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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3001 - 14 de febrero del 2002                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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De Mariano Rajoy, vicepresidente del Gobierno y ministro del Interior, solemos tener, por gajes de su oficio, una imagen de seriedad que no se corresponde con su gran sentido del humor. Ese humor refinado y de retranca, de sal finísima, que los españoles, no sé por qué, solemos atribuir a los ingleses. Mariano Rajoy me comentaba con ese humor su perplejidad ante el concepto del protocolo y de la etiqueta de los españoles. Cuando era ministro de Cultura, recibió la invitación para presidir la gala de entrega de los premios Goya. Leyó en la tarjeta: "Etiqueta: caballeros, smoking; señoras, traje largo". Y allá que fue a la terrible prueba del smoking. Las señoras se creen que los únicos problemas de kilitos de más los tienen ellas, con las arrugas delatoras en las faldas que se han quedado estrechas. Eso es nada al lado de dos pruebas terribles de la silueta que hemos de sufrir los caballeros: la del niqui en el verano y la del smoking cuando se ha de menester. La prueba del niqui es demoledora. Llega el buen tiempo, tienes el primer fin de semana de playa, te pones tu camisa polo y cuando llegas con ella, oyes la sentencia terrible de tu mujer:

-- Quítate inmediatamente ese niqui, que te hace un barrigón enorme.

Pocos pueden superar al comienzo del verano la prueba del Carbono 14 del Lacoste. Una nimiedad comparada con la prueba del smoking. Sabes que has de usarlo, te vas al ropero y en el 90 por ciento de las ocasiones compruebas al probártelo, horror, que el smoking se te ha quedado pequeño, en la traición de la barriguita.

Rajoy, hombre sobrio y moderado en el comer, superó la prueba del smoking. Cosa rara, le estaba perfectamente desde la última vez que se lo puso. Y en él se embutió, con su corbata de lazo, para ir a la gala de los Goya. Donde pudo comprobar que era uno de los pocos que habían cumplido el protocolo y acudía como marcaba la etiqueta. Todo el mundo iba en esa "versión libre para la radio" del smoking que se ha hecho norma en el mundo del espectáculo: el atuendo negro donde la camisa y la corbata de lazo son sustituidas por una simple camiseta negra, una "T shirt" exactamente igual que las playeras. Rajoy observó con perplejidad que los artistas nominados, los galardonados que subían a recoger los premios, los miembros del jurado, los famosos y genios del Séptimo Arte en general, todo el mundo iba con su chaqueta negra (desestructurada, por supuesto) y con su camiseta negra, y que los escasos esmóquines y corbatas de lazo eran de señores de la antigua observancia de la etiqueta no "goyesca", que poco tenían que ver con el cine.

Pero héte aquí que poco después de aquella noche de los Goya, se celebró en Estados Unidos la gala de los Oscar, donde el pujante cine español estaba nominado y representado. Rajoy lo vio por la televisión, en directo. En el recuerdo del ridículo que hizo en la noche del cine español con su smoking de reglamento, creyó que cuando saliera la representación española, iban a ir todos de "etiqueta goyesca", de camisetilla negra. Cuál no fue su sorpresa cuando comprobó que los mismos que en Madrid eran unos transgresores de la etiqueta, en Hollywood iban todos perfectamente vestidos de smoking con todos sus avíos de fajín y pajarita.

Cuando Rajoy me contaba con tanto sentido del humor cómo despreciamos la etiqueta propia y somos fieles observantes de la americana, le dije:

-- Es que en Estados Unidos aún cumplen la norma mínima de etiqueta que me comentaba un viejo hidalgo andaluz. Me dijo: "Si yo te convido a mi casa a cenar, y en la invitación te pongo que la etiqueta es venir vestido con pijama, tú puedes hacer dos cosas: o venir, o no venir. Pero, si vienes, tienes que venir en pijama."

Desde la camiseta negra de la rompedora etiqueta goyesca, aquí pensarán que los americanos van a los Oscar en pijama.

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