Bautizos por lo civil

"El bautizo civil, colmo de la cursilería y el rebuscamiento, ha sido
superado por su propio inventor al ponerle denominación:
"ceremonia civil de imposición de nombre"

En la confusión de lenguas y de ideologías que fue la transición, en aquel colegio público de mi tierra andaluza, cuando llegó la hora de que viniera el párroco del pueblo para preparar a los niños para la primera comunión, el maestro (vamos, el profesor de Educación General Básica) recibió la visita del padre de un alumno, hombre ahora tan de izquierdas como hacía unos años de la Organización Juvenil Española (OJE), quien muy serio dijo al enseñante, que es como llaman los cursis a los maestros:

-Mire usted, que ha venido el niño diciendo lo de la primera comunión y nosotros, sí, queremos que el niño haga la primera comunión, pero por lo civil...

En realidad, aquel enfervorizado militante de la izquierda de la conveniencia estaba subrayando lo que es una realidad. Todas las primeras comuniones lo son por lo civil. El acto religioso en sí apenas tiene importancia. Lo que de las primeras comuniones gusta a los niños y a sus familias es la parte civil del espectáculo, el traje, el convite, los regalos, sobre todo los regalos. Me han contado de un gitanito que con tal de mangar regalitos y dinerito de las amistades, ha estado vistiendo al niño de primera comunión cinco domingos seguidos, cinco, para rebañar bien las dádivas que le quedaron por recoger el día primo-eucarístico propiamente dicho. Y esto no es que ocurriera en los años del hambre, sino que sigue ocurriendo en nuestros días. Días de boato civil de esos almuerzos de primeras comuniones que parecen de bodas, completamente civiles.

Algo de reducción a lo civil de todo hecho religioso hay cuando la Santa Madre Iglesia, tan sabia, tiene establecido en su ritual del sacramento del matrimonio que de momento el sacerdote eche una bronca a los presentes y después ya veremos si los casa o los deja de casar. Usted, no tan partidario de las bodas como su mujer o su suegra, estará harto de ir a casamientos donde nada más empezar, el reverendo, con los novios delante, se abre de capa (pluvial) y a portagayola pega la bronca al distinguido público de la sala:

-Venimos aquí, hermanos, no a celebrar un acto social, sino a celebrar el santo sacramento del matrimonio de Luis y Pepita...

Mentira podrida. Ni santo sacramento del matrimonio ni nada. Luis y Pepita están allí tragando quina, porque los dos son muy modernos, y lo que querían era casarse por lo civil en plan modesto y dejarse de monsergas de cura, de chaqué, de organista, de flores blancas y de vestidos de la novia, y por supuesto de banquete, y gastarse ese dinero en terminar de arreglar el piso, que es lo que de verdad les hace falta, o para irse una semanita a Cancún o a Cayo Levantado sin necesidad de acertar el concurso sobre por qué nos pega esas broncas Arzalluz cada vez que sale en la tele.

-Ahí tiene usted la solución, Burgos. Arzalluz pega esas broncas porque se acuerda de sus tiempos de cura y se cree que está iniciando el ritual del santo sacramento del matrimonio.

Y como los curas pegan tanto la bronca a los invitados diciendo que aquello no es una fiesta, pues pasa lo que pasa, que cada vez se casa más gente por lo civil, como el militante izquierdoso quería que su hijo hiciera la primera comunión. Si los casamientos en la iglesia son lo más civil que hay, las bodas por lo civil son lo más religioso que hay. De momento el alcalde o el concejal casamenteros se creen curas, y muchas veces en la obligación de dar un sermón. Hemos trasladado a los salones de casorios de los juzgados y los ayuntamientos todo el rito de las iglesias. Igual que las bodas importantes las oficia el señor obispo, cuando se casa un dirigente de un partido de izquierda, lo casa el alcalde en persona. Tanto arroz echan los invitados a las bodas en los salones de plenos, que yo estoy por proponer que en cada ayuntamiento se cree una granja avícola para aprovechar los excedentes de las celebraciones nupciales. Cuando ha terminado una boda en un ayuntamiento, de lo que dan ganas es de soltar por allí media docena de gallinas y pollos para que picoteen.

Ahora, que ninguna santurronería civil como la del alcalde de Alella, en el Maresme barcelonés, el convergente señor Antoni Caralps. El señor Caralps es tan Caralps que ha inventado el bautizo civil, esto es, una ceremonia que celebre la inscripción en el Registro Civil de las criaturas cuyos padres no quieran que les echen las purificadoras aguas del bautismo. Esto que ya parecía el colmo de la cursilería y el rebuscamiento ha sido superado por su propio inventor señor Caralps al ponerle denominación de origen al bautizo por lo civil. En esta moda de no llamar a las cosas en modo alguno por su nombre, el bautizo civil de Alella será "ceremonia civil de imposición de nombre". Toma ya... Pero como por mucha voluntad civil que haya todas estas ceremonias acaban siendo un calco, cuando no una parodia, de las religiosas, mucho me temo que en sus bautizos por lo civil el señor Antoni Caralps les eche a las criaturitas un jarro de agua por lo alto, naturalmente que Vichy Catalán, mientras pregunta a los padrinos si se comprometen a que el niño sea educado en la fe del señor Pujol. Que como sabemos es la única verdadera. En vez de aquello de "me lo diste moro y te lo devuelvo cristiano", que decían las madrinas cuando devolvían a los bautizandos a sus madres, dirán: "Me lo diste norteafricano y te lo devuelvo ciudadano de la Cataluña Una, Grande y Libre de Pujol". *

Volver a Página Principal

 

Portada del último número de EpocaEpocaEl último número de la revista, en Internet