien traen y llevan, convidan y ponen hasta la corcha de marcos dedicados con la firma del secretario y el visto bueno del hermano mayor.

Otro rito de reinado con duración anual es el cartelista de las Fiestas. De aquí al año que viene, la pintora germano-sanluqueña o sanluqueño-alemana dejará de ser Uta Geub para convertirse en La Que Ha Pintado el Cartel. Hasta que no llegue otro artista con su topicazo pintado de la flamenca y el nazareno, el clavel y el lirio, el incensario y el farolillo, le durará todo el año el reinado.

Y lo mismo que del cartel de las Fiestas que paga el Ayuntamiento digo del cartel del Consejo de Cofradías, o del cartel que edita la Tertulia Ojaneta de la Manigueta, que no hay tertulia «cofrade» (cofradiera, vamos) que no edite su cartel, para que se enteren el Consejo y el Ayuntamiento de lo que es de verdad un cartel, ¡toma ya!

Cuestiones todas las expuestas por las que ruego encarecidamente en tiempo y forma al excelentísimo señor don Alfonso Guajardo-Fajardo y Alarcón, teniente de hermano mayor de la Real Maestranza de Caballería, que presente cuanto antes el Cartel Taurino de 2009, obra del pintor Manuel Salinas, a fin de que acabe ya la vigencia social del anterior, lagarto, lagarto, del que representaba un pinchito de toro sobre un fondo amarillo, con la mala suerte que da el amarillo, realizado por un trincón del Reino cuyo nombre escribir no quiero, porque ese tío es gafe, hasta el punto que hasta se le han desprendido los mocos pegados en la pared con los que decoró la cúpula de la ONU y por los que mangó una millonada destinada al Tercer Mundo.

Por favor, señor teniente, saque cuanto antes el cartel del nuevo año, preséntelo a la prensa, que la empresa lo fije urgentemente por los sitios de costumbre con el anuncio del apoquine del abono. Pero que acabe ya cuanto antes la desgraciada vigencia del Cartel Taurino del Gafe. No hablo ya de las 7 suspensiones, 7 de festejos, acecidas por su mal fario. Hablo de que hasta la Feria del Toro ha estado a punto de ser suspendida, por culpa de la vigencia del maldito cartel taurino. Durante la cual ha llegado la crisis a Wall Street, la recesión al mundo y la ruina a España, con 3 millones de parados. Y durante la vigencia de ese cartel malhadado, el Metro se ha tragado los quioscos enteros. Señor teniente Guajardo: saque el cartel de Manuel Salinas cuanto antes, y que el mallorquín de los cojones se vaya con su pinchito de toro y con tós sus muertos.

 

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