ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El hombre que salvó el Carnaval

De Cádiz, claro, ¿de dónde iba a ser, joé? Ese hombre ha muerto en Madrid, a los 92 años. Era el padre de Pilar Cernuda. Se llamaba José María García-Cernuda Calleja. Nieto de Saturnino Calleja el de los cuentos, fue un destacado falangista. Orteguiano intelectual de Falange, escribió «Cubre tu pecho», un himno de amores y luceros que se cantaba en todos los campamentos del Frente de Juventudes. Amigo de Cela, estaba en el Café Gijón con Lula de Lara, Eugenia Serrano y Federico Muelas cuando Camilo les leyó «La familia de Pascual Duarte», que acababa de escribir. No tengo el dato, pero me pega que Cernuda, nacido en 1917, haría la guerra en el Altavoz del Frente con Dionisio Ridruejo. Ya en la paz, empezó a trabajar con Carlos María Rodríguez de Valcárcel, jefe nacional del SEU, y ocupó entre otros cargos el de delegado nacional de Educación Política, que era la Educación para la Ciudadanía de aquel régimen, tan parecido, como ven, al actual, donde partido y gobierno también se solían confundir.

Cuando Valcárcel es destinado a Cádiz como gobernador va con él Cernuda, de delegado de Prensa y Propaganda. Traduzco: como el Hombre del Lápiz Rojo de la Censura, aunque también del germen de lo que habría de ser el Ministerio de Información y Turismo. Cuando Cernuda llega a Cádiz, el Carnaval no existía. Como si no tuviera cosas más importantes que hacer en el frente del Ebro, a Franco no se le había ocurrido otra cosa que prohibir el Carnaval en 1938. En otros lugares de España daría igual. Pero allí era como si en Sevilla los republicanos hubieran ganado la guerra y hubiesen prohibido la Semana Santa. En aquel 1947 de nueve años sin Carnaval hubo un agosto terrible. Días antes de que un toro matara a Manolete en Linares se produjo la explosión del depósito de minas de San Severiano. El cielo se puso rojo, que yo lo vi desde Rota. La explosión vistió a medio Cádiz de luto. Llevó la tristeza a la ciudad de las alegrías. Tanto, que el gobernador Valcárcel pensó que había que levantar los ánimos. Muy identificado con las cosas de Cádiz, fue Cernuda, paradójicamente el hombre de la censura, quien convenció a Valcárcel para que dejara salir los prohibidos coros y chirigotas del Carnaval, para elevar la moral de la población.

Cernuda, antes de la explosión, había conocido a viejos coristas gaditanos. Los comparsistas le habían mostrado su deseo de volver a sacar un corito en alguna velada de verano. Convenció a Valcárcel. Quien permitió que aquel coro de veteranos volviera a cantar viejos tangos. Y tras escuchar la «Piñata Gaditana» de José Macías Retes, no encontró motivos para no permitir de nuevo la celebración de las fiestas. Había garantías políticas. Entre los coristas figuraba, por ejemplo, Joaquín Fernández Garaboa «El Quini», totalmente adicto al Régimen, ex combatiente de la División Azul, que en la estética marinera de la ciudad hasta se había tatuado en el brazo el escudo de la Falange. Y tanto levantaron los caídos ánimos de Cádiz los coristas con sus viejos tangos, y tanto gustó la fiesta a Valcárcel, que el gobernador se las ingenió para recoger el sentir popular, apoyar la iniciativa de Cernuda y conseguir que Madrid permitiera una resurrección del Carnaval según la ideología dominante, disfrazado como Fiestas Folklóricas Gaditanas.

Más que Valcárcel, pues, el que verdaderamente salvó y recuperó el Carnaval fue García-Cernuda, sin renunciar a sus principios falangistas. O por ellos precisamente: la Sección Femenina de Falange, a la que pertenecía Pilar Lago, su mujer, hacía en la época una labor análoga, rescatando por los pueblos un folklore en trance de extinción. Si luego el Carnaval alcanzó la libertad plena es porque paradójicamente el propio Hombre del Lápiz Rojo de la Censura lo salvó de la prohibición. ¡Que el Dios Momo tenga en su gloria de papelillos a García-Cernuda!

 

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