ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Salva por un artillero

Hablaba como Bécquer. Me refiero al habla del teniente general don Manuel Esquivias Franco, a quien, si no tuviera ambas manos sobre el teclado, le dedicaría este artículo en primer tiempo de saludo a su honda sevillanía, su patriotismo, su sentido de la familia. Digo que el general Esquivias hablaba como Bécquer porque había crecido en ese tiempo en que aún podían distinguirse las hablas de cada barrio. Los sevillanos de la Macarena (fíternota) no hablaban como los de Triana (tequiyá), y había unas hablas señoriales del centro, distintas en cada feligresía, como en el dicho: «De la Catedral a la Magdalena, se almuerza, se come y se cena; de la Magdalena a San Vicente, se come solamente...» El barrio de San Lorenzo tenía un habla especial, que Rafael Montesinos conservó desde su nostalgia de Madrid y que sería la de Bécquer. Tal era el habla sevillanísima, pura de San Lorenzo, del general Esquivias. Y toda la gracia de esta ciudad seria, honda y señorial.

Aparte de la defensa de la democracia, la lealtad al Rey, el amor a la Patria o los valores que nos enseñaron los Jesuitas, a él en Villasís y a mí en Portaceli, con el general Esquivias me unía nuestra común devoción por Cádiz. Don Manuel era fiel cada año al veraneo en la residencia militar de Cortadura, donde un gran comparsista, El Purri, que trabajaba allí de camarero, le ponía al día de las coplas de Carnaval. Siempre me pregunté si el gran sentido del humor de mi general Esquivias era del barrio de San Lorenzo o, artillero al fin, gaditano, de las bombas que tiran los fanfarrones. Me alababa una mañana de verano un apartamento que creo había alquilado en el Paseo Marítimo y con esa gracia me decía desde Cádiz:

— No vea usted, Burgos, la vista que tengo desde mi terraza. Los días claros se ve Buenos Aires...

En esta hora de su muerte, en que tantos recuerdan su lealtad a la Constitución y al Rey en las difíciles horas del 23-F en la Plaza de España, como sé que estaba hasta la gorra con sus tres estrellas de cuatro puntas de aquella historia que para él fue algo tan simple como obedecer y cumplir con su deber, me quedo con este otro perfil, quizá desconocido, de nuestro querido artillero, más sevillano que el zapatón de bronce de su colega Daoiz en La Gavidia. Un sevillano clásico, al que veo ahora en una foto de familia, hacia 1937, con sus padres y todos sus hermanos en uniforme de la guerra. Un español que defendió hasta sus últimos días un firme código de valores de los que tuve constancia en muchas llamadas que me hacía tras leer algún artículo, en muchos correos electrónicos que conservo, pues nada de nuestro tiempo le era ajeno.

Lo vi por última vez esta Feria, cuando entré confundido y muy temprano en una caseta que no era la que buscaba, sino la suya. Allí estaba el general Esquivias, feliz, rodeado de sus hijos, su nieterío y su bisnieterío. Se levantó y me dijo:

— Tómese usted una copita con nosotros, Burgos.

Me lo dijo con su habla sevillana de San Lorenzo, de pareja nombrada del Gran Poder. Con el acento de Bécquer o Montesinos. Pero iba con bulla y no me pude tomar esa copita. Ahora lamento haberme perdido la última copa con tan gran sevillano. Por el que me voy a nuestro Cádiz y ordeno y mando en su nombre que en su memoria los cañones que hacen de guardacantón en las esquinas disparen fúnebre salva y que su estampido repita por los glacis de Cortadura su credo artillero: «Gritemos con el alma un “Viva España”/y sienta el corazón un “Viva el Rey”.»

 

 

Articulos de días anteriores

Ir a página principal (Inicio) de www.antonioburgos.com

 

Para buscar dentro de El RedCuadro

 
    

 

Correo Correo

Clic para ir a la portada

Biografía de Antonio Burgos


 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España. 
¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio