ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Bares chinos

No sé si se acuerdan que sugerí al Gremio de Taberneros que fuesen rezando lo que supieran a su patrona Santa Marta, para que a los chinos no les dé por abrir bares, porque entonces, adiós, primera industria de Sevilla. Lo dije cuando me enteré que en Madrid «un chino» ya no es un restaurante, o una tienda de los desavíos, o un Victorio y Loschinos de ropa de señora: puede ser también un bar. En Madrid los chinos han saltado de los restaurantes a los bares. De los misteriosos restaurantes, con su decoración como de película de kunfú, que ves esas entradas de templo budista, con sus columnas rojas y sus dragones dorados, y te parece que va a salir de allí un chino en pijama blanco, descalzo, con cara de mucha mala leche, dando mascás, tragantás y patadas en la boca. Digo lo de misterioso porque yo, como usted, no sé cómo se mantienen tantos restaurantes chinos, si mira uno por los cristales donde está puesta la carta de los rollitos primavera y dentro nunca hay nadie comiendo. ¿Usted ha visto alguna vez entrar a alguien en un restaurante chino? Uno ve entrar gente en El Espigón, en Casa Manolo, en Manolo Vázquez, en cuarenta mil sitios, pero nunca he visto a nadie a la puerta de un restaurante chino tipo La Gran Muralla Macarena, que el nombre por cierto tiene arte como de la Centuria...

Bueno, pues me dicen que los chinos ya han iniciado su desembarco en los bares de Sevilla. Ojú. La Playa Omaha de esta Normandía está en la Cruz Roja. Más concretamente, en la confluencia del comienzo de la avenida de la Cruz Roja y Fray Isidoro de Sevilla. Muy cerquita de tantos bares tradicionales de Pío XII, como Tremendo o Vizcaíno, por poner sólo dos ejemplos y un poner. Pero, no se crea que va a encontrar allí rollitos primavera y arroz tres delicias, ese arroz chino que tiene nombre triplicado de paseo a la orilla del río y frente al Costurero de la Reina. Nada de cerveza china, ni de licores chinos, de ésos que tienen una salamanquesa muerta dentro de la botella, qué asco. En el chino de la Cruz Roja ponen la Cruzcampo fresquita, como está mandado. Y sirven las tapas sevillanas de siempre: tenemos la ensaladilla, el menudo, las huevas con mayonesa.

Y me dicen, pero no he podido confirmarlo, que por la calle Feria hay ya otro bar regentado por chinos. ¿Es buena o es mala esta invasión china? Es preocupante. Las tiendas de los chinos no quitan directamente puestos de trabajo, ya que los comerciantes sevillanos no tienen tiendas de chinos, salvo alguna de los desavíos en los barrios que cumple una función por el estilo. Las tiendas de los chinos destruyen empleo por la competencia que hacen a los comercios que tienen que cerrar, porque con los impuestos, con el convenio colectivo, con las cuotas de la Seguridad Social, no pueden dar esos precios. Pero lo de los bares será peor. ¿Cuántos puestos de trabajo dan los bares en Sevilla? Tienen que ser miles. Todos pueden irse al garete (por no decir al carajo) si los chinos desembarcan en la cerveza, en el largo de café y en la leche manchada. Tirarán los precios y la gente irá a desayunar a un chino, que habrá descubierto el mollete de Antequera. Y no darán empleo, todo quedará en familia, como suelen: el chino padre en el mostrador, el chino hijo sirviendo los veladores, otro chino de la familia fregando vasos, la china madre en la cocina y la china jovencita en lo suyo, vendiendo rosas o gorros con lucecitas. Y abiertos desde las 6 de la mañana hasta las 2 de la madrugada, siete días en semana. Aviados van los bares como lleguen los chinos. No quiero ni pensar lo baratas que pueden dar los chinos las tapas de cazón. En amarillo, naturalmente.

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