ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Sevilla no es La Rábida

En sus armas podría campear un lema antiguo, como si estuviera labrado en la piedra del blasón que coronase la fachada de la casa de un ennoblecido cargador de Indias: "La Rábida me dio lo que Sevilla me negó". Hablo del profesor don Francisco Morales Padrón, del catedrático, del canario enamorado de Sevilla, del apasionado descubridor literario de la ciudad, del americanista que ha recibido en La Rábida la medalla de oro de la Universidad Internacional de Andalucía como reconocimiento a su carrera universitaria y a sus méritos académicos.
Sevilla es tacaña en el elogio. Tela de agarrada. El desagradecimiento es su viejo oficio. Pero con algunos de sus hijos, naturales o adoptados, se le va la mano. Con Morales Padrón se le fue. Hace tiempo. Cuando veo en muchas esquinas recientes el nombre en azulejos de importantes mamarrachos cuya servil mediocridad les valió que el Ayuntamiento les pusiera una calle, echo en falta el homenaje a los que de verdad, como Morales Padrón, amaron y sirvieron a Sevilla sin pedir nada a cambio y sin esperar nada de nadie.
Morales Padrón pertenece a una generación de americanistas que tuvo a Sevilla como faro y meta, y que se formó en torno a la Escuela de Estudios Hispanoamericanos y a la figura de don Vicentón Rodríguez Casado. Si mi memoria no me falla, me parece que no fue el único canario que llegó desde La Laguna a la Escuela de la calle Alfonso XII: me estoy acordando ahora del tinerfeño Fernando de Armas Medina, a cuyas clases asistí en un curso de verano de la Universidad de La Rábida. Para todos aquellos investigadores americanistas, Sevilla fue, en verdad, puerto y puerta de las Indias. Y de más cosas que de las Indias. A Francisco Morales Padrón, aquella formación sevillana le abrió la puerta para ganar su cátedra de Historia de los Descubrimientos Geográficos en la Universidad Hispalense, cuando las oposiciones universitarias eran oposiciones de verdad y no tómbolas amañadas para los amiguetes.
No sé si se lo han dicho alguna vez al querido Paco Morales, pero me parece que su fundamental aportación a la Historia de los Descubrimientos no tiene nada que ver con América. El principal descubrimiento que hizo Morales fue Sevilla misma, ciudad que le atrapó, y que, como flor carnívora que es, acabó devorándolo. Hago un ejercicio de ucronía que es conveniente para conocer cómo se las gasta Sevilla: ¿se imaginan a Morales Padrón con todo su saber americanista en la Universidad de Yale, o en la Autónoma de México? Le hubiera ido bastante mejor. Pero fue de los que lo dejaron todo por Sevilla. De los que cometieron el "error de amor" de que Cernuda acusaba a José María Izquierdo.
Hay dos Morales Padrón. Uno, éste ya descrito, el catedrático, el investigador, el maestro universitario, la autoridad académica reconocida por todos en el mundo del americanismo. A ése, Sevilla no le ha hecho justicia y la Universidad, auténticas marranadas. Pero menos justa ha sido la ciudad con el otro Paco Morales, con el enamorado de Sevilla, con el que le ha dedicado casi dos docenas de libros, tan fundamentales como el antológico "Sevilla insólita", que se sigue vendiendo y no deja de ser reeditado. El Morales director de la Academia de Buenas Letras. El Morales nazareno de Las Penas, que dio el pregón de la Semana Santa en el Teatro Alvarez Quintero ante unos capillitas que le escatimaron aplausos y le pagaron con un marmóreo y sepulcral silencio. Sólo por haber escrito "Sevilla insólita" la ciudad debía haberle dado a Paco Morales el oro de su medalla y el azulejo del reconocimiento, como han hecho en Huelva. Pero es que, además de ese libro fundamental, Morales se ha hartado de escribir sobre Sevilla, apunta, nene: "Memorias de Sevilla", "Guía sentimental de Sevilla", "Historia de Sevilla", "Sevilla y el río", "Visión de Sevilla", "La Sevilla del Quinientos", "Apócrifo sevillano", "La ciudad de los cinco nombres", "Varias Sevillas" o un documento antropológico de época: "Los corrales de vecinos".
Aún estamos a tiempo para saldar la deuda que Sevilla tiene con Morales Padrón. Igual que se le han reconocido sus méritos en La Rábida, Sevilla aún puede hacer justicia al muy letrado amante de esta ciudad empecinada en dar siempre calabazas a los novios más apasionados por ella.




 

 

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