Del "pellón" al "olivencia"

Igual que el pellón son mil millones de pesetas
despilfarrados, el olivencia sería la unidad
de medida del prestigio social, cultural,
político, civil, de una persona

Dice Jaime Campmany, el hermano mayor de mi cofradía, la Real, Antigua, Ilustre y Fervorosa Hermandad de la Columna, que en el Circo del Arte de Llevárselo Calentito, el Augusto, el payaso serio de la cara blanca y la ceja pintada, se llama José Manuel Eguiagaray. Y este Augusto nada augusto ha dicho que si alguien quiere saber de los pellones perdidos y hallados al tercer día entre los trincones, que le pregunten a Manuel Olivencia... Ni tengo que decir, por sobradamente conocida y por glosada ya desde su panegírico por el hermano mayor de mi cofradía, que el pellón es la unidad de medida de despilfarro de los públicos caudales y que, homologada por el Fondo Monetario Internacional, convalidada por el Banco Mundial, equivale a mil millones de pesetas.

En mal sitio ha ido a poner la era el Augusto del circo del postfelipismo. Porque hasta Eguiagaray sabe que don Manuel Olivencia es uno de los españoles con mayor prestigio civil de nuestros días. Don Manuel Olivencia, aun habiendo estado en la boca de la Cueva de Alí Babá, en la entrada de la Guarida de los Piratas, en la puerta de la Gruta del Tempranillo, esto es, bajo las palmeras quintocentenarias de la Isla del Tesoro, no se llevó de allí ni un duro. Olivencia es inmensamente rico, sí, pero de los dineros que más escasean hoy en España, que son de la rara moneda del prestigio, de la honestidad, de la coherencia, de la vergüenza torera. Esas monedas que atesora Olivencia son más raras que los reales de a ocho resellados por la Ceca sevillana que el felipismo convirtió en Meca de todos los arbitristas y logreros con ocasión del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, perdón, del Encuentro de Dos Mundos, qué cursilada...

Pertenece Olivencia a una rara especie, en peligro de extinción: el español con prestigio. Cada vez hay menos españoles con prestigio. Unos gastaron el que tenían en aras de llevarse la tela marinera del telón o borrachos de los dulces licores del poder; verbigracia, Felipe González. Lo que ha caído la Bolsa en estos días es nada a lo que cayó en el Wall Street de los prestigios el Índice Nikkei de González de 1982 a l997. Y si bien van siendo cada vez menos los españoles con prestigio que no lo han tirado por los suelos ( tu quoque, dilectissime Jaime García Añoveros?) la cantera no produce nuevos valores. No hablo de españoles influyentes, que eso es otra cosa, eso es la encuesta de Tecop, en la que siempre salen Polanco y uno de un banco. Me refiero a españoles con prestigio, los que están por encima del bien y del mal, en los que se piensa para arbitrar conflictos o para presidir nobles causas civiles. Aquí en mi pueblo, por ejemplo, tras el huracán del 92, nada más que nos han quedado con prestigio dos Manolos: Manuel Olivencia y Manuel Clavero. Dos Manolos que dimitieron de sus cosas, como comisario de la Expo el uno, como ministro de Cultura el otro, cuando andaba la vergüenza torera de por medio. Cada vez que se piensa en nombrar para algo a alguien con prestigio y aceptado por todos, al punto dicen:

-La persona idónea es Manolo Olivencia...

Y cuando alguien razona que Olivencia no puede ser por esto o por lo otro, no hay la menor preocupación, tenemos otro Manolo de recambio:

-Pues entonces se lo decimos a Manolo Clavero...

En España esta plaza del don Manuel sevillano la tenía ocupada en propiedad un don Joaquín: Ruiz Giménez, por supuesto. Como antes esa plaza era de otro don Manuel: Díez Alegría. A Ruiz Giménez hasta le han dado un homenaje recientemente, creo yo que más bien porque es el que más quinquenios cobra en su plaza en propiedad de español con prestigio. Con estatua y todo en su pueblo, Sabino Fernández Campo va de sucesor de don Joaquín, como una moto, hacia la plaza montada de español con prestigio. Porque el español con prestigio escasea tanto, que estoy por proponer que entre las nuevas titulaciones académicas, cualquier universidad privada cree el ciclo de estudios de Español con Prestigio...

-Cristina, ¿qué está estudiando Gonzalito?

-Está estudiando Español con Prestigio, en una Facultad tan buena que salen todos colocados. En cuanto se gradúe seguro que se lo rifan para que presida algo, un banco mismo...

Tan escasos andamos de españoles con prestigio, que deberíamos crear una reserva de ellos, al modo de Doñana o de las Tablas de Daimiel, y declararlos especie protegida. Y para medir el prestigio, nada mejor que el olivencia. Igual que el pellón son mil millones de pesetas despilfarrados en beneficio de algún amiguete, el olivencia sería la unidad de medida del prestigio social, cultural, político, civil, de una persona. Toma su nombre esta unidad de medida del prestigio del profesor rondeño-sevillano-ceutí de igual nombre, que habiendo estado en los mejores sitios y en los más oportunos momentos, y habiendo pasado por sus manos un Ave cargado de miles de millones, y aun a pesar de ser maestro preferido de su antiguo alumno el Duque del Gal y Marqués de Filesa, dimitió por no prestarse al juego de los mindundis de la mangoleta y por no seguir la corriente de los telemundis de la Barqueta, y dijo que ni hablar del peluquín cuando le enseñaron el primer maletín, razones todas por las cuales no participó en el despilfarro de un solo pellón ni está su nombre ahora pregonado por el Tribunal de Cuentas del Reino, sino sólo por aquellos tontos con balcones a la calle que creen que pueden mentar su nombre sin que pierda su alto valor simbólico de la rara y escasa especie del español con prestigio. *


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