En plena canícula agosteña -me dice el sevillano que ha vuelto y me da hecho el artículo-, cuando todas las televisiones parecen ponerse de acuerdo en repetir sus bodrios más logrados de la programación anual y huyendo de los infumables concursos japoneses, de los espacios de hondo contenido cultural donde brilla Belén Esteban, me dediqué a hacer zápin hasta que vine en dar con Sevilla TV. Me encanta esta cadena. Con su Paco Robles y su Víctor García Rayo, que lo mismo sirven para un roto que para un descosido, tan cercanos. Y esos anuncios tan nuestros del Centro Capilar Mariano García y de la Escuela Internacional del Güín Chún Chian Lí del maestro Domínguez Bolaños. Tras unos minutos embebido en esos deliciosos anuncios, comenzó una entrevista de Cristóbal Cervantes a la presidente del Parlamento Andaluz, doña Fuensanta Coves. ¿O es presidenta? Ni el interés ni la pedagogía política hicieron acto de presencia en una entrevista sin transmisión alguna, y sólo las ganas y el buen hacer del presentador consiguieron arrancar algunas palabras a la invitada, que no es precisamente el prototipo de la alegría andaluza. ¿Y qué dijo la eminente señora? Pues habló de los ciudadanos y las ciudadanas, de los andaluces y las andaluzas, de los parlamentarios y las parlamentarias, de los diputados y las diputadas, de los sevillanos y las sevillanas. ¡Ah! Y buen rollito por un tubo. ¿Quiere usted más?

«Llega a mis manos una carta de Recursos Humanos (vamos, de lo que toda la vida ha sido Departamento de Personal) de la Ciudad Sanitaria Virgen del Rocío (vamos, de lo que toda la vida ha sido García Morato), y dirigida a un profesional que acababa de ser contratado para una sustitución veraniega, en la que se le daban la bienvenida y algunas recomendaciones elementales acerca del trabajo que iba a desempeñar: Estimado compañero/compañera. Para a continuación seguir hablando del trato con el supervisor y la supervisora, la plantilla de médicos y médicas, los enfermeros y las enfermeras, los celadores y las celadoras, los enfermos y las enfermas, los usuarios y las usuarias. Y después dicen que la sanidad andaluza está atrasada. ¿Quiere usted más?

«Voy a una misa de difuntos en la que oficia un cura moderno. Se hartó de dirigir frases a los dolientes (y dolientas) y resto de la asamblea cristiana, refiriéndose a todos y todas llamándonos hermanos y hermanas. En la homilía dijo que tras la muerte nos espera el paraíso donde junto a Dios estaremos con todos y todas los santos y santas. Y en el responso final, ofreció una oración por todos y todas los hermanos y hermanas difuntos y difuntas. ¿Quién dijo que la Iglesia es una institución anclada en la Edad Media? ¿Quiere usted más?

«Empieza el nuevo curso escolar y recibo una carta de la AMPA (vamos, la antigua asociación de padres de alumnos) del colegio donde estudia mi hijo, en la que dice: Estimado/a padre/madre del alumno/a. En interés de nuestros hijos/as. los profesores y las profesoras. padres y madres de los alumnos y las alumnas. ¿Quiénes serían los imbéciles que redactaron ese Informe PISA que decía que España está a la cola de Europa en educación? ¿Quiere usted más?

«En plena depresión postvacacional me llama mi compadre: "Oye, que el domingo, y como despedida del verano, vamos a hacer una barbacoa en mi patio. Vente con Reyes y el niño y echamos el día. Yo pondré las carnes y la bebida y tú te traes el pan, los tomates para la ensalada y algo de marisco." ¿Marisco? ¿Algo de marisco en plena crisis y después de unas vacaciones? Bueno, ya veré. Me voy a la plaza, sondeo los precios y no me llega el presupuesto. No sé qué hacer, dudo por unos instantes hasta que, resolutivo, le pido al pescadero: ¡Póngame un kilo de sardinas y sardinos! Todo arreglado. ¿Quiere usted más?»