La Universidad de Sevilla tiene un excelentísimo y magnífico señor rector con freno y marcha atrás, como los cuatro corazones del injustamente olvidado Jardiel Poncela. No la Olavide, que es de ayer por la mañana, no: la centenaria Hispalense, la que sustituyó su viejo escudo del «Sigillum Universitatis Hisp.» con San Fernando y sus dos arzobispales compadres de charlita, por la modernez absurda del logotipo de la escultura de la Fama que está en la portada de la antigua Fábrica de Tabacos. Digo yo que ese escudo podía ponérselo en todo caso Altadis, compañía para la que sería muy propio, pero no la Universidad, que no tiene nada que ver con el tabaco. Aunque, bien mirado, quizá sea buen símbolo de cómo están las cosas del Foso hacia allá. La estatua de la Fama toca una trompeta, dicen unos. Otros aseguran que no, que han olido aquello, y ante el tufo a Ketama que da, juran por sus niños que la estatua universitaria de la Fama no toca la trompeta, sino que se está fumando un porro trompetero tamaño XXL, que no es lo mismo. Tabaco, pues, sí: pero con la yerba marroquina dentro. Que a unos les da por la risita y a otros por la defensa de la chuleta.

Por eso hay quien atribuye a la imitación de la estatua de la Fama en su parte trompetera la llamada «Normativa Reguladora de la Evaluación y Calificación de las Asignaturas», alias Derecho a Copiar. Ni emporrado perdido se le ocurre a nadie proclamar las excelencias del copieteo, la defensa de la chuleta y la consagración del vago, en el que debe ser templo de la excelencia académica y del esfuerzo intelectual. Ahora dicen que esas normas no hablaban del derecho a copiar. ¡No ni ná! Bueno, sí, lo llamaban «incidencia». Con rigor universitario, como si aquí hubiera Facultad de Veterinaria, la Hispalense distinguía entre la chuleta de ternera, la chuleta de cerdo, la chuleta de cordero y la Chuleta de Incidencia.

Con esas normas yo llegué a pensar: ¿no será que los catedráticos que las han dado aprobaron la carrera a base de chuletas y consiguieron su cátedra copiando de Wikipedia? No creo que sea el caso del rector, en absoluto. Pero la venturosa realidad es que el rector Luque ha echado el freno al derecho al copiteo y ha dado marcha atrás a las normas que nos han hecho sentir vergüenza a todos los sevillanos ante el pitorreo nacional que se ha formado.

—O sea, que el rector ha desmentido lo suyo del No Passsa Nada.

¡Ya lo creo! Aquí sí ha pasado: han dado marcha atrás tras servir de cachondeo a España entera. Y me alegro que el sunami de indignación de la opinión pública haya puesto las cosas en su sitio. Aparte del tirón de orejas de la Junta, que ha cateado al rector, me impresionó el profesor Rafael Sánchez Mantero, que dijo que le daba vergüenza pertenecer a la Hispalense. No, la catea ha sido importante. Al rector lo han hartado de cosquis en esa catea. Cate y catea. ¿No se trataba de no catear automáticamente al que pillaran copiando? Pues al rector lo ha cateado la opinión pública que le ha dado la catea, porque lo ha pillado copiando la subversión de valores de esta sociedad relativista donde rige el principio del Todo Vale. En el comunicado del freno y la marcha atrás, el señor Luque nos ha vendido su detergente del prestigio de la Hispalense, a buenas horas, mangas verdes y togas negras: «No me cabe la menor duda de que el sentir general de la Universidad de Sevilla pasa por la recompensa al mérito y al esfuerzo, el reproche al tramposo y el reconocimiento a la autoridad del profesor». No sé la del profesor, pero la autoridad del rector ha quedado en el fondo del Foso con el cate que se ha ganado a pulso por su exaltación del tramposo. Ahora, con freno y marcha atrás, lo han dejado todo para el consejo extraordinario de gobierno del lunes. Tal como a los cateados los dejan para septiembre.