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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 2996  - 10 de enero del 2002                                           Ir a "¡Hola!" en Internet
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"Jazmines en el ojal", editorial La Esfera de los Libros, prólogo de María Dolores Pradera   

"JAZMINES EN EL OJAL", nuevo libro de Antonio Burgos

 

Recuadros
COMO UN MINISTRO
 

Los que nunca nos hemos presentado ni a las elecciones de presidente de la comunidad de vecinos ("ni Dios lo premita ", como decía Lola Flores) no sabemos cómo se sienten los ministros, que por cierto no se dan tan buena vida como los canónigos de antaño o aquel grande de España de hogaño al que le dijo un flamenco:

-- Usted será todo lo duque que quiera, pero desde luego vive como un marqués...

Los ministros no viven ni siquiera como duques, pero tocan el poder. ¿Cómo se sienten en la cercanía del poder? Como aquel metidito en carnes a lo Pavarotti del anuncio televisivo que daba zapatetas de alegría pregonando que se sentía como la marca del colchón que se había comprado, podría decir que desde hoy me siento como un ministro. ¿Por qué? Porque la condición de ministro puede ser considerada desde muchos ángulos. Un ministro puede ser un señor al que la gente le pide favores, o que inaugura cosas y corta cintas. Con las que nos dejan siempre con la pregunta que nadie ha respondido: ¿qué hace el ministro con ese pequeño trocito de cinta que con las tijeras de plata corta tras haberle pegado el tajo inaugural a la seda rojigualda? Ese gesto del trocito de cinta iguala a los ministros con los antiguos dependientes de las provincianas tiendas de tejidos, cuando las señoras les decían:

-- Pérez, ¿puede darme una muestra de esta pieza?

Todo eso de los cintajos y balduques burocráticos, aunque gratificante, es secundario en el oficio de ministro. Lo característico de un ministro es que tiene firma en el "Boletín Oficial del Estado" para apalear millones del presupuesto o para el fin último de toda lícita actividad política: tratar de hacer feliz a la gente. Teniendo en cuenta el poder de la firma ministerial en el BOE, cuando a Javier Arenas lo hicieron secretario de su partido y dejó la cartera de Trabajo, no lo felicité, sino que le di el pésame. Me dijo:

-- Sólo he tenido tres llamadas así: la de mi padre, la de mi suegro y la tuya. Mi padre dice lo mismo que tú, que donde esté la firma de un ministro en el Boletín Oficial, que se quiten todos los cargos...

Me siento como si hubiera encontrado en el "Lost and Found" de un aeropuerto la firma que perdió Arenas, porque desde hoy la tengo en el Boletín Oficial. No en el BOE, sino en el BOC, en este Boletín Oficial del Corazón que dice España que es el "¡HOLA!", con el artículo por delante. Cuando a una publicación, periódica o unitaria, se le pone el artículo por delante, es como si se le diera el "don": decimos don Antonio Machado y don Ramón del Valle-Inclán como decimos el "¡HOLA!", el Espasa, el Cossío o el Aranzadi. Este Boletín tiene más importancia que el otro. Oficial, oficial, lo que se dice oficial, éste y no el BOE: es tenido por Boletín Oficial del estado del corazón por el sufragio universal de sus lectores y de la opinión.

La felicidad, bien escaso en nuestros días, no existe hasta que aquí la contemplamos, en la cara de una señora importante con un fachón no menos considerable. La fama, devaluada almoneda de esta hora, no tiene su marchamo hasta que es impresa con esta tinta, que es lo de "saberlo de buena tinta" de toda la vida. La casa para correr caballos no se considera casoplón hasta que aquí sale retratada, mueble bueno a mueble bueno... u horterada a horterada. Sé por experiencia personal que por muchas bendiciones que le eche el cura amigo de la familia, tu hijo no está casado de verdad hasta que las fotos de la boda salen aquí. Lo puedo certificar como padre del novio de una boda del "¡HOLA!" que fui un día. Aunque con todas las guardias hechas en las garitas del periodismo y la literatura, sólo entonces fue cuando de verdad empezaron a darme importancia mis amigos y vecinos:

-- Que te hemos visto retratado en el "¡HOLA!"...

Desde ahora, pues, sabré cómo se sienten los ministros cuando firman en el Boletín Oficial. En el apócrifo. Porque soy también de los que creen que el verdadero es éste.

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