ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Gracias, Hemingway

Sevilla tiene una atracción universal irresistible. El sevillano que fue el mejor director que el Hotel Alfonso XIII ha tenido, Antonio Lopera (el de las tarjetas con «Nada que ver con el del Betis»), me ha legado muchos de sus papeles personales con recuerdos del hotel. Y entre ellos, una lista de huéspedes ilustres del Alfonso XIII que demuestra esa atracción universal de la ciudad. Miren, miren qué personajes estuvieron alojados en el Alfonso XIII: Cole Porter, Cartier, el mariscal Petain, Rothschild, Churchill, Eva Perón, Fleming, Tyrone Power, Hussein de Jordania, Somerset Maughan, el cardenal Spellman, Deborah Kerr, Bette Davis, Esther Williams, Paul Morand, Truman Capote, Ava Gadner, Arthur Rubinstein, Ludmila Tcherina, Merle Oberon, Maureen O´Hara, Orson Welles, Alec Guinness, Ingrid Bergman, Anthony Quinn, Omar Sharif, James Mitchener, Peter O´Toole, Arthur Miller, Cantinflas, Graham Greene, Jean Cocteau, Otto Skorzeny, el Aga Khan, Audrey Hepburn, Mel Ferrer, Melvyn Douglas, Brigitte Bardot, Edward Kennedy, Raniero y Grace de Mónaco, Soraya, Jean Paul Belmondo, Dominique Lapierre, Richard Widmark... Es sólo parte de la interminable lista, con todo Hollywood y media historia del Pulitzer y de la política europea y americana contemporánea. Huéspedes que, por cierto, firmaron en un Libro de Oro que yo he visto con estos ojos y que me aseguran desapareció en un trasiego de cambio de arrendatario del hotel de propiedad (y responsabilidad) municipal.

En esa lista está, por descontado, Ernest Hemingway. Igual que en Pamplona conservan la habitación del hotel donde Hemingway dormía la papa cuando venía a ponerse ciego en los Sanfermines, y los americanos ricos pagan hasta 1.500 euros por pernoctar allí, aquí también tiene que haber en el Alfonso XIII el cuarto donde se hospedó Don Ernesto. En la triste almoneda que se ha hecho del mobiliario histórico, seguro que se vendió en Merkausado la cama donde durmió Hemingway.

De todos esos visitantes históricos de la ciudad, entre Hollywood y el Gotha, Orson Welles ha sido el que ha dejado más leyenda. Estamos hartos de ver fotos de Orson Welles en primera fila de barrera en los toros, «fumando un puro más grande que él»; o en un pesetero por la Feria, filmando con un tomavistas. Pero en cambio no me cuadra Hemingway con Sevilla. ¿Cuándo, por qué, para qué estuvo Hemingway en Sevilla? Le paso las incógnitas a Alfredo Jiménez Núñez, a ver si escribe sobre Hemingway una ficción tan interesante como su reciente novela del comisario Maigret en Sevilla, «Asesinato en primavera».

Intuyo que a Hemingway no le interesó nada Sevilla, a pesar de los cientos de bares y tabernas, con lo moyatoso que era. Y menos mal que Hemingway no fue asiduo de Sevilla, como Orson Welles. Me alegro de eso cada vez que veo los empetados encierros de Pamplona o esa borrachera colectiva vociferante y de tan mal gusto cual los tendidos de sol en los toros. Todo lleno, como me decía El Potra (que en Pamplona era Don Miguel Criado) «de americanos borrachos en calzones cortos», que vienen a Pamplona tras haber leído a Hemingway. A las masificadas fiestas de Sevilla lo único que les faltaba era que Hemingway les hubiera hecho la propaganda ante los americanos, como se la hizo a Pamplona. ¿Se imaginan los americanos de Hemingway hartos de aguardiente en la calle Parras el Viernes por la mañana? ¿Se los imaginan ciegos de rebujito en la Feria, o tirados por los pinos en el camino del Rocío? Gracias, Hemingway, por elegir Pamplona y no Sevilla.

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