Me hace mucha gracia y me entretiene bastante cuando en los
programas del tomateo del corazoneo sacan el polígrafo. La
palabra en sí es deslumbrante. No sé qué tiene que ver el
helenismo «polígrafo» con la máquina de la verdad, que es de
lo que se trata. Polígrafo es un señor que escribe mucho,
con bolígrafo o sin bolígrafo. Más que El Tostao. Cuando yo
estudiaba Bachillerato, el polígrafo por excelencia era «el
polígrafo montañés don Marcelino Menéndez y Pelayo», que
tenía nombre de Ronda que el Tío de la Mariscada corta para
su Ciclovida.
En la televisiva prueba del polígrafo sientan a una
lagartona que se acostó con un torero y ahora vive de
contarlo, y le enchufan los cables de la máquina de la
verdad. Le preguntan:
—¿Le puso usted los cuernos a su pareja con Fran Rivera?
La preguntada, indignada, responde que de ninguna de las
maneras, que ella es más fiel que Peña. Que Peñafiel. Y el
que maneja el polígrafo, que siempre es un caravinagre que
se da muchísima importancia, responde con mucha solemnidad:
—El polígrafo dice que... miente.
Y el público, aleccionado por el que dice cuándo hay que
aplaudir, pues si no, no cobran, exclama a coro:
—¡Oooooooooooh!
Bueno, pues deberían inventar polígrafos portátiles, que
serían más que convenientes y útiles para andar por Sevilla.
Por la falsa Sevilla. Polígrafos para aplicarlos a los
falsos sevillanos. En Cádiz a los sevillanos nos llaman «los
miarmas». No se enteran. Más que los miarmas, los sevillanos
somos los güenagente. Todo el mundo nos parece buena gente:
—Manolo, qué güenagente eres...
Y se va Manolo. Pero no va Manolo por la esquina, cuando el
que le ha dicho a Manolo que es muy güenagente le comenta al
que hace veinte segundos se lo oyó:
—¡Qué pedazo de sieso manío está hecho Manolo!
—¿Pero tú no le acabas de decir que es mú güenagente?
—Es que con el peligro que tiene Manolo, cualquiera no le
dice que es mú güenagente.
Ahí, ahí es donde yo querría que hubiera polígrafos
portátiles, polígrafos Nokia, para saber quién dice la
verdad en esta Ciudad de las Falsías. De lo que oímos al
cabo del día, ¿qué porcentaje de verdad hay? Bajísimo. Hay
mundos sevillanos, como el de las cofradías, donde la verdad
es un bien escaso. Escasísimo. Las cofradías están llenas de
Güenagentes Oficiales que en cuantito se acaban de ir pasan
a la categoría de Menudo Hijoputa Está Hecho. De ahí la
urgencia del polígrafo portátil. Se ponía en una
casa-hermandad que yo me sé y salía echando humo, porque no
estaba programado para tanta falsedad.
La falsedad es absolutamente imprescindible en Sevilla para
triunfar, para brillar socialmente, para practicar el
deporte local de pintar la mona y figurar, y pasar por
Güenagente Oficial y Homologado. Por eso conviene ir con el
polígrafo al menos en la mente, y aplicar la máquina de la
verdad a tanto falso chuflón improductivo del figuroneo, que
parece que te perdona la vida. Mal le va aquí en Sevilla al
que dice como repetía en Jerez la abuela del pregonero
Fernando Cano:
—A mí no me han parío pá hasé papeles...
Ni a mí. Y así me va en la Muy Papelona Ciudad de la
Güenagente.