Antonio Burgos / Antología de Recuadros

Diario 16, 17 de diciembre de 1992

Antonio Burgos

Los nuevos ornamentos sagrados

 

Ojalá nada de esto sea leido por un teólogo de cámara de Su Santidad el Papa, porque puede ocurrir que en la próxima edición del Nueva Catecismo se harte de meter pecados nuevos, como si no tuviéramos bastante con los pecados de toda la vida, que te condenabas para la eterna sin necesidad de meterte entre pecho y espalda un tocho de tropecientas mil páginas. Ojalá ese teólogo no lea esto. Porque me parece que nos estamos inventando nuevos dioses en este nuevo mundo que comenzó con la caída del muro de Berlín, que habrá de ser a la nueva era lo que la llegada de Colón a Guanahaní fue para el comienzo de la Edad Moderna. El hombre probablemente ha dejado de creer en Dios, pero se tiene que inventar nuevos dioses para esperar de ellos su felicidad en la vida terrena. Hay una deificación de la ciencia, de la informática, de las tecnologías aplicadas, en las que se busca mágicamente la salvación para este valle de lágrimas del paro, la crisis económica, el sida, el racismo, la xenofobia. Los que hasta ahora esperaban del cielo el pan de cada día lo buscan mediante el establecimiento de un parque tecnológico de I+D ... Nunca como ahora vimos el deus ex machina como cuando la ofimática, la informática, la cibernética son presentadas como el remedio de todos los males presentes, con tal que tengamos confianza en el más allá. He oído a sevillanos hablar del Plan Cartuja 93 con el mismo fervor milagrero con que antes se referían al Señor del Gran Poder, por lo que para los malagueños su Parque Tecnológico vendrá a ser como Nuestro Padre Jesús el Rico en versión civil e informatizada.

Lo terminé de ver claro cuando Su Majestad el Rey inauguró el parque en cuestión en Málaga. Se puso Don Juan Carlos I la bata blanca de los investigadores, la mascarilla de los altísimos cuidados con que han de ser manejadas unas máquinas que no sabemos para qué demonios sirven, que contemplamos como los indios recién colonizados admiraban los espejitos que llevaban los descubridores. La bata blanca del I+D vestida por el Rey me hizo pensar que ese atuendo tiene algo de ornamento sagrado. Cuando pasen los siglos hasta veremos estas batas blancas en las vitrinas de los museos, con un letrero que dirá: "Magnífico terno de I+D de finales del siglo XX, hecho en sarga blanca por Induyco, compuesto de bata, mascarilla y gorro". La bata blanca que llevaban barberos y mancebos de botica ha tomado en nuestros días la función litúrgica de la casulla o la capa pluvial. Llevamos a arreglar el coche al taller y respiramos de alivio cuando vemos que, por fin, viene el jefe de la sección de electricidad, por supuesto que con su bata blanca. Y es el tío de la bata blanca el que soluciona el problema. ¿Soluciona el problema porque lleva bata blanca o lleva bata blanca porque soluciona los problemas? Tampoco preguntábamos si el cura llevaba sotana porque nos acercaba a Dios o nos acercaba a Dios porque llevaba sotana...

La Iglesia ha perdido gran parte de su carácter mágico desde el punto y hora en que dejó de usar el latín y los sacerdotes se visten de pantalón y chaqueta. Como necesitamos un más allá en que creer, nos inventamos el dios cibernético del I+D y los ornamentos sagrados de las batas blancas de los investigadores. Ellos son los nuevos sacerdotes de los arcanos de la modernidad. Quien se pone en contacto con el más allá no puede estar vestido de paisano, debe llevar una bata blanca o una casulla. Incluso ver a tantos tonsurados con el alba pelada y mondada en las concelebraciones me hace pensar que la propia Santa Madre Iglesia se apunta a los trenes baratos de la importancia de la bata blanca como elemento mágico.


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