Yo os envidio, vecinos del barrio de Santa Cruz. Y os pongo un 10, un «summa cum laude» en ciudadanía, por vuestra total ausencia de encefalograma civil plano y por actuación cívica contra la tropelía del fallido cambio de nombre de la Plaza de la Alianza. Igual que tras el 15-J me preguntaba dónde hay que ir para borrarse de sevillano por la manifa del Betis y el silencio ante todo lo demás, y ayer quise borrarme de español por el lamentable llenazo del Bernabeu con Cristiano Ronaldo, hoy os inquiero, queridos vecinos: ¿dónde hay que apuntarse para ser como vosotros? Porque nos habéis dado un ejemplo a todos los indolentes y tragones sevillanos del «aquí me las den todas»; del «no te signifiques, chiquillo, porque te quitan la subvención y echan a tu niña, la que está colocada en la Junta»; del «no vale para nada protestar porque, total, van a hacer lo que les dé la gana».

Lo digo, respetabilísimos vecinos, por vuestra protesta ante el absurdo y caprichoso cambio de nombre de la Plaza de la Alianza. Mi colega Carlos Colón, que de muchacho fue vecino de esa plaza, comentaba que ni el franquismo del suegro de Gallardón (¡muy bueno lo suyo, Peputrera!) se atrevió a quitar los nombres antiguos e históricos al barrio de Santa Cruz. Y a lo que no se atrevió el franquismo ni el sarampión izquierdista del primer ayuntamiento de la presente y bendita democracia, osan estos señores monteseirinistas que gobiernan gracias a 25.770 votos de Izquierda Unida. La cual, con el ilustrísimo señor don Antonio Rodrigo Torrijos, haciendo una raya en el agua, le ha quitado al PSOE municipal la brocha y la escalera. La brocha de poner «Indalecio Prieto» y la escalera de quitar los azulejos históricos de «Plaza de la Alianza». ¡A tomar por saco la chorrada que se le ocurrió al alcaide del Alcázar! Así que mi felicitación a los vecinos del barrio de Santa Cruz, no se me caen los anillos por extenderla al señor Torrijos, quien ha demostrado una sensibilidad poco habitual en la Casa Grande, al tener en cuenta la protesta ciudadana y anunciar «congelado temporalmente» el cambio de rótulo.

A mí me gustaría saber el nombre del valeroso vecino que se enfrentó a los albañiles que estaban quitando los azulejos de la rotulación en la fachada de su casa y que exigió una orden judicial para dejarlos trastear en su propiedad. La actitud de ese vecino es la que deberíamos seguir todos los sevillanos: no aguantarnos, no tragar, defender nuestros derechos con la ley en la mano ante la virtual dictadura municipal. Y me gustaría poner aquí también los nombres de todos los vecinos que, contra la endémica enfermedad sevillana de la indolencia, se manifestaron enérgicamente contra los martillos que machacaban los azulejos de las letras, primos hermanos de las motosierras que nos han dejado a Bami como si fuera el Sahara.

Pero como no sé el nombre de ese vecino esforzado y ejemplar, ni me cabe la nómina de todos los manifestantes, les dedico el popurrí del bolero por antonomasia sobre el barrio, de «Dos cruces» de Carmelo Larrea. Así que, con música de «están clavadas dos cruces», canten conmigo:

«Ay, barrio de Santa Cruz,/con la plaza la Alianza,/a la ciudad de Sevilla/habéis devuelto confianza./ No sois un barrio tragón,/nadie se queda callado,/y a Sevilla en la protesta/el ejemplo le habéis dado.»

«Están quitando las letras,/pero protesta un vecino,/ y se vuelve el albañil/ por el camino que vino./Están quitando las letras,/en la Plaza la Alianza,/y el vecino con su gesta/ha conseguido pararla.»

«Ay, barrio de Santa Cruz,/vuestra protesta ha servido,/y ha congelado la orden/el mismísimo Torrijos./ Que viva María José,/vivan todos los vecinos,/y que viva la cachimba,/la cachimba de Torrijos.»