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Casarse con una Domecq

"Domecq obliga", dicen las armas heráldicas de esta vieja casa bodeguera y ganadera del Marco de Jerez y de la Ruta del Toro, como pregonan desde las etiquetas de sus botellas de fino y de brandy. Y estar casado con una Domecq, obliga más todavía. Según la oposición, obliga hasta a dimitir como ministro de Agricultura llegado el caso. Esto es lo que le pasa a Miguel Arias Cañete, que según sus adversarios políticos ha cometido en su vida un enorme error. ¿Lo de las vacas locas? No. ¿Lo de los consejos de administración? Tampoco. Es que está casado con una Domecq, y eso, en la demagogia que nos traemos en España, es bastante grave. Un ministro se puede casar perfectamente con una Pérez o con una Martínez, que no hay el menor problema. Hasta un presidente del Gobierno puede casarse con una Botella. No hay el menor problema, porque esa Botella no es una botella de las bodegas de la Casa Domecq, no es ni de La Ina ni de Fundador. Pero Miguel Arias, ay, está casado con Micaela Domecq, una Domecq de Jerez, una Domecq legítima, de los Domecq de toda la vida, de Tío Alvaro, de Primo Alvarito, de Sobrino Juan Pedro. Con una descendiente del Pedro Domecq que García Lorca sacó con dos sultanes de Persia, como está mandado.

Casarse con una Domecq es como casarse en matrimonio indisoluble, de los del plan antiguo, con el tópico del señoritismo andaluz, del latifundismo, de los terratenientes, del cortijo, del caballo, del flamenco, de la calesa, de la Feria, del Rocío, del copeo, del tapeo y de los dos duros en vino y almejas de la feria de Jerez. Es casarse con el Lerele de Lola Flores, con la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre, con el Marco de Jerez entero y pleno. Casarse con una Domecq es convertirse en pareja de hecho de Pemán, de los Hermanos Alvarez Quintero y, por no salir de Quintero, hasta de Quintero, León y Quiroga. Y eso, a estas alturas del nuevo siglo, comprenderán ustedes que es un gravísimo deleito. Ya lo pone en la Constitución española, y si no lo pone, lo debería poner: "Los españoles son iguales ante la ley... salvo que estén casados con una Domecq". Hasta ahí podíamos llegar.

Pero ha empezado tarde la demagogia del tópico del señoritismo andaluz marca Domecq contra Arias Cañete. Con la de tiempo que hace que está en el Gobierno y antes en la política, como europarlamentario y como oposición municipal jerezana de Pedro Pacheco, hasta ahora no han sacado a pasear a la Domecq. Naturalmente que en calesa, que es como pasean todas las Domecq en el tópico de los señoritos andaluces manejado por la demagogia. Es que esta oposición de ahora no es como la de antes en materia de Domecq. A este Zapatero se les van vivas las mejores, tenía que haberle dado Alfonso Guerra una FP 1 de demagogia sobre los señoritos antes de haberse convertido en señorito del PSOE, que haberlos, haylos. ¿Se imaginan la que le habría liado Alfonso Guerra a Miguel Arias a costa de la Domecq? Es que lo estoy oyendo en el mitin de los descamisados:

-- Y estos señores están casados... ¡con una Domecq! Sí, con una Domecq, y con dos sultanes de Persia abanicándoles en el cortijo. Y los nuestros, en cambio, como somos unos descamisados, estamos casados con una Carmen Romero...

Cuando lo de las vacas locas, Miguel Arias aguantó como pudo el primer chaparrón, y el segundo, e incluso el tercero. Tenía la colaboración de Celia Villalobos, que tapa mucho ante la opinión pública con su habitual senderismo por los Cerros de Ubeda. Pero no le arriendo yo ahora las ganancias a Miguel Arias. Está solo ante el peligro. Lo malo no es que le hayan descubierto lo de los consejos de administración. Lo peor de todo es que se ha sabido que está casado con una Domecq. Como que, por obvias razones políticas, todas las Domecq y todos los Domecqs tenían que ser solteros o meterse a frailes en la Cartuja de Jerez o a monjas en las Capuchinas.               


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