Vea en "Memorias de Andalucía": "Vuelo nocturno en el Golfo" 

Que vuelvan los golfos

"¿Por qué Iberia no vuelve a poner sus antiguos Golfos?
Y quien dice Iberia, dice el Ave"

Cualquiera, al leer el título, podrá preguntarme, con toda la razón del mundo:

-¿Que vuelvan? ¿Pero los golfos se han ido en algún momento? ¿Es que no ve usted los programas televisivos llamados del corazón donde salen los que viven de las exclusivas sin causa justificada, es que no lee usted las revistas, con todos los golfos elevados a la categoría de héroes sociales?

No, no me refiero al golfo en el sentido estricto. Me refiero al golfo en el sentido figurado y aeronáutico. El Golfo, por antonomasia, en los años del desarrollo, con la cantidad de golfos que había en España como hay ahora, no era ningún estraperlista destacado y llegado a más; no era ningún chulo de pelanduscas; no era ningún cubano que vive de sus conciertos de órgano con una famosilla, a ser posible transexual, entre otras cosas porque entonces los habitantes de la Perla de las Antillas vivían su luna de miel con la llegada de los barbudos de Castro. El Golfo por antonomasia era un avión nocturno. Casi media docena de aviones nocturnos concretamente, que unían Madrid con diversas capitales españolas, y que salían de Barajas a la una, a las dos de la madrugada. Eran conocidos por el lugar de destino: el Golfo de Barcelona, el Golfo de Málaga, el Golfo de Sevilla... Aviones utilísimos para quien tenía que quedarse en Madrid hasta una cena de negocios, pero también (y de ahí su apodo) camión-escoba para los juerguistas que, acabados los asuntos serios que los habían llevado a la capital del Reino, remataban el día en un cabaret, de donde, ciegos de güisqui o de medias combinaciones, iban directamente al viejo aeropuerto de Barajas, el que sale en las películas de Manolo Morán y de Alberto Closas con Analía Gadé y una Carmen Sevilla pre-televisiva.

Las azafatas veteranas de Iberia, como mi amiga Mercedes Oceja, cuentan y no acaban de anécdotas con los juerguistas del Golfo, quizá los vuelos donde más güisquis pedían los pasajeros del mundo, con la marcha que traían de la ronda de copas del cabaré o de la juerga nocturna. Pero aparte de esta mala fama de los señoritos borrachos y juerguistas, el Golfo era utilísimo para algo importantísimo: dormir en casa. El Golfo era la demostración de que como en la casa de uno no se está en ninguna parte, que no hay cinco estrellas mejor que nuestro propio cuarto de dormir.

Los que tenemos que ir y venir a Madrid echamos mucho en falta al Golfo. ¿Cuántas pernoctaciones nos vemos obligados a hacer en Madrid por no existir aviones de regreso a hora conveniente? Y cómo está Madrid a efectos de hoteles. En Semana Santa se habló mucho del overbooking de los aviones. El overbooking de los aviones es nada comparado con el de los hoteles de Madrid. A efectos de encontrar hotel, parece que en Madrid siempre es San Isidro, siempre es Cumbre Iberoamericana, siempre es Final de Copa. Madrid es una gran ciudad de congresos y convenciones que copa los hoteles hasta en las que pasan por temporada baja. Llegas a Madrid a tu hotel habitual un martes de noviembre, y como supones que es temporada baja, ni te preocupas de llamar antes para hacer la reserva. Y en recepción, el empleado de toda la vida te da el disgusto:

-Pero, hombre, don Manuel. ¿Cómo no ha llamado usted antes para reservar? Lo siento, pero estamos al completo. Como tenemos la convención de ventas de la Volvo...

Cuando no es de la Volvo es de la Opel, y cuando no es de la Opel, es de la Sony, y cuando no es de la Sony, es de la Sanyo. Y todo este disgusto, porque tenemos que dormir en Madrid porque tenemos una cena a las 9 de la noche, que a las 11 está más que terminada, por lo que podríamos coger divinamente el Golfo de regreso a las 12, a la 1 de la madrugada. Si lo hubiere. Pero como no lo hay, hala, con la maleta en la mano como persona de diplomacia, a buscar hotel por Madrid...

¿Por qué Iberia no vuelve a poner sus antiguos Golfos? ¿Por qué no unos Golfos en el Puente Aéreo de Barcelona, para que puedas ir a esa presentación de libros que hace Planeta en la Ciudad Condal sin que tengas que quedarte allí a dormir? Y quien dice Iberia, dice el Ave. Desde estas líneas, en tiempo y forma, pido al presidente de Renfe que ponga unos Aves Golfos, por el bien de la cultura, de las relaciones sociales. Hasta por la fiesta de los toros. En estos días de Feria de Sevilla, ¿cuántos dejan de ir a ver a Morante de la Puebla o al Juli porque tienen que quedarse a dormir cabe la Giralda (donde no se cabe), ya que la corrida acaba cuando el último Ave sale? Estoy harto de ver en la Maestranza a los que tienen que irse con la miel en los labios de perderse el último toro. Siempre, con guasa, una voz del tendido los despide:

-¡ Ea, que tengan ustedes buen viaje en el Ave!

Con un Ave Golfo, podríamos volvernos de Madrid después de asistir a esa cena con percebes que por cierto le debo a Jaime Campmany, mi director. O después de un concierto. O de la presentación de un libro, o de la inauguración de una exposición. Como ya no hay cabarés, sino movida, hasta podría servir el Ave Golfo para un intercambio lúdico, que le dicen, entre Costa Castellana y Costa Guadalquivir... *

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