VENÍAN
los dos desde Sierpes hacia la plaza, bajo la solanera
de estas calores a las que ya casi nadie llama del
membrillo. Traían esa inconfundible planta de los
capillitas, el oro del escudo de la hermandad en la
solapa del traje oscuro. Y de cuestiones de cofradías
supe al verlos que andaban, porque aunque el uno es
hermano mayor y el otro consiliario de una hermandad
cuyo nombre no habré de decir, por la diferencia de sus
profesiones y hábitos de vida, en viéndolos juntos
adiviné que o iban a Palacio o de algún mandado
relacionado con sus amores de Lunes Santo venían.
Sin quererlo ni pretenderlo, vinimos
a encontramos en el justo lugar de la plaza donde,
cuando montan los palcos, caen los dorados sillones de
la presidencia. Allí que nos paramos, en toda la
solanera, ante una Casa Grande en obras y con grúas,
como en un barrunto de tambores:
--Juntos los dos y a estas horas les
dije, en cosas de la hermandad andáis...
--Pues tú te creerás que nos hemos
escapado del recuadro, o que venimos para dártelo
hecho, porque esto va de recuadro, pero, vamos, mortal
de necesidad... Porque es verdad eso que tú dices, que
cuando tiene mérito hablar de Semana Santa es ahora,
antes de la feria de San Miguel...
--Después está tirado y al alcance
de cualquiera, evidentemente... ¿Y puede saberse dónde
vais? ¿Hay bronca con Palacio, o con Isorna, y vais a
remediarla con fray Carlos?
--No, con Palacio están ahora las
cosas estupendamente; no vamos allí, pero vamos a algo
por el estilo, que no te vas a creer cuando te lo
digamos...
--Si me lo decís, haré esfuerzos por creerlo...
--Pues aquí donde nos tienes, vamos a buscar
predicador para el quinario...
--¿Tan pronto?
--No creas que es tan pronto, es que
no queremos que se nos adelante nadie. Este año la
Semana Santa cae bajísima... ¿Tú sabes cuándo es
este año el Domingo de Ramos?
--No, la verdad...
--Pues es el 25 de marzo, bajísima.
--¿Y la Cuaresma, cuándo empieza?
--El Miércoles de Ceniza es el 13 de
febrero. Así que verás que la Semana Santa está a la
vuelta de la esquina como aquel que dice. Y aquí, con
estos martillazos en la plaza, hasta podemos decir que
ya huele a Semana Santa...
No eran, ciertamente, ganas de oler,
que ahí está, nada, dentro de unas semanas, la Virgen
del Valle en la calle, que será este año anticipo de
esa Semana Santa que cae tan baja. Siempre que la Semana
Santa cae baja, cae muy alta la prisa de Sevilla por el
reencuentro con sus cosas. Los dos capillitas, conforme
los vi marcharse para hablar con un predicador cuyo
nombre no conseguí que me dijeran, iban como con prisas
de vísperas ya. Ellos estaban ya viendo el altar de
quinario con aquellos ojos con los que me miraban desde
el misterio con que hablaban del campanazo que iban a
pegar en el mundo de las cofradías con semejante orador
sagrado...
Y me fui andando por Sierpes, y en la primera zanja
de obras me acordé que la otra mañana, que entré a
tomar café en una taberna de San Esteban donde
desayunaban los albañiles de las calicatas del lugar,
también estaba escrita la misma impaciencia que los
capillitas del Lunes Santo en la cara traían. Un
cartón entre las botellas del Machaco tenía pegada una
estampa del Cristo del Buen Viaje y otra de la Virgen de
los Desamparados. Con un número escrito en tiza
tabernaria, el barrio de San Esteban iba contando los
poquitos días que faltan ya para el Martes Santo.
|