Canarias y Extremadura,
ofrenda a Maastricht

"En el belén europeo hemos ofrendado
ya el olivar, el vacuno... Ahora,
el tabaco canario y extremeño"

En la cuestión de meternos a casamenteros del Príncipe de Asturias, me encantaría que Don Felipe se hiciera el sueco y echara de novia a la Princesa Victoria de Suecia, porque así tendríamos en España otra vez una Reina Victoria, lo que nos llenaría de nostalgias a los que somos monárquicos por razones estéticas e históricas. Dicen que no se puede casar con Victoria no por eso de la anorexia, sino porque la guapetona princesa es la heredera de la Corona de Suecia, y que cómo va a renunciar a ella. Y yo me digo: ¿por qué va a renunciar? Que sea Reina de los suecos y Reina consorte de los españoles, y que Don Felipe lo sea a la viceversa. Además, cuando reinen Don Felipe en España (Dios quiera que sea dentro de muchísimos años) y Doña Victoria en Suecia, ni el uno ni la otra van a reinar, reinar, lo que se dice reinar. Para esas alturas del siglo XXI, las fronteras de Europa y hasta las soberanías nacionales serán un vago recuerdo, una antigualla:"¿Te acuerdas cuando en los países mandaban sus jefes del Estado y sus presidentes del Gobierno?"

No creo que haga falta tampoco que pase tanto tiempo para que de hecho hayamos renunciado a la soberanía nacional. Vengo insistiendo en que el señor Maastricht, que no conoce nadie ni ha votado nadie, ni es hijo de Don Juan de Borbón ni nada, reina en España tanto o más que Don Juan Carlos I (q.D.g.). Vengo insistiendo en que el señor Maastricht, que no tiene detrás un partido, ni ocho millones de votos, gobierna en España más que don José María Aznar. Al menos así hace pensarlo nuestro entreguismo suicida ante las causas europeas. Aquí somos más europeos que nadie. Hemos llegado casi los últimos a la Unión Europea y vamos presumiendo de que somos los primeros en cumplir las (drásticas) condiciones sociales y económicas de la convergencia para la moneda única. No creo que en ningún lugar de Europa se esté haciendo ya la campaña de divulgación del ecu con la santurronería que en TVE. Hemos tomado el ecu como si fuera la medalla milagrosa de la Virgen María. Y nos plegamos más que nadie, bajándonos todo lo que haga falta bajarse, ante esa cursilería que llaman las políticas comunitarias. Vamos a Europa como los pastores al Belén del Nacimiento, llevando las ofrendas de nuestros productos. En el belén que han armado con las políticas agrarias (¡vaya cursilería!) hemos ofrendado ya el olivar andaluz y catalán, el vacuno gallego... Ahora, el tabaco canario y extremeño.

Ahora es la publicidad del tabaco y del alcohol. En Alemania, donde creo yo que no se produce ni una hoja de tabaco, estarán encantados con que prohiban la publicidad de los cigarrillos y de los puros. Pero nosotros, que somos un país tabaquero, casi una Virginia dentro de Europa, hemos entregado alegremente la cuchara ante la directiva comunitaria (¡otra cursilería!) sobre la publicidad del cigarrito. Que Canarias viva en buena parte del tabaco, que sea un rubro importantísimo en la agricultura extremeña es algo que nos trae sin cuidado. A fastidiarse tocan, porque aquí quien manda no es Aznar, sino Maastricht. Lo más lamentable del anti-tabaquismo europeo es que es una copia del anti-tabaquismo americano. Con el agravante de que en Europa el coronel que se tiene que fastidiar porque la Unión no quiera comer rancho de tabaco es precisamente España, mucho más que Francia o que los Países Bajos. Me encantaría que al menos Europa tuviera personalidad, y que dijera: "Hombre, los americanos fueron los que nos enseñaron a fumar, porque hasta que Rodrigo de Triana vio a un indio echando humo aquí no sabía nadie lo que era un cigarro puro... Tiene gracia: los americanos que nos enseñaron a fumar, y nos llenaron de humo de las películas de Hollywood, y nos montaron a todos en la silla del vaquero de Marlboro, son ahora los que nos imponen la moda de prohibir la publicidad del tabaco... Pues, no, señor: en esto tampoco le vamos a hacer caso a los americanos". Pero como Europa nos está resultando más colonia de Estados Unidos que España misma, que ya es decir, pues estamos cumpliendo este doble servilismo. Los españoles somos doblemente súbditos de las decisiones políticas y económicas, de los gustos y de las modas sociales de los Estados Unidos: directamente, como colonia del Imperio, e indirectamente, como serviles súbditos del señor Maastricht.

Y quien dice el tabaco dice el alcohol. Una nación que tiene en sus tierras topónimos de ciudades y comarcas como Jerez, Rioja, Montilla, Ribeiro, Ribera de Duero, Chinchón, Cazalla, Jumilla, Valdepeñas, Rute, San Sardurní de Noya y así hasta todo el Madoz y toda la guía Campsa de carreteras, ciudades y comarcas que han pasado en todo el mundo a significar el nombre de un vino, de un espumoso, de un licor, no puede permitirse los mismos lujos de quien sólo tiene una ciudad que se llama Oporto o dos señores que se llaman Cinzano el uno y Martini el otro. Que vengan a demostrarme lo contrario, que me comeré esta frase con mucho gusto, pero mucho dudo que Francia, con Cognac y con Burdeos, con el señor Dom Periñón y con la señora Viuda de Clicquot, vaya a ser tan entreguista como España en la absurda prohibición a los productos de los que viven regiones y ciudades enteras. *


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