ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Sevilla sin Sevillana

Un buen observador de la vida sevillana y catador de los cambios que se observan en nuestra ciudad me decía:

—El comercio sevillano cada vez va a menos y un día desaparecerá. Aparte de la crisis, al comerciante lo aburren, lo brean a impuestos, a normas, a papeleo, y se le agota la paciencia y acaba cerrando o traspasando el negocio. ¿Cuántos comercios de toda la vida nos quedan? Ya son comercios de toda la muerte que los va matando. Tú date un paseo por la calle Tetuán, que verás que las mejores tiendas son franquicias de grandes marcas de por ahí, del resto de España o del extranjero. Salvo honrosísimas excepciones de comerciantes que aguantan y a los que habría que hacerles un monumento, Sevilla es una plaza conquistada por las marcas de fuera.

Bueno, pues lo mismo podría decirse de la industria. ¿Cuáles son los grandes nombres de la industria sevillana? Casi todos extranjeros, con Heineken y Renault a la cabeza. Yo no sé si esto es malo o será bueno, pero es así. Y la única reliquia que nos quedaba de una industria estrictamente sevillana, que Sevillana de Electricidad se llamaba, ha perdido hasta su nombre. La que inicialmente fue Compañía Sevillana de Electricidad, la que promovió nuestra tardía revolución industrial, la que luego pasó a Sevillana a secas y más tarde, absorbida por las grandes, fue Sevillana-Endesa, anuncia que ha perdido su nombre, por lo que siempre se argumenta: por imperativo de la Unión Europea. Si lo de Endesa ya era raro para llamar a la Sevillana de toda la vida, imagínense ahora, que se llamará, qué horror, Endesa Energía.

Esto me suena a los apócrifos de Antonio Machado: «Sevilla sin Sevillana». Para Machado era: «Sevilla sin sevillanos, qué maravilla». Para nosotros, «Sevilla sin Sevillana, qué pesadilla». Qué desastre de ciudad, qué poco apoya y valora lo propio, qué poco respalda las iniciativas, cómo desconfía de los emprendedores y los deja más solos que la una. Aquí cada vez hay más grupos de sevillanas, más coros de sevillanas, más discos de sevillanas, más autores de sevillanas, más letras de sevillanas, pero Sevillana, Sevillana, lo que se dice Sevillana, Sevillana de Electricidad, ya ven: como las franquicias de la calle Tetuán.

Caramelos y cera.-En esta Sevilla cada día más sucia, más guarra y más asquerosa, todo el mundo se queja, con razón, de los caramelos de las Cabalgatas repegados todavía en el suelo por las calles. Qué asco. Qué dispendio. (¿No habría una ONG, ahora que hay oenegés para todo, que recogiera esos caramelos para llevárselos a los negritos? Y quien dice a los negritos dice a Los Caballos para restaurar Santa Catalina, por no salir del Jueves Santo). Si cuando acaba la Semana Santa hay unas máquinas que en un momento quitan la cera de los nazarenos y dejan el suelo como una patena, ¿por qué no han sacado ya esas máquinas para los caramelos repegados, tras el paso de esta cofradía por lo civil que al fin y al cabo es una Cabalgata de Reyes, con sus chorreones de dulce cera de menta o de fresa?

El autobús de los ateos.-Hablando de por lo civil. Aguanten la risa, que en la capital del Reino hay una entidad que se llama Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores. Tal como suena. Es menester ver. Sociedad que quiere copiar en Madrid a la Asociación de Ateos de Cataluña, toma ya, que ha puesto en los autobuses de Barcelona esos anuncios que dicen: «Dios probablemente no existe. No te preocupes y disfruta de la vida». Aquí esa publicidad es imposible. Aquí la propia continuidad y funcionamiento de los autobuses es una contundente prueba de la existencia de Dios. Aquí, sin letreros ni anuncios, cada autobús municipal va diciendo: «Que Dios existe lo prueba el milagro diario de que siga funcionando este servicio municipal de transportes, deficitario, costoso y lentísimo, con lo mal llevada que ha estado siempre Tussam».

El último de la guasa.-Mi Proveedor Oficial de Guasa Sevillana me envía por Internet el último. (Como le invito a usted que lo haga, a este correo: redcuadro@yahoo.es ). Me dice mi Proveedor: «El último de tela de guasa de la buena, dice: «—Compadre, hay que ver lo mala que está la cosa, ¿eh?» «—¿Que si está mala? ¿Me lo vas a decir a mí? Mira si está mala, que esta mañana he ido a tirarme desde la Giralda y me han dado el 151, de la de gente que había esperando para tirarse. Así que voy a volver, a ver por qué número van».

 

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