ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


¿Y quién es la Unesco?

En el asunto de la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía sobre la arboricida Biblioteca del Prado, mi respetado y querido Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, delegado de Urbanismo, me ha recordado a la madre del Hermano Pascual. Sí, el hermano Antonio Pascual Autero, de la Compañía de Jesús, el que nos dio Latín a cuantos pasamos por Portaceli durante muchos lustros. El Hermano Pascual era de Lora del Río, pueblo ribereño de gente sabia, paisana por tanto de Gracia Montes, de Rogelio Reyes Cano, de Juan Cervera Sanchís o de Francisco Vélez Nieto. La madre del Hermano Pascual era de humilde familia, muy orgullosa de la tonsura de su hijo Antonio y de las buenas relaciones que tenía en Sevilla con las familias de sus educandos. Recién terminado el Concilio Vaticano II, en aquellos tiempos de grandes cambios en la Iglesia, fue su hijo un día a visitarla a Lora. La señora, como buena madre, le puso de comer al Hermano Pascual todo lo que sabía que le gustaba a su hijo. Pero como era viernes de Cuaresma, no le hizo el puchero con todos sus nutricios avíos, sino un vegetariano potaje de tagarninas peladas y mondadas:

—Hijo —le dijo—, me hubiera gustado ponerte una buena pringá como a ti te gusta, pero como hoy es ayuno y abstinencia...

El jesuita puso al día a su madre de las novedades conciliares en materia de fe y de costumbres:

—Mamá, ¿pero tú no te has enterado que el Papa ha quitado el ayuno y la abstinencia?

A lo que la buena mujer loreña, muy apegada a las tradiciones, contestó indignada:

—¿Y quién es el Papa para quitar el ayuno y la abstinencia?

En materia de construir mamotretos donde había árboles, al conocer la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis ha dicho como la madre del Hermano Pascual sobre el ayuno:

—¿Y quién es el TSJA para parar la Biblioteca?

Están apegados a la fe del carbonero de la modernidad como la madre del jesuita al preconciliar Catecismo Ripalda. ¿Quién es el Tribunal de Justicia para oponerse a la modernidad y el progreso? El Ayuntamiento ha tenido un arrebato de rebeldía frontero con el viejo bandolerismo. Me ha recordado la copla que estudió mi dilecto José Antonio Gómez Marín y que cantaban los salteadores de trabuco y catite: «El Rey mandará en el llano,/que en la sierra mando yo». El Ayuntamiento ha dado su cante de rebeldía como salteador de jardines: «El TSJA mandará en el hotel del Algarrobico,/que en El Prado mando yo».

Razones todas por las que soy bastante pesimista sobre el futuro de la Torre Pelli, la Torre Cacasol. Sí, Cacasol, no es errata, sino bautizo: eso no será la Torre Cajasol, sino la Torre Cacasol. Una mierda al sol poniente. Un enhiesto mojón en el horizonte de la Giralda. Al Ayuntamiento que no acata las sentencias del TSJA y sigue las obras en El Prado, ¿qué le va a importar lo que diga la Unesco? A los profesionales del Villa Pescuezo de la Unesco que han venido, los habrán puesto de pinceladas hasta la corcha. Pero no de marisco congelado de Gambaria, sino de Jaylu. ¿Cómo le van a prestar atención estos profesionales del gañoteo cultural a los manifestantes del «Túmbala»? Por eso han dejado para las calendas grecas el estudio del crimen de la Torre Cacasol. Van a los hechos consumados, como en El Prado. Las obras del rascacielos van a todo meter. Si las para la Unesco, que lo dudo, será ya tarde. Y aunque las mande parar. Si al cabo de un año la Unesco se une a nuestro «Túmbala», seguro que el alcalde dice como la madre del Hermano Pascual: «¿Y quién es la Unesco para parar la Torre Pelli?»

 

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