LA peatonalización, ¿es una ciencia? Y en caso de serlo, ¿es una ciencia exacta? ¿Por qué tiene tantos defensores en Sevilla? ¿Son acaso objetores de coches y defensores de los zapateros remendones, de la cantidad de medias suelas que habrán de echar tras el triunfo del coche de San Fernando, un rato a pie y otro andando? En Sevilla, como ven, se enfrentan los defensores de dos clases de coches: los coches de toda la vida y el cochecito de San Fernando.

Me pregunto si la peatonalización es una ciencia porque no me explico cómo se juegan a cara o cruz el dinero de tantos contribuyentes cuando deciden cerrar a la circulación rodada una calle. En Tetuán fue bien la cosa: ya saben, donde está el metro cuadrado más caro entre muchas ciudades de España. Al que tenía un local en la calle Tetuán le tocó la lotería. Pero al que tenía un local casi al lado, en O'Donnell, le cayó una ruina la mar de grande, eso es lo que le tocó. Es menester ver: un plumazo del alcalde hace que una propiedad se revalorice o se deprecie si la coge una peatonalización.

En la calle Asunción, la gente está con las carnes abiertas, porque no se sabe qué va a pasar. A los que viven en Asunción los han condenado ya a no poder llegar ni en coche ni en taxi hasta la puerta de su casa. ¿Bajarán de precio esos pisos? ¿Y los locales comerciales? ¿Qué va a pasar con el comercio de la calle Asunción cuando la peatonalicen? ¿Lo han estudiado los expertos de la Facultad de Ciencias de la Peatonalización que se tiene montada el alcalde, o esos expertos no existen? ¿Será una rosa o será un clavel?, por formularlo con el verso de la canción de una ilustre vecina de la calle, Gracia Montes, que vive en el 42 de Asunción y que es una de las afectadas.

¿Será la calle Asunción el clavel reventón de Tetuán o será como las espinas de la rosa dolorosa de O'Donnell? O de otra calle peatonalizada cuya ruina es todavía mayor que la de O'Donnell: Muñoz Olivé. ¿Han pasado últimamente por la calle Muñoz Olivé? Si piensan ir, acudan bien provistos de pañuelos para hartarse de llorar. Casi la totalidad de los comercios de la calle han pegado el barquinazo y han cerrado. Sólo se mantiene abierta alguna heroica butic, el bar simpático que es el único sitio donde por allí puedes tomar café en siete leguas a la redonda. El resto, chirrín, chirrán. Lo que se no se vende, se alquila; y lo que no se alquila, se traspasa.

¿Tuvo alguien prevista esta ruina generalizada y penosísima de la calle Muñoz Olivé cuando se decidió su peatonalización? Quien la decidiera, ¿por qué no indemniza ahora a los propietarios, comerciantes y vecinos damnificados por aquella alegría peatonalizadora? Haciéndola peatonal, una calle se hace comercial... o no se hace. Muñoz Olivé nunca fue comercial. Nunca hubo tiendas en ella. La antigua de Lombardos fue una calle de traseras. Era la calle de la trasera del Teatro San Fernando, la de la puerta de artistas, donde se crió Adelita Domingo. Y era también la trasera de la iglesia del Santo Ángel, por donde se entraba a su sacristía, a las dependencias donde el padre Ismael Bengoechea sacaba la revista «Miriam». Dual Sevilla, con las revistas de la calle Muñoz Olivé: las revistas de Colsada con sus «somos las chicas alegres» entrando por la puerta de artistas del San Fernando y la revista mariológica «Miriam» por la puerta de la sacristía del Ángel.

A pesar de la peatonalización, del mismo modo que los temporales inundan los cauces secos donde se construyó ilegalmente y se lo llevan todo por delante, la crisis ha devuelto a Muñoz Olivé su carácter de siempre, de trasera no comercial. Son los daños colaterales de la peatonalización. Sobre todo de estas peatonalizaciones por las bravas de las que ya no se libra ni la Plaza de España ni San Telmo y que de momento no llega a la Ese 30. Que al paso que vamos, llegará.