Yo sabía que había ingeniería financiera, que es coger un balance de hartarse de beneficios y dejarlo con menos dinero que el que se está bañando, para no pagar impuestos. Esto me parece más bien arte del maquillaje contable. Vamos, como si al referido balance lo cogiera Juan Pedro Hernández, el maquillador de los famosos, y lo dejara tan maqueado y sin arrugas como a Jesús Quintero. Juan Pedro le quita un quinquenio de encima al Loco antes de cada emisión, y como el programa siga mucho tiempo, Jesús va a terminar saliendo como si fuera a hacer la primera comunión, y no una entrevista áulica al baranda socialista que toque.

Ahora sé que también existe la nueva cocina mercantil, y no me lo había advertido don Manuel Olivencia. Ayer, sin ir más lejos, hubo en Sevilla una junta general de accionistas que fue totalmente de nueva cocina. La junta era del Banco de Andalucía, el que consolidó mi recordado y querido don Fernando Solís Atienza. Aprobó la «fusión por absorción» de Banco de Andalucía S.A. con Banco Popular Español S.A. De verdad, ¿a que eso de «fusión por absorción» suena a nueva cocina, al camelo de los platos cuadrados y los cocineros de negro? Tú entras en el difunto Burladero del Hotel Colón (que en paz descanse) y te dicen que Dani García te va a poner una fusión de chocos por absorción de papas, vamos, unas papas con chocos según la nueva cocina, y te lo crees. Lo de «fusión por absorción» me suena a reducción nitrogenada de papas aliñás. Que igual que en «De Tapas», la interesante sección tabernera de ABC de Sevilla en Internet, hacen el concurso de caracoles, podrían dar un premio a la tapa de la nueva cocina que constituya la mayor tomadura de pelo de la ciudad.

Pero lo del Banco de Andalucía (de penitencia, fusionado con sacramental), a cuyos accionistas y presidente presento mis respetos y les deseo toda clase de éxitos, no es quizá nueva cocina mercantil, sino radiografía de nuestra región y de nuestro aquí me las den todas. El Banco Popular se queda con la propiedad del sesquicentenario Banco de Andalucía, que permanecerá sólo como una marca. Cuando usted pase por la esquina de La Adriática y vea que pone «Banco de Andalucía», sepa que dice debajo: «Banco Popular». Andalucía, a estos efectos, es sólo una marca para caer simpático a la gente. Como una franquicia. El Popular se hace de Andalucía como el que viene de fuera se hace socio del Betis o hermano de la Macarena: para legitimar su sevillanía.

Con otra letra, esta música me suena. Total, lo del Banco de Andalucía es lo mismo que La Cruz del Campo. No sólo de ahora, sino de cuando la compró Guinnes. Mantuvieron lo de Cruzcampo como una marca para caer simpáticos, para mimetizarse con el mercado, pero la propiedad voló de Andalucía. Heineken, con mucho tino, ha seguido la misma senda. Mucho verde de Heineken en la fábrica nueva de Torreblanca, pero el que da la cara en La Espumosa, en El Tremendo y a pie de barra y de consumo del tanque de salmuera es el gordo colorado Gambrinus de Cruzcampo de toda la vida. Nos hacemos la ilusión de que Cruzcampo es sevillana como nos creemos que el Banco de Andalucía sigue siendo de aquí.

Hay más franquicias de las que parece. La Junta de Andalucía mismo es una franquicia. Deciden los cambios de presidentes fuera de nuestra tierra, la «fusión por absorción» de Chaves por Griñán. La Junta lleva el nombre de Andalucía, pero quien gobierna de verdad en ella es el consejo de administración de esa gran empresa que manda en España y que se llama Partido Socialista. Ese consejo de administración quita y pone presidentes y decide políticas sin consultar con los clientes, que somos los andaluces. A quienes nos está muy bien empleado todo esto, por tragones. No nos cabe ná...