Quizá usted, aunque esté harto de verlo en la televisión, no sepa qué es un fotocol. Es la castellanización de «photocall», el telón con logotipos publicitarios de organizadores y patrocinadores que ponen a la entrada de todo evento que se precie, para que los famosos posen allí ante los fotógrafos y las cámaras de la tele, de modo que esas propagandas salgan luego gratis total donde quiera que se reproduzca la imagen. No sé a qué viene llamar a eso fotocol, cuando en castellano hay una voz preciosa del lenguaje teatral que significa lo mismo: forillo.

Hecha esta consideración léxica, añadiré que, igual que tantos forillos publicitarios con famosete delante, quizá (y sin quizá) está usted también harto de ver en televisión un invento estrictamente español, que engarza con la estética de las películas de Berlanga o de Almodóvar: el fotocol viviente. Sí, señores: en España hay un fotocol humano, un señor que siempre sale en la foto detrás de los famosos. Insisto que usted está harto de verlo y ahora caerá en la cuenta. Es un señor que, a modo de forillo humano, sale detrás de los famosos cada vez que los sacan por la tele. Le describiré cómo es este fotocol humano, que lo identificará usted al momento, ¡la de veces que lo ha visto en los vídeos del famoseo y del corazoneo!

Tiene apariencia de cuarentón. Es gordote. Usa gafas con correílla de cuero caída sobre el cuello. Con su barba zarrapastrosa, tiene planta entre Clemente el del Palmar de Troya, ayatola del Consejo de Guardianes o judío neoyorquino de la Calle de los Diamantes. Su sonrisa es bobalicona, y no lo digo en su demérito: también suele tener Rajoy una sonrisa bobalicona y ahí está el tío, de jefe de la oposición. Nuestro hombre no habla. Apenas se mueve, más que el imprescindible cabeceo para salir en la foto. Lleva colgada al pecho una como carpeta de plástico, mostrando algo que al parecer vende, diz que lotería, diz que «El Colectivo». Pero, sobre todo, tiene el don de la ubicuidad. Está en todas partes donde haya cámaras del famoseo. ¿Que la Duquesa de Alba llega a Dueñas? Allá, sonriendo, asomando la gaita ora a babor, ora a estribor de los rizos de Cayetana, está el fotocol viviente. ¿Que Belén Esteban acude a Atocha para recoger a Andreíta, que viene de Ambiciones? Allá que está ante las cámaras el fotocol viviente, con una rara habilidad para salir retratado como fondo de Belén, quien por cierto con esa nariz y esas ojeras cada vez me parece más la hija secreta de El Fary. ¿Que la hija de Rocío Dúrcal sale de los juzgados de la Plaza de Castilla en el follón familiar en curso? Allá que está tras la despejadísima frente de Shaila el fotocol viviente con su sonrisa hierática y enigmática.

El nuevo jefe de los espías, mi querido general Sanz Roldán, no maneja las fuentes como las domina el fotocol viviente. Este hombre sabe exactamente qué famoso va a estar en qué sitio y a qué hora, sea en Madrid, sea en Málaga, sea en El Puerto, sea en Sevilla. Y allá que va con su sonrisa boba y su planta de ayatola de los programas del corazón, de obispo del Palmar del famoseo. A hacer lo que le gusta al hombre, que es salir en la tele, con una rara capacidad de ubicuidad. ¿Quién lo financia? ¿Es rico por su casa? Esa capacidad de movimientos tiene que costarle un dineral. Pido a la prensa del corazón que nos presente urgentemente al inquietante personaje, y nos diga quién es él y a qué dedica el tiempo libre. Y propongo que ya que le gusta tanto salir en la tele, todos los viernes, cuando informa del Consejo de Ministros, aparezca en la rueda de prensa de La Moncloa detrás de la vicepresidenta Fernández de la Vega. ¡Entonces sí que de verdad va a salir veces en la tele el fotocol viviente de los famosos, que cada día se gana sus cuarenta segundos de gloria!