ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Tres generaciones ante las Setas

Juro por lo más sagrado que cuanto voy a contar es auténticamente verdadero. Como lo son casi todas las cosas que aquí relatar se suelen, aunque no lo crean ni sus protagonistas. Como me ocurrió el otro día en casa de Curro Romero con José Víctor Rodríguez, Victorio en el siglo de su arte creador de la moda de Victorio y Luchino. Tras el artículo sobre la invasión china en el comercio sevillano, me dijo:
—Hay que ver la imaginación que tienes, inventarte lo de «Victorio y Los Chinos» para los que venden moda en la Puerta de la Carne...
—Que no, José Víctor, que no me lo he inventado yo. Que es verdad que las funcionarias de la Diputación le han puesto ese mote a esa tienda maravillosa.
—¡Anda ya!
Y no se lo creyó, por mucho que le juré que no era invención literaria, sino realidad de la gracia de Sevilla. Así que no quiero que ahora les ocurra a ustedes con cuanto les voy a contar como le pasó a Victorio el de Luchino con el chino fino y tela elegante de Santa María la Blanca.
Esto va sobre las Setas. A este paso, las Setas van a tener más literatura y leyenda encima que la Giralda. Me lo cuenta un sevillano, que el otro día pasaba con su suegra octogenaria por la calle Imagen, y al llegar a las setas dichosas, la buena señora le preguntó:
—¿Aquí qué están haciendo? ¿Pisos, no?
Y ahí me tienen al sevillano ante la papeleta. ¿Cómo explicar a la suegra qué están perpetrando en La Encarnación? Y no digo ya a la suegra: ¿quién se explica y en qué cabeza cabe el disparatón que han levantado en La Encarnación con el dinero que no tenemos, y que sólo en los sobrecostes del retraso nos lleva costados 41 millones de euros, que son 6.818 millones de pesetas, que se dice pronto?
El sevillano, que por cierto se lleva divinamente con su suegra y no como otros, salió del paso como pudo, al responder a la buena señora:
—No, éstos son... Eeehhh... Esto es, verás, ¿cómo te diría yo?
Y ahí se quedó. Más parado que la venta de la antigua Jefatura de La Gavidia. ¿Cómo le explica uno a una señora de 80 años qué son las Setas sin que le dé un sopitipando? ¿Qué se le dice, Dios mío? ¿Que es una estructura arquitectónica de vanguardia? ¿Que es un invento de última generación para revitalizar la parte norte del Casco Antiguo? ¿Que es un mercado enmascarado? La buena señora no entendió nada.
Pero el caso es que el mismo sevillano, cuando paseaba días después con su hijo de tres años tras haberlo llevado a ver nacimientos y escaparates de juguetes en vísperas de la Cabalgata, llegó otra vez a la calle Martín Villa, y al chiquillo le llamaron la atención las setas. Y al pasar por La Encarnación, justo por ese nuevo Arco que se han inventado para una Sevilla sin murallas (y sin pies ni cabeza), como los niños, los locos y los borrachos dicen siempre la verdad, el chiquillo le preguntó al padre, estrictamente verídico y literal:
—Papá, ¿esto pá qué lo han ponío?
Y el padre sevillano, acordándose de la anterior pregunta sin respuesta de la abuela del niño, de su suegra, no tuvo más remedio que decirle a la criaturita:
—Pues lo mismo digo yo, hijo mío: que esto pá qué lo han ponío.
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