ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


¡No nos cabe ná!

Ni el PSOE, ni el PP, ni IU, ni PA, ni Rosa Díez, ni nada. En Sevilla siempre gana el Partido del No Passssa Nada. Lo que en otras sociedades con más pulso (y con más vergüenza) acarrearía dimisiones, denuncias, procesamientos, clamores populares y hasta corrimientos a gorrazos de los responsables por las calles, aquí pasa inadvertido, con perfil plano, y todo el mundo se va de rositas. Da igual. Da lo mismo. Aquí hay una total impunidad política, judicial, civil y ciudadana. De ahí que junto a las armas chicas del No8Do servidor haya puesto en el escudo de Sevilla la divisa del No Passsa Nada. ¿Que no-me-ha-dejado? ¡Anda ya! ¡Tequiyá! Si aquí se deja todo, se consiente todo, por todo se pasa, en todo se transige, todo nos lo tragamos. Sevilla es tela de tragona. A sus títulos reales de Muy Falsa, Difícil, Cobarde y Tornadiza Ciudad, habría que añadir el de Tragona, cual Antonio Filpo agregó el de Mariana a sus títulos oficiales.

Viendo cuanto viene ocurriendo ante la general indiferencia, observados los últimos resultados electorales, que no evidencian cabreo ciudadano alguno y sí mucho contento y adecuación con el Régimen del PSOE por parte de las masas trinconas y votantes, donde hay hasta un PER cofradiero de terciopelo verde, me he acordado de unas sevillanas ciertamente atrevidas que canta el gran Juan Valladares. Sevillanas que no creo que tenga grabadas con el estribillo coral con el que sus amigos cabales se las jalean y subrayan, al modo de las corraleras de Lebrija:

—¡No te cabe ná!

Ni lo tiré al pozo, ni mi novio es cartujano, ni mírala cara a cara. La sevillana que más nos cuadra es la del «¡No te cabe ná!» que le he oído al genial y marismeño Juan Valladares en El Rocío, en casa de mi hermana Fina, coreada por todos los presentes, pero con el estribillo que ponen en plural cada día las hordas de sevillanos tragones, los que no chistan, pero podrían decir, a modo de Orfeón Donostiarra:

—¡No nos cabe ná!

Nos cabe la Torre Pelli, que rompe la línea de horizonte y empequeñece a la Giralda, sin que pase nada.

Nos caben las setas de cemento que alzaron en La Encarnación que sin que todavía hayan explicado para qué ni por qué, y sin que nadie abra la boca.

Nos cabe un Metro Mini que va desde los chirlos mirlos al Aljarafe, sin apenas pasar por lo que entendemos por Sevilla, que no resuelve problema de tráfico alguno, y mucho menos de transporte, sin que nadie rechiste.

Nos cabe que contra la opinión de los vecinos y de los comerciantes les cambien el sentido a las calles y peatonalicen Asunción, San Telmo y lo que quieran, porque les da la gana, sabedores de que nadie protesta nunca.

Nos cabe que hayan hecho peatonal la calle principal, la Avenida, que es como si en Madrid cortaran el tráfico por la Gran Vía o en Barcelona por la Diagonal, y encima la gente contenta con este Parque Temático-Lúdico en que convirtieron el centro, para ruina de comerciantes e incomodidad de vecinos.

Nos cabe un tranvía inútil y carísimo, que va de ningún sitio a ninguna parte.

Nos caben los Hércules de la Alameda que desfiguraron, consagrando como modernidad todo lo peor de su pasado de bajos fondos.

Nos caben las facturas falsas, nos caben los primos, nos caben las subvenciones a las dictaduras, nos cabe la cubierta de la Copa Davis... ¡Nos cabe todo! Eso: hasta nos cabe un tranvía de mentirijillas y un Metro que no es tal. ¡Anda que no nos cabe ná en esta ciudad de borregos, todos callados, donde a la vergüenza torera de los que nos atrevemos a abrir la boca la llaman valentía unos y temeridad otros!

 

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