ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Farruquiteando a costa de Marta

Que inventen ellos, no. Inventemos nosotros. Nuevos verbos que describan las nuevas situaciones. Hace muchos veranos, cuando Marbella era el paraíso del lujerío al que ahora llaman glamur, cuando por allí brillaba como lentejuela de traje largo Gunila von Bismark, remota condesa germana de quien no se conocía más actividad, profesión u oficio que su aparición en los medios, ora llegando a una fiesta, ora saliendo de otra, inventé el verbo «gunilear», que significaba «salir mucho en las revistas por la única razón de que se sale mucho en la televisión, y salir mucho en la televisión por la única razón de que se sale mucho en las revistas».

Tengo muy abandonada la máquina de fabricar neologismos, como lo de Mienmano, que hizo época para etiquetar a un personaje y a una situación de muy poca vergüenza. Va siendo hora de volver a poner en marcha esa máquina, dadas las actuales circunstancias por las que atraviesa la patria (¡toma ya lo decimonónica que me ha quedado la frase!).

Tras echarle tres en uno a la máquina de acuñar neologismos de utilidad pública, estaría por registrar «garzonear». Lo que le ha pasado al ministro de Justicia no es que fuese a una cacería «inoportuna»: es que se ha puesto a garzonear, y para garzonear hay que tener una mínima preparación. No es, como han afirmado algunas fuentes, que Garzón haya bermejeado, no. Es que Bermejo ha garzoneado, traspasando la doble raya de la separación de poderes. ¿Qué es garzonear? Pues como lo de Gunila, pero con toga: salir por salir. Pintar la mona al precio que sea. Y más cosas que me callo, relacionadas con el cazo, pues no quiero meterme en la iconografía del Antiguo Egipto.

En el triste asunto del crimen de Marta todos nos preguntamos cómo en nuestra sociedad han sido borrados los principios y los valores de modo que se produzcan monstruos del horror como esa manta de asesinos que no sólo la mataron, y la tiraron al río quizá todavía con vida, sino que encima, con todo cinismo, fueron los primeros que se pusieron a pegar pasquines sobre su desaparición y a manifestarse para que la buscara la Policía. Y con Marta hay quienes quieren conjugar otro verbo que ha inventado un genio de Alcalá de Guadaira: farruquitear. ¿Qué es farruquitear? Pues hacerse famoso por haber matado a alguien y largarse de Juan Naja de Levante, e ir luego a la televisión, cobrando, en plan Julián Muñoz.

Un fiscal con un bien tan escaso como el agua, cual el sentido común, ha dicho que basta ya de farruquitear a costa de Marta del Castillo, tras observar escandalizado las primeras sesiones de tarde y noche del circo mediático que se está montando. Aquí que en las televisiones y en los periódicos le tapan los ojos hasta al Niño del sorteo de lotería del 5 de enero, hemos asistido a una sesión de casi pornografía infantil en los periódicos más serios. Lo siento, pero muchas de las fotos de Marta con su asesino que se han publicado en los periódicos me han recordado las que interviene la Guardia Civil caminera de la red cuando desmonta una trama de pederastas mercaderes de imágenes. Esas fotos nos han dado una imagen absolutamente infamante de la pobre muchacha asesinada.

¿Y la mamá paseando por las televisiones a su niña chica pintada como una mona, dando vueltas las dos por los platós y supongo que poniendo la mano, a tanto el pelotazo de testimonio de la antigua novia del monstruito? Lamento no saber el nombre del fiscal que quiere acabar con este farruquiteo lamentable, para ponerlo aquí como en un cuadro de honor, porque el hombre se merece un homenaje. Más que la Justicia, el farruquiteo a costa del crimen de Marta sí que es un cachondeo.

 

 

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