Antonio Burgos / Antología de Recuadros

Diario 16,  30 de marzo de 1993          

Antonio Burgos

Tontos con balcones a la calle

No sé si se siguen reuniendo en Madrid aquellos guasones ingenios de la Corte que daban su premio anual "Al Tonto Contemporáneo", que consistía en una tiza, pues todos sabemos lo que le gusta a un tonto una tiza, más que a Javier Arenas una oración a Nuestra Señora de los Remedios, la patrona de su pueblo, para que el Partido Popular, Virgencita mía, se quede por lo menos como estaba, como estaba en la última encuesta. Aquellos premios del Tonto Contemporáneo eran muy útiles, porque venían a decir en voz alta y en Madrid lo que pensábamos por lo bajini y en provincias. Grandes mitos patrios comenzaron a ser desmontados gracias a los Oscares de la Estulticia, que los cogen los americanos y se montan un Dorothy Chandler Pavilion que lo de esta madrugada en televisión se iba a quedar en una zapatilla rusa al lado de la estatuilla al tonto.

Tenemos al tonto nacional muy dejado de la mano de Dios desde que aquella catártica tertulia cesó en su cometido por las razones que fueren, en las que tengo entendido que no fueron ajenos los propios manejos de los tontos para que la cuestión no continuara, porque, a lo tonto, a lo tonto, y nunca mejor dicho, cualquier año podía caer a uno de ello, que España es una nación muy dada a la estricta observancia de la antigüedad y sus grados, y aquí tenemos tontos de escalafón que devengan pero que muchísimos trienios y a algunos hasta les han dado un reloj de oro al cumplir los veinticinco años en el puesto.

Si esos ingenios de la Corte no se hubieran cansado, yo les propondría que incluyeran en sus premios una categoría especial, que tenemos clarísima por aquí abajo y que hace muchísimo efecto cada vez que es citada en Madrid. Fui la otra noche a Madrid a hacer un mandado, y en la cena estaban hablando de alguien sobre quien dije, aplicando las categorías meridionales sobre la condición humana:

--- ¿Ése? ¿Pero no sabéis que ése es tonto con balcones a la calle?

No conocen en Madrid esto de los tontos con balcones a la calle, y por eso en Madrid hay tantísimo tonto con balcones a la calle. ¿Es larga la gran calle de Alcalá, no, la que tanto reluce cuando suben y bajan los andaluces del poder, no? Bueno, pues en la gran calle de Alcalá hay tantísimos balcones por la infinita cantidad de tontos con balcones a la calle que hay en Madrid. Se soluciona así el problema de que en algún momento puedan faltar balcones para tanto tonto.

"¿Y cómo es el tonto con balcones a la calle?", podrá preguntárseme con inquietud y curiosidad. Pues el tonto con balcones a la calle es aquel cuya estulticia es tan manifiesta que se muestra al exterior. Es muy distinto del tonto de portal segundón o de escalera de servicios, que como es un tonto que suele dar a un patio interior, pasa más inadvertido. Pero el tonto con balcones a la calle proclama a los cuatro vientos su condición, sin reparar en gastos. Incluso los hay de condición especial, como de grupo especial, los tontos con balcones a la calle de cinco estrellas, que son los tontos con balcón de esquina.

Si yo me pusiera ahora a hacer, aunque fuera someramente, una relación de tontos con balcones a la calle y tontos con balcón de esquina, papel me iba a faltar en todo el periódico para completarla, esto iba a parecer los anuncios de casas de masajes. Pues los balcones de los tontos con ellos dispuestos pueden ser churriguerescos, o góticos, o regionalistas, o racionalistas, o incluso de estilo internacional. Tenemos que divulgar los criterios de catalogación para que la gente pueda ir clasificando tantísimo tonto como se encuentra, ahora que los que proclamaban al Contemporáneo se han cansado. O han desistido, por la muchísima competencia que hay en el género...

 


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