Los políticos deben ver la televisión

¿Ha visto alguna vez algún ministro del PP el programa de
José Luis Moreno para comprobar en qué se tiran
los dineros de la empresa pública?

¿Había terminado Aznar de ver un telediario cuando dijo aquello famoso de España va bien? ¿Había recién apagado el televisor González cuando dijo aquello famoso de que el cambio es que España funcione? Es lo que podría pensarse, si no fuera porque técnicos en Sociometría y Mercadotecnia de la Universidad de La Palma del Condado (¿por qué no va a tener su Universidad La Palma del Condado, a ver?) han determinado que el principal problema de España es que los políticos no es que vean poco la televisión, es que no la ven nada. Aquella pregunta que le hicieron a un presidente francés en campaña, que le dijeron que cuánto costaba el billete del Metro de París y como no se lo sabía adiós muy buenas, no sería nada comparado con los ridículos que podrían hacer aquí nuestros políticos si les preguntaran por asuntos importantes, por cuestiones candentes, por lo que de verdad preocupa al ama de casa, como, verbigracia, las preguntas que enumero a continuación:

-¿Sabe usted, señor Aznar, con quién está saliendo ahora Carlos Orellana?

-¿Sabe usted, señor Almunia, cómo se llama el plan de adelgazamiento que anuncia la señora de Flores (don Antonio David)?

-¿Sabe usted, señor Anguita, el nombre del novio nuevo de Rosario?

El verdadero problema de nuestra época es que no solamente los políticos, sino los llamados, qué horror de nombre, líderes de opinión (periodistas, intelectuales, escritores) no ven televisión. Si vieran la televisión, no estaría tan mal, sobre todo la pública. ¿Ha visto alguna vez algún ministro del PP el programa de José Luis Moreno, por poner un caso, para comprobar en qué se tiran los dineros de la empresa pública RTVE? Luego, claro, López-Amor quiere poner un canon para pagar las deudas. El canon que yo pondría sería que los señoritos de López-Amor vieran obligatoriamente esa máquina de perder dinero que es RTVE. Dicen que quien se ocupa de las grandes líneas de la política informativa de gobierno es Alvarez Cascos, y yo me pregunto: entre rehabilitaciones de la pierna, ruedas de prensa, viajes de fin de semana a las tierras andaluzas de su señora esposa, reuniones con el presidente, visitas oficiales, comparecencias parlamentarias y dormir la siesta (porque de nada le vale al hombre ser vicepresidente del Gobierno si no puede dormir la siesta), ¿qué televisión ve Cascos?

Cuando Jaime García Añoveros era ministro de Hacienda con la UCD me confesó que cada vez que los fines de semana venía a Sevilla y se reunía con sus antiguos amigos, se sentía como un extraterrestre. Los amigos del ministro hablaban en las cenas y las copas del fin de semana de lo que todo hijo de vecino, de lo que habían visto en la televisión, de los personajes de los seriales, de las declaraciones de los entrevistados. "Y como yo no he visto nada -me confesaba entonces Añoveros-, me siento como un extraño, y no puedo abrir la boca en toda la cena". Ese es el problema de España, que el Padre Apeles (a Dios gracias) ha sido quitado de la circulación televisiva sin que quizá lo haya visto, un poner, Rodrigo Rato. ¿Cómo se pueden cuadrar los presupuestos generales del Estado que han de pagar unos contribuyentes hartos de ver al Padre Apeles, sin saber siquiera quién es el Padre Apeles? ¿Se puede gobernar España sin saber quién es Raquel Mosquera, quién el futuro consuegro de la duquesa de Alba? Estos asuntos, y no el nuevo IRPF, ni los entramados de las escuchas del CESID a los socios de la ETA, ni el modelo de financiación autonómica son los que preocupan al personal, no lo dude. Aznar daría el campanazo el día que dijera solemnemente:

-Señores, he convocado esta rueda de prensa para declarar oficialmente que lo siento mucho, pero que el Gobierno no puede aceptar la reciente declaración de María del Monte. La Pantoja es que no se puede ni comparar con la Jurado, que es incomparable, y a su recital del Teatro Real y a su último disco me remito...

Entonces verían que Aznar es una persona como todas, que sufre la misma televisión que todos y que habla de los asuntos que de verdad interesan a la gente. Alguien con responsabilidad pública y no yo, que soy un simple consumidor de televisión en dosis inferiores a la media, debería proponer que los líderes de opinión y los políticos vean la tele una semana, sólo una semana. Pero que la vean con ganas. Es decir, desde los dibujos animados de las 7 de la mañana hasta las idioteces de Sardá y compañía a las 2 de la madrugada. Y el tiempo de Minerva Piquero en Antena 3, para que vean que ahora al buen tiempo se le dice tranquilo. Y los famosos de Tercera Regional y de Regional Preferente en Tómbola. Si los cabezas de serie de la opinión o los opinión makers (qué dos cursiladas más grandes acabo de poner, Dios mío de mi alma) vieran televisión, en vez de llevarse dos horas hablando de lo que ha dicho Almunia y de lo que ha dejado de decir Cascos, propondrían leyes contra los bodrios. Es imposible que nadie arregle la Sanidad si no se sabe qué es Médico de familia. Para nuestros prohombres, la tele son partidos de fútbol, telediarios y alguna película. Pero eso no es la tele. La tele es la tela marinera que nos tenemos que tragar sin que ellos se enteren. *

Volver a Página Principal

 

Portada del último número de EpocaEpocaEl último número de la revista, en Internet