ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La Ciudad de los Afectados

No es que yo la tenga tomada con el Ayuntamiento por su actual campaña de estrechamiento de calles y de conversión del centro peatonalizado en una especie de parque temático, una Isla Mágica sin portugueses. Es justamente al revés. Es que el Ayuntamiento la tiene tomada con nosotros. ¿Cuánto dinero se está gastando por culpa de los societes rojetes para poner Carril Bici y estrechar las calles, de Torreblanca a Bellavista y de San Jerónimo al Patrocinio? Pues quizá el dinero que nos haría falta para mantener el servicio de autobuses sin que esté al borde de la ruina. O para no subir el precio del agua. Yo, la verdad, con esa polémica del precio del agua, que nos van a cobrar más en vista de que somos ahorradores y no la derrochamos, es que no me atrevo ni a pedir un botellín de Lanjarón en un bar. Después del cafelito, en el rito sevillano del vasito de agua tras el buen Catunambú espumosito...

—¿Me permite un inciso?

—Venia concedida. Pero a ver por dónde me va usted a salir, no vayamos a tenerla...

—No, por la espuma. Que me ha hecho usted pensar que a los sevillanos nos vuelven locos dos bebidas con espuma: la cervecita y el cafelito. Decimos que tiran muy bien la cerveza allá donde haya un camarero que sea un virtuoso de la espumosa. Y decimos que ponen muy buen café donde el Catunambú te lo sirvan cremosito y con su espumita por lo alto.

Ea, pues apúntese usted, oh lector, un 10 en sevillanía por su aportación doctoral, por este Manual de Espumas, que es el título de un libro de Gerardo Diego, el poeta a quien el otro día atribuíamos la autoría del secreto ciprés de Santa Marta en la plaza de la Virgen de los Reyes.

Antes de la venia íbamos por el agua. Que decía que no me atrevo ni a pedir un botellín de Lanjarón en un bar, tras el cafelito. Porque me digo:

—¿Y si con el botellín de Lanjarón dejo de consumir un vaso de agua de Emasesa, y por mi culpa mi amigo y vecino taurino profesor doctor don Manuel Marchena nos sube el precio, porque la cosa del consumo está muy achuchá?

E iba diciendo también que el Ayuntamiento la tiene tomada con nosotros, haciéndonos la ciudad cada vez más bonita para los turistas, pero más incómoda e insoportable para los que la habitamos. ¿La Ciudad de las Personas decía usted, Don Alfredo? Já, já, poleá. Ciudad de las personas era cuando el autobús te dejaba en la mismísima Plaza Nueva. Cuando mis famosas señoras de Los Remedios se bajaban del taxi en la puerta de su casa en la calle Asunción. ¿Pero ahora Ciudad de las Personas, con una Avenida pregonada como peatonal pero en la que si no te coge una bicicleta es porque te ha pillado el tranvía? Esta no es la Ciudad de las Personas. Es la Ciudad de los Afectados. Todos somos afectados: los taxistas, los comerciantes, los vecinos de las zonas peatonales, los conductores sin calles por donde circular y sin aparcamientos donde estacionar. No lo digo yo. Lo ha dicho Maribel Montaño, la Victoria Vera chuchurría y torpe que por fin que se ha enterado de lo que tiene decir con respecto a la peatonalización de la calle San Jacinto. Ha dicho que esa peatonalización se pondrá en marcha (cito textualmente) «cuando los afectados por las obras sean informados». «Afectados»... Vamos, ¡como los damnificados de una arriá! Como los que han cogido la Gripe A. Ergo la peatonalización no da beneficiados, sino afectados. Privilegio que tienen los afectados de San Jacinto. Por lo menos van a tener el detalle de informarles cómo les van a dar por saco. Al resto de los sevillanos nos convierten en afectados sin informarnos por qué y para qué nos dan por saco en esta ciudad que cada vez es más Amsterdam con Semana Santa.

 

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