ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Reencuentro con Navidad en fotos

En Yanduri se ha inaugurado la exposición de fotografías del archivo de ABC, «Reencuentro con la Navidad», que les recomiendo que visiten para que de paso conozcan por dentro un edificio que nos demuestra que por mucho que se quieran cargar de Sevilla, hay mucha ciudad que resiste. Como esta casa afrancesada que don Pedro Zubiría Ybarra, primer marqués de Yanduri, esposo de doña Teresa Parladé Heredia, mandó que le hiciera en 1900 el arquitecto Antonio Rey Pozo, sobre el solar de la derribada Intendencia Militar, donde había nacido dos años antes un niño,Vicentito Aleixandre, que una vez crecidito y figura de la Generación del 27, le dio al joioporculo niño decir que no era de aquí de Sevilla, de la Puerta Jerez, sino de Málaga, de la Sombra del Paraíso, a pesar de lo cual le dieron el premio Nobel.

Tienen que ir a darle al ojo a esta exposición que ha organizado ABC en la Casa (que no palacio) de Yanduri con el patrocinio de Sando y del Santander. Banco que salvó, usándola, la antigua casa, medio francesa, medio gaditana. Este «Reencuentro con la Navidad», exquisitamente preparado por Pablo Ferrand, que sabe de fotos antiguas de Sevilla tropecientas mil veces más que los que viven de haberlas robado, es como una inyección de optimismo en vena, dados los actuales y tiesos tiempos de crisis. Ve uno las fotos de tanta penuria por Navidad y se consuela bastante. En cada foto del Nene Serrano piensa uno, ante aquellos niños con aquellas caritas de pena y de hambre, ante aquellos campanilleros con aquellas ropitas de frío, ante aquellas calles oscuras donde una botella de coñá era un privilegio:

—Por muy mal que estemos ahora con la crisis, entonces sí que nuestros padres y abuelos estaban malamente y las pasaban canutas. Aunque ahora estemos completamente tiesos o bollaos, como le gustaba decir a mi difunto tío Lele Alvarez Colunga, entonces, en aquellas Navidades en blanco y negro y en postguerra, sí que Sevilla estaba tiesa y bollá.

De entre las fotos, hay algunas de reparto de regalos de Reyes a los presos de la cárcel o a los niños del Hospicio, con sus monjas con tocas como escapadas de la etiqueta del Jerez Quina, sobre las que Pablo Ferrand me hizo ver que eran Rosellini o Vittorio de Sica puro: esa película neorrelista sevillana que está por rodar, la pratoliniana «Crónica de los pobres amantes» de los corrales que está por escribir. En las viejas fotos se huele el hambre. Se palpa la miseria. ¡Cuánto frío en esos abrigos largos y raídos, o en las piernecitas desnudas de los niños, a los que no les ponían pantalón largo hasta que tenían en las patas más pelos que El Cigala en el anuncio del From! ¡Qué tristeza más honda la que arrastraba aquella Sevilla de tranvías y bicicletas, como los de ahora, pero sin tirar el dinero! Cualquier tiempo no fue mejor. Aquella Cabalgata de las carrozas tiradas por mulas cortijeras, con las lucecitas de baterías de coche que se buscaba Pepito Caramelos, tiene en la foto que hay en Yanduri mucha nostalgia, mucha magia, mucho ensueño. Pero es muy triste. Representa una ciudad muy clasista, donde la Navidad no era igual para todos, y mucho menos los Reyes Magos.

Los niños tristes de las viejas fotos de Navidad y Reyes tienen caballos de cartón; las niñas, unas peponas horrorosas, aquellas que tenían como vestido una tela clavada con una puntilla en la espalda. Mientras, otros niños ricos que no están en las fotos tendrían en sus casas de la calle San Vicente un tren eléctrico del Bazar Sevillano, junto al Teatro San Fernando, el de los dos faroles que ahora están en la puerta de la capilla de la Carretería. Ya gracias a Dios no es así. Ahora los Reyes traen la misma plai esteichon a Pino Montano que a Los Remedios. Incluso la de Pino Montano es mejor, porque la echan a los bisnietos de aquellos abuelos de los Reyes tan pobres del caballo de cartón y la pepona. La igualitaria Wi Fi es ahora la misma para todos los niños. Y en cuanto al cartel de esta exposición, al regalo navideño a los municipales, cualquiera es el guapo que se atreve ahora a dejarle una botella de aguardiente al guardia del Arquillo, como en la foto. De momento, el Sindicato de la Policía Local lo denuncia a usted por intento de cohecho, en esta bendita Sevilla donde ya no hay clasismo de tren eléctrico, sino igualitarismo de consola de juegos, ni aguinaldo de tristeza contra los sueldos de miseria.

 

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