ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


George Clooney en la Plaza Nueva

A las luces de Pascua de la Plaza Nueva le han puesto color Cuaresma. Más sevillano no puede ser. Es lo que nos gusta, la Cuaresma, cuando se oyen ya tambores, no las Pascuas, cuando se escuchan campanilleros o tunas, como anoche, desde el Monumento a la Inmaculada de la Plaza del Triunfo a la Pura y Limpia del Arco del Postigo.

—¿Usted ha visto lo que acaba de poner?

—¿El qué?

—Cómo nombramos en Sevilla de modos distintos a la Virgen. La del monumento de la Plaza del Triunfo es la Inmaculada. La del Postigo del Aceite, siendo la Misma, la Pura y Limpia.

Pues más a mi favor: si se trataba de comenzar ya a celebrar las Pascuas, las luces (de bajo consumo naturalmente) que han puesto en toda la fachada del Ayuntamiento y en los árboles de la Plaza Nueva deberían haber sido de color celeste Inmaculada, celeste Pura y Limpia, celeste seise.

Sevilla se echa a la calle en estos días y no entrará hasta que pase el Rey Baltasar con la Cabalgata. ¡Lo que nos gusta una calle! Dulces de los conventos, traslados de imágenes de la Purísima, besamanos, tunas, luces de Navidad. Y en la Plaza Nueva, la novelería de algo tan antiguo como el café. Yo, que soy de la estricta y antigua observancia Catunambú, me descubro ante el poder de conexión con nuestra novelería demostrado por los señores de Nespresso, con la butic del café que han abierto en lo que en Sevilla llamamos «la acera del Hotel Inglaterra», para distinguirla de las otras tres de la Plaza Nueva, que la cuarta es el andén del Ayuntamiento. He pasado por allí y parecía había algo tan sevillano como un besamanos o una venta de dulces de conventos. Qué de gente. Hasta los topes. ¿Ciudad tradicional, dice usted que es Sevilla? ¡Qué va! Ciudad de novelerías. En toda la calle Sierpes apenas queda un solo bar donde podamos tomar café. Todos los viejos cafés cerraron. No queda uno. Evocación y lágrimas, como marcha de cornetas y tambores: cerró el Britz, cerró la Punta del Diamante, cerró el Café Madrid, cerró Los Corales, cerró La Perlita. (Cerró el Café de París, donde empezó la saga de los Juliá, y que cito para felicitar a la centenaria Doña Pilar, aún al pie del cañón, por su merecidísima Medalla de Oro del Trabajo.)

¿Qué ocurrió con los cafés en la ciudad más cafetera de España? En la Punta del Diamante encontramos la metáfora: donde estaba el viejo café, con su retrato del Doctor Fleming, sus veladores y su gutapercha y la tertulia de Montoto, un Starbucks despacha todos los solos y cortados del mundo en contenedores de plástico, con cucharillas de madera, como las espátulas que usan los pediatras para ver las amígdalas a los niños chicos. De exitazo. Si Sevilla es tan tradicional como dicen, esto de Starbucks debe de ser un apellido sevillanísimo, como Fernández-Palacios.

Pero es que abre Nespresso su butic del café y hay bofetadas para entrar y comprarse las capsulitas mágicas o la máquina maravillosa. ¿Acierto para conectar con los gustos de los sevillanos? Pues sí: pero no por el lado de la tradición, sino por el otro, por el de George Clooney. Por el lado de la novelería. Somos tan noveleros, que hartos de ver la publicidad en televisión, creemos que vamos a ir a la tienda de Nespresso de la acera del Hotel Inglaterra y vamos a pedirle al mismísimo George Clooney en persona que nos ponga uno largo de café y otro con leche en taza.

Lo he escuchado con estos oídos. En esta ciudad empetada del puente, las marías puretonas ganando el Jubileo de la Pestaña ante la butic del café:

—Niña, ¿esto qué es?

—¿Esto qué va a ser, hija? Esto es la tienda que ha puesto Yor Cluni para vender café.

—¿Tan achuchá está la cosa, que Yor Cluni se ha tenido que poner a despachar cafés?

—Hija, ¿tú no lo has visto por el televisor?

—No, yo al que he visto ha sido al chiquillo de Nati Abascal, al que ha puesto de moda ir en pantuflas, que también se ha colocado aquí.

—Ese es el ayudante, pero el que despacha aquí los cafeles de verdad, en esta cafetería tan modernísima, es el mismísimo Yor Cluni. Anda, vamos a entrar, que nos ponga dos descafeinados de máquina con sacarina...

 

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