EN
la Catedral de Cádiz no hay seises. La Catedral de mi
Cádiz tiene campanitas, tiene campanitas, que suenan a
plata de Custodia cuando se oyen desde una plaza de toros
que está aún en pie frente a la mar del viento de Levante,
donde Rebujina sueña todavía con ser figura y se oyen oles
como salidos de las gargantas de tirititrán de los
flamencos de la Venta del Matadero, se distingue en el
viento cuando el que está diciendo un ole a Pepe Luis es
tío Agustín el Melu, o cuando es Aurelio. Y como en la
Catedral de Cádiz no hay seises, y como en Cádiz sobra
gracia, Venancio González García, el médico, el que es
tan aficionado a los toros, el que dibuja versos, el que da
conferencias, ése que es medio poeta o poeta entero, coge
el rápido o el Comes y se va a verlos a Sevilla. Ir a
verlos a la Catedral de Sevilla por el Corpus no es cosa,
porque, para Corpus, Cádiz: el Cádiz de chaquetas blancas
y palocorpus de velas marineras por la Callelapelota y por
las pamelas nuevas de la plaza de San Juan de Dios. ¿Se va
a ir a Sevilla el doctor Venancio un día de Corpus, joé?
Por eso Venancio va a ver los seises de Sevilla cuando la
feria, que es de abril, pero cae este año en mayo. Sevilla
y Cádiz, fundadas las dos por Hércules, tienen una
aritmética loca y un almanaque macandé. En Cádiz puede
haber un cuarteto de dos, y que se lo pregunte a Agustín el
Carota por los Callejones de Cardoso aquel a quien no le
salgan las cuentas. Y en Sevilla los seises son diez. Diez,
según las cuentas de Sevilla. Según las cuentas de
Venancio González, que aunque médico es más bien de
Letras, los seises de Sevilla son uno solamente, es rubio,
nació en San Bernardo e inventó el cartuchopescao. Se
llama Pepe Luis Vázquez Garcés. Un toro le dio una cornada
de espejo en Santander, aquel Santander del incendio, primo
hermano del Cádiz de la explosión, y en ese espejo se mira
la gracia. La gracia de Sevilla. Venancio va a verlo desde
la gracia de Cádiz. La gracia viendo la gracia, y las dos
plantas de Pepe Luis plantadas en el albero, los pies
juntos, como dos columnas del Hércules que fundó las dos
ciudades hermanas. Venancio oye las campanas de la Giralda
en este día de feria de abril que cae en mayo por la misma
locura del Padre Hércules Fundador, le parece que está
sonando la Catedral de mi Cádiz, que es tan bonita, que es
tan bonita. Saca recado de dibujar y apresa por un momento
la gracia del primer tiempo de una chicuelina, como si
dibujara el nacimiento de Venus o de Cádiz, que vienen a
ser lo mismo, entre las olas. Pone la fecha, 1-V-1949,
y se guarda el dibujo en la chaqueta, y al terminar la
corrida se vuelve a Cádiz, antes que Don Puyazo dé la
crónica por la radio. La fugacidad de la gracia queda
apresada en un dibujo. La gracia de Cádiz dibuja la gracia
de Sevilla. Venancio se vuelve a Cádiz llevando pintada la
eternidad efímera de la belleza de una chicuelina de Pepe
Luis, cuyo último vuelo de gaviotas o de capote aún no ha
terminado en este momento, cuando por el telégrafo de
banderas de la Torre Tavira le estoy dando la novedad al
comandante de la Patera de Mangoli.
Antonio BURGOS
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la alternativa de Pepe Luis: "El seise de la Virgen"
La
Sevilla de Pepe Luis Vázquez
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