ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Para Roja, la del Santander

YO soy mucho de la Montaña. No de eso de Cantabria que se han inventado, que es una caricatura montañesa con un señor verborreico con pinta de cantor de boleros en las ferias de los pueblos, yendo en taxi a La Moncloa a entregar latas de anchoas de Santoña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego. De la Montaña de los versos de Fernando Villalón: «Echa vino, montañés». La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.

Cada vez que veo por televisión a Emilio Botín, me acuerdo de esa Montaña. Tú le pones a Emilio Botín un babi de crudillo, lo colocas detrás del mostrador de un almacén de Cádiz o de un ultramarinos de Sevilla y es talmente un chicuco al que le vas a pedir un cuarto de garbanzos y la mitad del cuarto de hueso de jamón para el puchero. Lo digo como el máximo honor para el presidente del Santander, que me recuerda el esfuerzo, la capacidad de trabajo, la tenacidad, la constancia de los santanderinos que dejaron su tierra para levantar el comercio de toda España. El Santander, al fin y al cabo, es la más floreciente tienda de chicuco que hay en España. Como soy mucho de la Montaña, soy mucho también del Santander, al que llegué desde su fusión con un banco que tenía nombre de coche de Don Alfonso XIII: el Hispano. Los hombres del Santander me recuerdan a las viejas glorias del Cortinglés, a los «interesados» que llevan en la solapa el escudito de los XXV años de permanencia en el emporio de Ramón Areces. En esta España que quiere doblarla cada vez menos, los chicucos del Santander son la otra cara de la moneda. Yo he visto a muchos directores de sucursal currelando todavía a las 8 de la tarde... desde las 7 de la mañana. Vamos, como el mostrador del almacén de los chicucos.

Así que no me extraña que el Santander, la Montaña de Botín, sea el número 1 de la banca de Europa. En una España asfixiada, recortada, acosada por la crisis y por la deuda del Gobierno, Botín ha sabido apalancar 75.000 millones de euros en depósitos con su política del 4 por ciento. Botín no tiene ninguna prima de riesgo. Todas las primas (y las cuñadas) del señor Botín son señoras sin riesgo alguno. Botín y todos sus empleados llevan con orgullo la corporativa corbata roja. La mejor Roja no es la de Iker Casillas y su novieta: es la Corbata Roja de Botín y sus hombres. La Roja de Del Bosque ha sido derrotada por Suiza, pero la Roja de Botín le ha ganado a la banca de Zurich y de Ginebra. ¿Elecciones anticipadas dice usted? Como la cosa está achuchada y unas elecciones son mucho gasto, ¿por qué no nombramos mejor una gestora y ponemos de presidente a Emilio Botín? Y de vicepresidente a Isidoro Álvarez el del Cortinglés, naturalmente.

 

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