ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


En Ave a Madrid por Zaragoza

Cada vez que me monto en el Ave, hasta la corcha, con los letreros electrónicos de Atocha pregonando el «completo» en los próximos, me pregunto lo mismo: toda esta gente que llena los Aves de Sevilla a Madrid, ¿dónde viajaba antes de la alta velocidad? En avión, desde luego que no. No había en Iberia aviones suficientes como para traer y llevar a tantas criaturas entre Sevilla y Madrid. Y en tren, menos. ¿Cuántos trenes unían a Sevilla con Madrid antes del Ave? Pues no me sé el nombre de todas las estaciones como el loquito maravilloso que llevó Quintero a los Ratones Coloraos, pero así a bulto recuerdo que entre Madrid y Sevilla estaban el exprés, el talgo, el correo y pare usted de contar. Ergo probablemente el órgano ha tenido que crear la función. Es el «poyaque» del Ave. Como el «poyaque» de las obras en los pisos, que hace que los presupuestos de las reformas se doblen:

—Poyaque van a cambiar la solería, vamos a poner también muebles de cocina nuevos, Mari.

—Poyaque están pintando el cuarto de los niños vamos a pintar también el dormitorio nuestro, Pepe, que está que da penita verlo, que no se pinta desde que yo estaba embarazada de Macarena.

Con el Ave creo yo que ocurrió igual. Los sevillanos, que antes viajaban bastante poco, empezaron a decir:

—Poyaque hay Ave, vamos a ir a Madrid a la boda de tu sobrina.

—Poyaque hay Ave, vamos a ir a ver esa exposición tan bonita del Museo del Prado y nos volvemos en el día.

El Ave cambió los hábitos de los sevillanos. Pero, ay, no cambió muchos de los modos de actuar de la Renfe. Por ejemplo, en cuestión de billetaje y ventanillas. Sí, ya sé, hay venta por teléfono, venta por Internet y Venta Esteban en Jerez, no veas qué berza con tagarninas ponen, ¿no te jode? Pero contrimás sistemas modernos de venta existen, más difícil es cambiar el billete. Envidio el aquí te pillo y aquí te mato del sistema de Barajas para el Puente Aéreo de Barcelona, que llegas, metes la tarjeta de crédito y, ¡zas!, camino del avión que vas con tu billete en la mano. Si el Ave es de hecho un «puente aéreo terrestre», ¿por qué no te puedes montar con un billete válido en el primer tren que salga, que sería lo cómodo y lo rápido, aunque también hubiera plazas con reserva previa? Como no es así, si te surge una urgencia de tener que ir a Madrid debes entrar en un engranaje de ventanillas y colas que es aproximadamente como cuando circulaban el Catalán o el Carreta de Córdoba. De otro tiempo.

Y si en Madrid has acabado antes de lo que pensabas el mandado que ibas a hacer y quieres adelantar el regreso a Sevilla una hora o dos, toca madera. A ver si no hay colas, y tienes suerte de que te toque el empleado eficiente y simpático, o el más frecuente amargado de turno, con la cara así de larga, que después que has estado media hora con los nervios en la cola, a ver si te da tiempo coger el de las 19, te dice el tío que no te puede cambiar el billete, porque como te lo sacaron en la empresa con otra tarjeta de crédito, la tuya no sirve, que te tienes que volver a las 21.

Por todo lo anterior cada vez me gusta más ir de Sevilla a Madrid pasando por Zaragoza. Sí, por la calle Zaragoza. Por la oficina de viajes de Renfe en la calle Zaragoza, de 9,30 a 14 y de 17,30 a 20, para sacar allí el billete como un señor, sin colas, con sillas si hay que esperar y con dos caballeros sevillanos de Renfe, don Manuel Sánchez y don Enrique Morales, efectivos, atentísimos, dando la cara amable de una compañía que nos desprecia a los sevillanos y que la tiene más apretá que la pata de un paso. Ay, si en las ventanillas del Ave se encontrara uno a personas como Sánchez o Morales, los de la calle Zaragoza. Y ay, si en Renfe la alta velocidad hubiera llegado a la venta y cambio de billetes, sobre todo en ese terror con carteristas rumanos que es Atocha.

 

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