ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC,  12  de julio de 2014                 
                                
 
Del andamio a la bandeja
 
Pues nada, aquí seguimos haciendo amigos...por las que hilan. Como la medalla del amor, pero en materia de mosqueo del personal: "Hoy un enemigo más que ayer, pero uno menos que mañana". Por culpa de una máxima de Aristóteles, filósofo griego que tenía nombre de inmigrante dedicado al cuidado de una persona mayor, cuyos parientes agradecidos lo reseñan al final del duelo en su esquela de defunción: "Y sus fieles servidores Humberto Aristóteles y Estrella Yerai". Decía Aristóteles, antes que se dedicara a arrastrar sillitas de ruedas de señores mayores por la calle Asunción, que "Amicus Plato, sed magis Veritas". Que traducido resulta: "Soy amigo de Platón, pero mucho más de la Verdad". Lo del Evangelio que pone en la entrada de la Cope en la calle Rioja: "La Verdad os hará libres".

-- Pues le hará a usted muy libre, como los taxis, pero le crea una cantidad de enemigos que no vea...

A los que dije en mi discurso de agradecimiento del Premio Manuel Ramírez que hay que cuidar. A las amistades hay que cuidarlas y a las enemistades, más todavía. Por eso insisto en el asunto de los camareros malajes de Sevilla, que me cuentan que son también los de muchas otras ciudades de España. Y un lector me ha dado la clave en un mensaje: "¿Sabe usted por qué muchos camareros son tan majales? Pues por la sencilla razón de que no son camareros, sino peones de albañil en paro que se han colocado de camareros como se podían haberlo hecho de vigilantes de seguridad si tuvieran el carné". De profesión, malaje. Lo que pasa es que un camarero de fortuna procedente del andamio en paro es mucho más barato que un buen profesional del oficio, y nadie le pide el carné. Me dicen, y aquí sí que me voy a crear enemigos en la Patronal de Hostelera, que la culpa de que haya tantos camareros malajes la tienen los empresarios. Por no pagar sueldos como Dios manda le dan la bandeja de camarero al primero que llega pidiendo trabajo o al que le mandan, al rebujón y sin preparación, desde la Oficina del Paro o como se llame eso donde las criaturas hacen cola.

Antes no había en Sevilla estos camareros malajes que abundan tanto ahora porque eran profesionales, y se sabían su oficio, y conocían a los clientes, y complacían sus gustos sin tener que preguntar, y en cuantito el coronel del puesto de la Guardia Civil de la calle Gerona entraba por las puertas de El Rinconcito, el Carlos de la época le estaba diciendo:

-- ¿Lo de siempre, mi coronel?

Y "coronel" se le quedó a ese como púlpito de tinto hasta la bola con el que el señor coronel del puesto de la calle Gerona se ponía tan a gustito en cuanto que salía de servir a la Patria en su destino y comenzaba su diaria ofrenda al dios Baco en el ara de la caoba del más que centenario mostrador. Donde hay profesionalidad no hay malaje. Está el camarero una mijita sieso de toda la vida, que es una cosa muy distinta al malaje. El camarero más serio que La Mortaja, muy distinto al malaje. La siesura o siesitud del camarero atravesado de Sevilla de toda la vida era como la profesionalización de la malajería o malajitud. Hasta para ser malaje como camarero hay que tener oficio, y no como estos de aluvión y acarreo desde el ahora inactivo gremio de la construcción, los que te traen el vaso cogido por el borde. Si por algo estoy deseandito que se acabe la crisis (aparte de para que dejemos todos de estar tiesos como mojama o como garrocha de Javier Buendía) es para que todos los camareros de ocasión regresen al andamio del que nunca debieron salir, porque es lo suyo, y no la bandeja que los empresarios de hostelería, con tal de ahorrarse un duro (o dos) le entregan a cualquiera, sin más preparación profesional y sin más módulo de formación ni nada.

-- Pues sí que cuida usted a sus enemigos, Burgos. El otro día se echó usted encima a todo el gremio de camareros y hoy, a todos los dueños de bares de Sevilla.

Gajes del oficio y de Aristóteles: "Amicus Plato, sed magis Veritas".

 

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