De la "encerrona" al "portazo"

Por nacional, la fiesta no iba a ser ajena a la
depravación progresiva de la lengua española

Deseo que haya sido un éxito redondo de Pepín Liria su hazaña del 1º de mayo en la plaza de Sevilla, al matar en solitario los seis toros de la corrida de Sánchez-Ibargüen que por culpa de la lluvia no pudo lidiar mano a mano con El Tato el 19 de abril. Aunque haya un éxito, como deseo, esta hazaña, ha sido un desastre para el progresivo empobrecimiento del hasta ahora riquísimo lenguaje taurino. El desastre a que me refiero es que en las vísperas de este acontecimiento leía en un periódico un título que decía: "Pepín Liria dice que la encerrona de Sevilla no le asusta". Pues a mí sí que me asusta, pero me asusta mayormente que se le llame encerrona a esto, con claro desprecio de la lengua española. Encerrona, según el DRAE, es:

1. Retiro o encierro voluntario de una o más personas para algún fin. Que yo sepa, Pepín Liria no es un jornalero que se encierra pidiendo las rebajas de tío Javier Arenas en los jornales de la cartilla del PER.

2. Situación, preparada de antemano, en que se coloca a una persona para obligarle a que haga algo en contra de su voluntad. Que yo sepa, ni el mal tiempo que impidió que se diera el festejo del 19 de abril ni Canorea le tenían preparada de antemano esta situación de seis toros para él solito al bueno de Pepín Liria en contra de su voluntad.

3. En el juego de dominó, el cierre cuando los tantos que quedan en la mano son muchos. No es precisamente dominó el arte que domina quien tiene el mismo nombre que el palacio de Cayetana en la calle de la Princesa, Liria.

4. Taurom. Lidia de toros en privado. Pues en privado, nada, 13.000 espectadores hace la plaza de toros de Sevilla y no creo yo que sea en privado lidiar seis toros allí.

No sé de qué me extraño, que el lenguaje de los toros esté degenerando como lengua española. Por nacional, la fiesta no iba a ser ajena a la depravación progresiva de la lengua española. Los toros, como reflejo de la vida española, hacen que se note más todavía el mal uso y empobrecimiento de la lengua. Hasta ahora los toros participaban de la cultura agraria española. Por muy iletrados que fueran, los ganaderos, los toreros, los apoderados, los aguilillas, los cogecosas, no eran nunca incultos. Se puede ser inculto siendo letrado y se puede ser culto siendo iletrado, y la gente del toro era de este último grupo. Tenían la cultura del campo, la que entra por la planta de los pies y se lleva en la masa de la sangre. Y hablaban conforme a esta cultura. De ahí que haya tantos toreros que hayan pasado como auténticas antologías de dichos y sentencias, de ahí que el diccionario de citas de frases de toreros aplicadas a la vida sea tan gordo como los tomos del Cossío. Filosofía que sigue existiendo. A un torero en activo, al que haré la merced de no citar porque no es hombre que guste salir en los papeles, cierto yupi al uso en los años del pelotazo lo trataba de convencer para que lo nombrara algo así como asesor de inversiones, para que confiara en él a la hora de colocar su dinero. Traía harto al torero, cada vez que se lo encontraba le daba la carga, con las inversiones productivas para arriba y la rentabilidad para abajo. Hasta que el maestro se lo quitó de encima diciéndole:

-Usted se cree que yo tengo dinero y está usted muy equivocado. Mire usted, el dinero que yo tengo, me lo como en un resfriado...

Ese lenguaje se está perdiendo porque era castellano. En sus crónicas de la feria sevillana, Joaquín Vidal ha reunido en El País todos estos neologismos del habla tradicional taurina, a propósito de que ahora los toros sirven o no sirven. Decía Vidal con toda la razón del mundo que el utilitarismo de la fiesta nos ha conducido a considerar los toros solamente en cuanto sirven o no sirven. Y hacía un como diccionario de esta nueva jerga: El toro se dejó, no se dejó, sirvió o no sirvió... El torero tocó pelo... El banderillero de confianza, al que estaba tan desconfiado, le repetía desde el burladero: tócalo, pónsela, ciérralo. Chocante nuevo lenguaje, donde el encimismo es el arrimón, donde, como en los guiones de cine, los toros no hacen más que acostarse: "Se acostaba por el izquierdo y luego una mijita también por el derecho..." Los toros son como el Jalisco de la canción de Jorge Negrete: "Se rajó". Es un lenguaje como matemático, donde hay críticos que dicen: "Con un toro que fue de más a menos, consiguió hacer una faena de menos a más".

Igual que dice Antonio Ordóñez que en la fiesta sólo hay dos escuelas, "la de los que saben torear y la de los que no saben torear", también hay dos escuelas de lenguaje taurino: la de los que saben perpetuar la antigua belleza del castellano y la de quienes practican estas encerronas a la lengua, dando un portazo un su belleza. Que, portazo, por cierto, también lo han cambiado de significado. Portazo es ahora salir por la puerta grande, no irse de mala manera al final de una corrida. Seré un antiguo, pero la verdad que añoro la belleza del castellano que el mismo Vidal citaba en un reportaje que hizo este invierno sobre Pablo Romero, donde citaba el análisis de una corrida consignado en los libros de la histórica ganadería: "Los toros, bravos; el publico, divertido; los toreros, contentos; la empresa, satisfecha". Cuando un ganadero tiene esa economía y precisión en el uso de los adjetivos, es que la lengua está viva. Cuando se llama encerrona a matar seis toros es que estamos entonando el gorigori por la belleza y precisión en el uso de la lengua. *


Volver a Página Principal